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Un exmilitar acusado de apuñalar a un peluquero en Zaragoza se justifica: “Me había drogado y violado”

La víctima recibió 32 cuchilladas, pero los forenses no hallaron signos de agresión sexual ni drogas de sumisión en el procesado. 

El acusado, Juan Carlos P. E., durante el juicio que se celebra en la Audiencia de Zaragoza.
El acusado, Juan Carlos P. E., durante el juicio que se celebra en la Audiencia de Zaragoza.
FRANCISCO JIMENEZ

Juan Carlos P. E. está en prisión desde agosto de 2022, cuando fue detenido por haber asestado 32 cuchilladas a Marco Antonio V. P. en el domicilio de este último, en el barrio de Las Delicias de Zaragoza. No lo mató, pero una de las puñaladas se quedó a cuatro milímetros de la yugular.

Ninguno de los dos protagonistas de esta historia tiene claro qué pasó en la madrugada del 20 de agosto de ese año. Las lagunas mentales de ambos son importantes y el relato de los hechos, confuso. Solo coinciden en que se despertaron desnudos en la misma cama, pero uno sobresaltado por las puñaladas que estaba recibiendo y el otro, desorientado y, según él, todavía bajo los efectos del alcohol y alguna droga que supuestamente le había dado horas antes Marco Antonio V. P. para dominar su voluntad y, presuntamente, agredirlo sexualmente.

Los únicos datos objetivos son que Marco Antonio V. P., de 47 años, recibió 32 golpes de cuchillo, la mayoría de ellos en la espalda, y que Juan Carlos P. E., de 40, no tenía ninguna lesión, salvo una escoriación en una rodilla. Ninguna en la zona genital ni anal. Los análisis permitieron constatar también otra circunstancia clave para entender su falta de memoria: que ambos habían tomado cocaína y, según sus propias declaraciones, bebidas alcohólicas.

La agresión se produjo sobre las 7.00 en el piso de Marco Antonio V. P. en la calle de San Antonio Abad. Los dos hombres se habían conocido poco antes de la medianoche en un bar de la calle de Padre Manjón. El acusado -exmilitar de profesión en su país, Nicaragua-, afirma que, tras haberse tomado unas diez cervezas en su casa, donde reside con su mujer y sus dos hijos, salió a la calle con intención de conseguir cocaína, que consumía de forma habitual en esa época.

Este jueves declaró que una persona le indicó que Marco Antonio V. P., al que no conocía de nada. movía “droga” y “mujeres” y que, cuando se acercó a él para preguntarle, le ofreció cocaína y compañía . “Me dijo que me iba a preparar cocaína y dos chicas”, ha contado. En ese local, según su versión, se tomó ocho cervezas y se metió algún “pase” (raya). “Ahí estaba bien, me estaba dando droga y estaba de puta madre y dijo que tenía mujeres”, ha manifestado. Justificó así que fuera al domicilio de Marco Antonio V. Pero allí no había ninguna mujer.

Según su versión, se sentó en el sofá y le ofreció un vaso con bebida, que él aceptó. Todo lo que siguió a partir de ese momento es “borroso”, “confuso”. “Lo último que recuerdo es estar de pie, vestido, y luego en una cama. Me estaba tocando y me quedé frito. Cuando me desperté estaba totalmente desnudo y me dolía el ano”, ha dicho. Junto a él había otro hombre. Juan Carlos P. E. ha añadido que le pidió explicaciones por lo ocurrido, pero que el otro lo “amenazó”.

“Me cogió del cuello y me dijo que de ahí no iba a salir nunca. Eso, en mi país, quiere decir que hasta ahí llegaste. Ya me había amenazado, drogado y violado y de ahí no salía vivo”, ha explicado. En esos momentos aún iba “mareado” pero fue a la cocina y cogió una cerveza y un cuchillo, que escondió en el calzoncillo.

En aquella época pesaba 106 kilos y no estaba en forma, y esa fue a razón, según el acusado, de que Marco Antonio V. consiguiera “amedrentarle” y hacerle volver de nuevo a la cama. “Se me puso encima -ha contado- y cuando me cogió del cuello, le tiré con el cuchillo donde pude y paré cuando él paró y se dio la vuelta”. Eso ocurrió después de 32 golpes. Aunque luego ha matizado a preguntas de la acusación particular, a cargo del abogado Carlos Rubio Mazas, que, si hubiese estado “sobrio” y “en posición de combate” habría sido un “solo corte limpio”. Después, salió del domicilio tras decirle al herido: “Ábreme la puta puerta”. Dejó el cuchillo, de 12 centímetros de hoja, apoyado en el suelo, junto al mueble del recibidor, con la punta hacia abajo.

Cuando le ha llegado el turno de declarar a la víctima, peluquero de profesión, su relato ha sido muy diferente. Ha coincidido en que el acusado se le acercó para hablar cuando estaba en el bar con su hermana, su cuñado y sus sobrinos y que le preguntó si podía dar clases de peluquería a su hermano. Incluso se hizo una foto con él y se la envió con diciéndole: “Este va a ser tu profesor”. 

Ha añadido que Juan Carlos P. no le resultó agradable y le pareció “impertinente”, pero esa noche fue detrás de ellos a los dos bares que fueron. Le dio la impresión de que Juan Carlos P. E. estaba flirteando con él, aunque el acusado dijo que desconocía la orientación sexual de la víctima.

Marco Antonio V. ha asegurado que fue el desconocido quién le ofreció droga y quien le pidió subir a su casa a tomar una cerveza. “¿Por qué aceptó?”, le ha preguntado el abogado de la defensa, Alejandro Sarasa. “Porque yo estaba borracho”, ha respondido la víctima. En su casa, recuerda que se sentaron en el sofá del salón y él estuvo leyéndole poemas y que ya no se acuerda de nada más hasta que se despertó en su cama porque Juan Carlos P. estaba encima de él asestándole cuchilladas.

“Sangraba, sobre todo por el cuello. Salí al rellano desnudo, gritando, pidiendo ayuda a los vecinos, que llamaron a la Policía. Mientras llegaba me taparon con una sábana”, ha contado. Tanto el vecino que lo asistió como los agentes han manifestado que repetía todo el rato: "Ha sido mientras dormía". Al preguntarle si mantuvieron relaciones sexuales dijo: “No. Yo creo que no. Ni me insinué ni le hice tocamientos de ningún tipo, que yo recuerde”.

Durante la investigación de este caso, Marco Antonio V. llegó a estar investigado por presuntos delitos de retención ilegal y agresión sexual con la agravante de uso de sustancias química, pero se descartó la existencia de tales circunstancias.

Este jueves el acusado ha ingresado 5.000 euros en concepto de responsabilidad civil. La Fiscalía solicita para él ocho años de cárcel mientras que la acusación pide 12 por asesinato en grado de tentativa.  La defensa entiende que lo que cometió su cliente es un delito de lesiones  con las atenuantes de confesión, drogadicción y reparación del daño. 

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