fotografía. artes & Letras

Nuestra infancia en el Parque Pignatelli

Anteayer Fotográfico Zaragozano ofrece un recordatorio de nuestra infancia con dos instantáneas marcadas por su poder de evocación / 5 

Burrito con carro en el Parque Pignatelli. Al fondo, a la izquierda, un tranvía circula por el paseo de Cuéllar. Año 1962.
Burrito con carro en el Parque Pignatelli. Al fondo, a la izquierda, un tranvía circula por el paseo de Cuéllar. Año 1962.
Archivo Familia Domínguez

ZARAGOZA. Otro ratito más, porfa». Cuántas veces habremos dicho esa frase a nuestros padres cuando estábamos disfrutando de los juegos para los chavales que existían en el Parque Pignatelli.

Fue el primero que tuvo la ciudad de Zaragoza, una apuesta del entonces arquitecto municipal don Ricardo Magdalena, quien ideó, de forma visionaria un espacio de esparcimiento y bienestar. El parque se inauguró a principios del siglo XX, después de varias vicisitudes para su realización.

Pero este artículo no va a tratar de su historia y construcción, sino de lo que disfrutamos en él los chavales que pasamos nuestra infancia entre las décadas de 1960 a 1990.

A principios de los años 60 se instalan las atracciones infantiles; llevaban ya años proyectadas, pero es entonces cuando se materializan. En una Zaragoza en la que escaseaban las zonas de juego para niños, este parque era un paraíso para la chiquillería de aquellos años. Eran tiempos en los que no existían cachivaches electrónicos, sino de «jugar en la calle». Cuántas familias recorrían media Zaragoza para traer a sus hijos, bien en un día festivo especial o bien como ‘premio’ por haberse portado bien. Otros, teníamos la suerte de vivir cerca y los paseos a «la playa de Torrero» eran cotidianos.

La variedad de las atracciones era amplia, para esos tiempos. Y entrañable. Las había con las que se podía recorrer el parque, como las bicicletas y triciclos de alquiler o el burrito que subía y bajaba por sus caminos de tierra, portando en su carreta a los chavales. Ese burrito debió de durar poco tiempo, por los recuerdos de las personas a las que he consultado.

Otras atracciones tenían una ubicación fija y había dos zonas diferenciadas. En la parte baja, entrando por la plaza de Diego Velázquez, se encontraba la pista de ‘karts’, que, hasta mediados de los años 70, tuvo una zona con barquitas. De ello queda como testimonio un faro, muy propio para esa atracción y ahora ya abandonado. Una vez cubierto el canal por el que navegaban las barcas, quedó todo como pista de cochecitos y motos, que estuvieron operativas hasta la última reforma, que conllevó su cierre. Detrás de la pista había una caseta con ‘cacharritos’ individuales, de los que funcionaban con moneda. Popeye con su pipa, la nave espacial, el caballo que nos hacía sentir como John Wayne...

También en esa zona se encontraban las camas elásticas; cuántas veces habremos saltado y hecho piruetas en ellas, siempre mirando de reojo que no se pusiera ‘la luz roja’, que significaba que había que volver a pagar o marcharse. Incluso a veces, nos hacíamos los despistados al ver la dichosa luz, pero el encargado ya tenía experiencia y sabía vigilar bien.

En la zona más cercana a la calle del Maestro Estremiana se encontraba el punto de alquiler de bicis y triciclos, éstos últimos, muy demandados por los más chiquitines. También en esa zona se encontraban los columpios, el tiovivo y el tobogán con escaleras de madera, que a mí me parecía gigantesco...

Dos imágenes, verticales, complementarias de Anteayer Fotográfico Zaragozano. Tiovivo y columpios para dos niños con forma de coche, año 1962.
Dos imágenes, verticales, complementarias de Anteayer Fotográfico Zaragozano. Tiovivo y columpios para dos niños con forma de coche, año 1962.
Archivo Familia Domínguez.

Los primeros fueron cambiando con el tiempo; en los años 60 los que podían usar dos niños tenían forma de coche. Más tarde, se sustituyeron por barcas, unas de madera y otras de hierro, rojas y verdes. Los columpios individuales eran asientos redondeados por detrás y con su cadenita, por delante, y la típica tabla de madera. Esta última era la preferida por los más mayores. Recuerdo ver lo alto que subían algunos preadolescentes. Una duda que me surge es si los niños de ahora saben auto impulsarse en los columpios.

Para muchos chavales, la gran estrella era el tiovivo; no creo equivocarme si digo que la favorita de los de mi generación era ‘la gallinita’. También fue evolucionando con el tiempo y con él, las figuras en las que nos montábamos. Del mismo modo, también cambió el mecanismo: en un principio, era de ‘tracción manual’, la señora que lo regentaba lo impulsaba ella misma con la mano. Más tarde, se le incorporó motor y se renovaron las figuras.

Todas esas atracciones que fueron la delicia de nuestra infancia ya han desaparecido. Primero fueron las bicis y triciclos, seguidos del tiovivo y los columpios. Fueron sustituidos por otras más modernas, más seguras, más accesibles (por ser gratuitas), pero también más impersonales, pues han proliferado por parques y plazas de la ciudad.

Actualmente, con la ampliación del espacio hay más variedad, resultando ser más emocionantes y atractivas para los chiquillos. También más socializables, puesto que están pensadas para que la chiquillería comparta sus juegos. Las antiguas instalaciones eran mucho más simples, menos seguras.

Pero los que vivimos nuestra infancia en esos años guardamos un recuerdo muy entrañable de los juegos y los ratos vividos en este parque y sus atracciones, disfrutando cada instante del tiempo que duraba un viaje en el tiovivo, en los columpios o en los ‘karts’, pedaleando en un triciclo o riendo y saltando en las camas elásticas.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión