El pueblo de Huesca que National Geographic destaca por su idioma propio
En la Comarca del Alto Gállego se encuentra este destino imprescindible para todos los amantes de la naturaleza en cualquier época del año (y sobre todo en otoño) que tiene, además, una forma de hablar muy propia.
En Aragón contamos con una riqueza patrimonial, cultural y natural envidiable. Hay muchos pueblos curiosos que merece la pena conocer, algunos todavía más en esta época del año, ya que aumentan su belleza en otoño. Ya sea porque están malditos; cuentan con imponentes castillos; o porque se ubican escondidos en la naturaleza... son dignos de una visita, y no solo por las maravillosas postales que nos dejan en la comunidad. Hoy descubrimos un bonito pueblo oscense que, además del enclave natural en el que se encuentra, cuenta con un idioma propio que ha encandilado a la prestigiosa revista National Geographic.
Panticosa, un pueblo termal del Pirineo aragonés
Se trata del destino de montaña por excelencia de todo el Pirineo, y es que aúna la combinación perfecta entre naturaleza, paisajes otoñales increíbles, actividades al aire libre y turismo de aventura. Se ubica en un enclave privilegiado, rodeado de altas cumbres, nevadas en invierno y de un color verde intenso en verano, y en la confluencia de los ríos Caldarés y Bolática, a 1.185 metros de altitud, forma junto al Pueyo de Jaca y el Balneario de Panticosa un destino con una amplia oferta turística para disfrutar en cualquier época del año.
La primera vez que se cita Panticosa es en el siglo XIII como capital del quiñón, cuando constaba de cuatro vicos: el de Santa María, San Salvador, el de Sus y el de Exena, este último desaparecido ya en el siglo XV. Y es que, antes de este siglo, no existían los pueblos como tal, sino que eran casas o pardinas aisladas que acabaron juntándose y formando aldeas en torno a las iglesias y caminos. Por lo tanto, esta localidad se esbozó en las inmediaciones de la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, un poderoso templo del siglo XVII.
Además, cuenta con una forma de hablar muy propia que demuestra que este pueblo oscense tiene mucho carácter, historia y apego a los Pirineos. Y, aunque en los últimos años han proliferado las iniciativas para recuperar este dialecto clave para comprender la existencia y uso del aragonés, su implantación, por ahora, no es más que palabras.
Qué ver en el pueblo pirenaico de Panticosa
Además de la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, en este pueblo no puede faltar una visita a la bonita y solitaria ermita de San Salvador, situada en una pequeña colina del extremo noroeste de Panticosa; así como el Puente Viejo sobre el río Caldarés, que se ubica en las afueras y fue construido en 1556 con un arco central monumental.
Las pasarelas de Panticosa son otra de las paradas obligatorias si vas a hacer turismo en esta zona. Se trata de un recorrido de 800 metros y de poco más de una hora entre espectaculares panorámicas de la localidad y sus montañas, muchas de ellas de una altitud superior a los 3.000 metros. Todo un desafío al vértigo.
Sin duda, uno de los atractivos principales del pueblo es el Balneario de Panticosa, que está compuesto por tres zonas termales, dos hoteles y un conjunto de edificios anexos, y cuyas aguas termales brotan de los manantiales que surgen del Circo de Panticosa. Este valle glaciar ya fue explorado por los romanos, que llegaron hasta aquí atraídos por las propiedades mineromedicinales de sus aguas.
Cómo llegar a Panticosa, en el Pirineo aragonés
Para llegar a Panticosa desde Huesca hay que tomar la A-23, un trayecto que nos llevará una hora y diez minutos en coche. Mientras que desde Zaragoza son apenas 40 minutos más por la misma carretera.
