Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Gazapos de ciencia y cine

‘La sirenita’: ¿no es increíble que ahí abajo haya cosas tan asombrosas?

Además de fantásticas sirenas, también hay fósiles que no son ninguna bobada…, aunque el príncipe Eric se esmere en que nos lo cuestionemos.

Fotograma de la película ‘La sirenita’ (Rob Marshall, 2023).
Fotograma de la película ‘La sirenita’ (Rob Marshall, 2023).
Walt Disney Pictures

Mientras intenta conocer más sobre la superficie, la sirenita Ariel se enamora del príncipe Eric y hace un trato con la malvada bruja del mar, Úrsula, para poder salir a tierra.

Descubre el gazapo de ciencia que se esconde en este diálogo de la película ‘La sirenita’ (‘The Little Mermaid’), dirigida en 2023 por Rob Marshall, con guion de Jane Goldman, David Magee, Ron Clements y  John Musker y con Halle Bailey (la sirenita Ariel); Jonah Hauer-King (el príncipe Eric); Javier Bardem (el rey Tritón) y Melissa McCarthy (Úrsula), entre otros, en el reparto. 

El diálogo 

"Casi todas estas cosas proceden de mis viajes –le explicó el príncipe Eric a Ariel, en referencia a todos los objetos que se acumulaban sobre estantes, mesas y en el suelo de su gabinete– parecerá una bobada coleccionar todos estos chismes, pero… ¡fíjate en esta roca fosilizada! ¿No es increíble que ahí abajo existan cosas tan asombrosas?".

El gazapo

A la vista (mejor dicho, a la lectura) de este monólogo, parece evidente que el príncipe Eric nunca ha jugado al ‘adivina adivinanza’ ni ha formulado –ni ha oído formular– jamás la clásica pregunta de si ‘¿es animal, vegetal o mineral?’. Y tal vez por ello se asombre ante algo tan increíble como una roca fosilizada. Una maravilla que, además de increíble y asombrosa, es una bobada de calado (ya que hablamos de sirenas y marineros).

Porque un fósil no es otra cosa que un resto orgánico –esto es, de un animal o planta– excepcionalmente preservado. O, mejor dicho aún, preservado de forma excepcional. Porque la formación de un fósil es algo tremendamente inusual y para la que se tienen que da la concatenación de unas circunstancias o procesos concretos.

Pero, antes de seguir excavando en esta cuestión, y de vuelta la pregunta del juego, una roca no es un animal ni un vegetal. No caeré en la tentación de decir que es un mineral, porque no todas las rocas son minerales puros; y, en realidad, lo que la mayoría sí son es un conglomerado de minerales. De lo que se concluye que una roca es (de origen) mineral y, por tanto, inorgánica. Lo que definitivamente la descarta como aspirante a fosilizarse.

Lo que sí es correcto decir es que un fósil puede estar petrificado. Y, de hecho, la mayoría de los fósiles lo están, ya que la petrificación es el proceso más habitual para su formación.

Los fósiles se generan fundamentalmente a partir de las partes o estructuras duras de los organismos, como huesos, dientes y caparazones. Y excepcionalisísimamente (porque, como ya se ha mencionado, la formación de cualquier fósil ya es de por sí algo excepcional), a partir de tejidos blandos como sucede, por ejemplo, con los fósiles de helechos y hojas.

Sean de una u otra naturaleza, la primera circunstancia que debe producirse es que este resto orgánico quede enterrado bajo una capa de sedimentos de forma rápida. Una vez que el candidato a fósil se encuentra sepultado, es cuando comienza el proceso de fosilización propiamente dicho. Que, como ya se anticipó, por lo general es a través de un proceso de petrificación. 

Básicamente, la petrificación consiste en la introducción de minerales en los espacios vacíos –en las oquedades del organismo, pero también en los intersticios del propio hueso o caparazón–, ya sea por la presión ejercida por las capas superiores, que los acaba incrustando, o bien previamente disueltos y arrastrados por el agua que se filtra desde la superficie o que circula por el subsuelo. 

Estos minerales cristalizan en contacto con el material orgánico e inorgánico del resto, fiándose y fijándolos; y con ello mineralizando al fósil (por lo que a este mecanismo se le denomina permineralización). Cuando estos minerales adquiridos acaban por reemplazar todo el material orgánico, el fósil termina petrificado, esto es, convertido en una piedra. Pero eso, por descontado –y por lo contado hasta ahora– no es lo mismo que una roca fosilizada ¿Verdad, príncipe Eric?

Fosilizar bajo el agua no es tan raro

Lo que hace tan rara la formación de un fósil es que los restos orgánicos, tanto los blandos como los más duros y resistentes, están expuestos a agentes externos que los deterioran, degradan, descomponen, disuelven, oxidan y/o erosionan: el viento, la lluvia, carroñeros y otras alimañas, bacterias y microorganismos descomponedores o el oxígeno atmosférico. Pero, muy de vez en cuando, estos restos son enterrados bajo una capa de sedimentos que los aíslan y los preservan. Ya sea por un corrimiento de tierras o por cualquier otra circunstancia. Eso, en la superficie terrestre.

En las profundidades de los océanos y lagos, las condiciones que se manifiestan hacen que sea más factible su formación. La ausencia de luz y de oxígeno, las bajas temperaturas y la presión extrema hacen que apenas haya organismos que los descompongan. Lo que concede más margen al resto para ser cubierto por una capa de los sedimentos que se precipitan desde aguas más superficiales.

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