El patio de mi recreo

Sara Barquinero: "Detesto el cierzo, no hay quien se peine"

La joven aragonesa es autora de ‘Terminal’, ‘Estaré sola y sin fiesta’ y ‘Los Escorpiones’, una monumental novela de 800 páginas, saludada como un acontecimiento, que la ha empujado a la élite de la literatura española.

Sara Barquinero, con 6 años, en su casa de Zaragoza
Sara Barquinero, con 6 años, en su casa de Zaragoza
S. B.

Sara Barquinero (Zaragoza, 1994) estudió Filosofía en Zaragoza y es doctora por la Complutense de Madrid. Es autora de ‘Terminal’, ‘Estaré sola y sin fiesta’ y ‘Los Escorpiones’, una monumental novela de 800 páginas, saludada como un acontecimiento, que, a sus 29 años, la ha empujado a la élite de la literatura española.

¿Recuerda su infancia como una época feliz?

Mi infancia sí, pero no tanto mi adolescencia.

¿Qué le provocaron sus primeras risas y lágrimas?

Lo cierto es que mis primeras emociones fuertes las asocio más con la ficción que con eventos reales. Recuerdo quedarme despierta por las noches leyendo ‘Memorias de Idhún’, ‘La historia interminable’ o los ejemplares de Stephen King que cogía a escondidas de mis padres y vivir toda la gama de emociones humanas (el amor y el miedo incluidos) antes de que se me presentasen en la vida real.

¿Qué era en el patio del colegio?

La empollona, aunque creo que no ejercía de sabelotodo. Nunca estuve cien por cien integrada, pero tampoco sufrí acoso o ‘bullying’.

¿Se sentía rara, especial, diferente?

Sí, aunque jamás estuve sola por completo, siempre me las apañé para tener amigas. En el instituto, como era de esperar, hice bandera de ser rara o diferente o incluso lo potencié, como mecanismo de defensa.

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?

De niña era bastante callada (demasiado) y obediente, no había muchos motivos para castigarme. El castigo más frecuente en mi adolescencia era dejarme sin internet, pero tenía grandes técnicas para sortearlo.

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?

Puede sonar repipi, pero leer siempre ha sido mi pasión. También tuve una breve carrera como karateka.

¿Tenía algún complejo que le amargara?

Como casi todas las niñas de los años 90, quería estar más delgada.

¿Qué es lo que menos le gustaba de Zaragoza?

Detesto el cierzo desde niña, no hay quien se peine.

¿Echa de menos haber hecho algo en su infancia?

En mi infancia no, pero sí en mi adolescencia. Cuando veo la de los demás retratada en televisión o cine, siento que la mía fue muy diferente. No hice mucha ‘vida de instituto’, mis amigas de aquella época solíamos juntarnos con gente algo mayor y que era gótica o friki, como nosotras, y no vivimos los ‘ritos de paso’ igual que los demás.

¿Tenía mucha conciencia política?

Bastante, eso siempre fue importante para mí.

¿Era religiosa?

Cuando estaba haciendo la catequesis era profundamente creyente. De hecho, me preocupaba que mis padres no fueran lo suficientemente religiosos y que estuvieran ‘condenados’, rezaba por ellos. Creo que ponía nerviosa a mi catequista, le hacía demasiadas preguntas. Sin embargo, la fe se me fue justo antes de hacer la comunión, porque empecé a frecuentar un foro de internet en el que todo el mundo era ateo. En realidad, fue una pena: con lo beata que fui durante unos meses, probablemente habría sido una gran experiencia para mí, y en su lugar la afronté desde el cinismo.

¿De qué modo le hizo sufrir el sentido del pecado, la sensación de mala conciencia?

Pensar en el infierno siempre me atemorizó, no solo a nivel ético, sino metafísico.

¿Qué obsesión, fobia o filia forjó claramente en esos años?

Tengo un miedo total y absoluto a las mariposas que apareció en mi infancia. Soy capaz de hacer cosas bastante extremas con tal de evitarlas. Cuando he intentado analizar ese miedo, me viene a la cabeza una escena en la guardería, donde había un libro de mariposas con grandes ojos en las alas.

¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del ‘qué dirán’?

Demasiado poco, siempre he sido muy independiente. Eso me ha traído infinitos problemas.

¿Cuál fue su primer contacto con la muerte? ¿Pensaba a menudo en ella? ¿Le angustiaba?

Cuando murió mi abuelo, tenía unos siete años. Curiosamente, el mismo día que pasó (yo estaba en el colegio) presentí que había sucedido y me dio mucha angustia. Mi padre fue a buscarme y me lo confirmó. Sin embargo, mi gran crisis con la muerte vino mucho más tarde, cuando cumplí 18.

¿Cómo ganó su primer dinero?

Dando clases de Lengua y Filosofía cuando estaba en bachillerato.

¿Hizo alguna locura o disparate que le guste recordar?

Mi amiga Raquel y yo mentimos a nuestros padres para salir de fiesta cuando no podíamos hacerlo. Después, fuimos a dormir a mi casa (mis padres estaban de viaje, creían que dormía con ella) y, un poco borrachas, intentamos hacer una pizza directamente sobre la vitrocerámica. Casi incendiamos la cocina.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?

Jake Gyllenhaal, por ‘Donnie Darko’.

¿Y la primera persona que, en la vida real, le provocó una emoción inolvidable?

Estuve obsesionada con una compañera de primaria que se llamaba Nuria y era todavía más rara que yo. Llamé a mi hermana igual que a esa chica.

¿La primera canción que memorizó?

Alguna de La Oreja de Van Gogh.

¿Qué libros o películas le deslumbraron?

Leí el primer volumen de Harry Potter once veces.

¿Qué personalidad nacional o internacional fue para usted una referencia poderosa?

La escritora Laura Gallego García, autora de ‘Memorias de Idhún’.

¿Quiénes fueron sus grandes amistades?

Sigo siendo amiga de mi grupo del instituto: Raquel, Ana y Julia. No conservo a nadie del colegio.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué caló en usted con más fuerza?

La generosidad.

¿Qué o quién le desató la vocación que le ha marcado?

Las clases de Filosofía del Arte de Sandra Santana.

¿Hay algún defecto o debilidad que detectara en su infancia y que aún no ha logrado vencer?

Mi testarudez.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a cuál volvería?

Hay momentos importantes de mi vida que no recuerdo y me da rabia, como mi primer día de instituto o mi primer beso. Escogería uno de ellos.

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