el patio de mi recreo

Cristina Monge: "Yo debía de ser insoportable en el colegio"

La politóloga zaragozana recuerda su infancia, las cosquillas de su padre que tanto le hacían reír y el llanto al enterarse de que existe la muerte.

Cristina Monge, con 11 años, en las Cortes de Aragón, ante Santiago Marraco y Antonio Embid.
Cristina Monge, con 11 años, en las Cortes de Aragón, ante Santiago Marraco y Antonio Embid.
CM

Cristina Monge nació en Zaragoza en 1975. Politóloga, comunicadora, socióloga y profesora doctora de la Universidad de Zaragoza. Sus investigaciones se centran en la sostenibilidad, la calidad democrática y, sobre todo, en la gobernanza para la transición ecológica, un tema del que es una gran experta.

¿Recuerda su infancia como una época feliz?
La recuerdo a retazos y, como soy optimista patológica, recuerdo los momentos felices, en efecto. Sospecho que no fueron todos, pero los otros los he olvidado.

¿Qué le hizo reír por primera vez?
Las cosquillas de mi padre. Hay testimonio gráfico. Cada vez que miro esa foto, no consigo reprimir la sonrisa.

¿Y llorar?
Enterarme de que existe la muerte. Solo enterarme, porque entenderlo aún no lo he conseguido. Sigo pensando que la obligación de todo humano es aspirar a la inmortalidad. Hay quien dice que de eso trata el poder.

¿Qué era en el patio del colegio?
La empollona, organizadora y mandona. Debía de ser insoportable pero, como odiaba el deporte (espero que mi hijo no lea esto), no me quedaba otra. El resto jugaban al baloncesto, corrían ágiles y veloces y hacían piruetas. Tenía que buscarme otra liga, porque competitiva he sido siempre.

¿Se sentía rara, especial?
No, solo que era torpe.

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?
Leer. También bailaba, pero eso fue un poco más mayor.

¿Tenía algún complejo que le amargara?
Unos cuantos. Aún los sigo teniendo, así que mejor no seguir por ahí. Siguen siendo inconfesables.

¿Cuál fue la calle de su infancia?
La calle Almería, en Torrero, donde vivía mi abuela y yo pasaba las tardes jugando. Años después, volví a ella, pero mi hijo ya no podía jugar en la calle.

Cristina Monge, de niña, vestida de aragonesa
Cristina Monge, de niña, vestida de aragonesa
CM

¿Qué es lo que más y lo que menos le gustaba de Zaragoza?
Adoraba la niebla en las mañanas de ir al cole junto a los Pinares de Venecia. El cierzo, sin embargo, siempre me ha parecido insufrible, pese a que gracias a él podemos respirar un aire más limpio y sano que en otros sitios.

¿Cuál es el episodio que con más frecuencia vuelve a su memoria?
La mañana que mi padre me despertó en la cama de mi abuela para anunciarme que había nacido mi hermano; la mañana que mi tío me anunció en el parque Pignatelli que había nacido mi prima. El día que nació mi hijo ya no era ni niña ni adolescente, pero ese no se olvida nunca…, aún me duele cuando me acuerdo.

¿Echa de menos haber hecho algo en su infancia?
¿Se puede echar de menos algo de la infancia? Podría haber aprendido a nadar mejor, tocar el piano y hablar unas cuantas lenguas. Pero de ahí a echar de menos, yo diría que no.

¿Tenía mucha conciencia política?
Sí, mi padre provocaba largas conversaciones al terminar las cenas, y en casa siempre había uno o varios periódicos.

¿Qué imagen tenía de Felipe González?
Era un padre, una autoridad, un señor mayor que mandaba.

¿Era religiosa?
No, gracias a Dios y a las monjas del colegio.

¿De qué modo le hizo sufrir el sentido del pecado?
Fui a un colegio de religiosas. La idea de pecado sobrevolaba todo y, en especial, para las chicas, lo que tuviera que ver con la relación con los chicos. Pecado y culpa se entrelazaban en una atmósfera oscura que demonizaba cualquier deseo y el más mínimo sentido del placer. Espero que nos hayamos curado.

¿Qué obsesión forjó en esos años?
La obsesión por el estudio y el trabajo debe de venir de ahí. La responsabilidad por encima de una misma. La culpa, una vez más.

¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del ‘qué dirán’?
Más bien al contrario. Fui rebelde, como tocaba, así que cuanto más y peor dijeran, mejor.

¿Cómo ganó su primer dinero?
Como antena informativa del Cipaj, ya en el instituto. Daban una especie de beca o algo así. Luego, lo típico: clases particulares, bares de fin de semana… Lo de cuidar niños, no. Nadie se fio de mí para eso ni se me ocurrió siquiera pensarlo.

¿Hizo alguna locura que le guste recordar?
Las que recuerdo, me gustan mucho.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?
Lauren Bacall. Lo sigue haciendo.

¿Y la primera persona que, en la vida real, que le provocó una emoción inolvidable?
Un cantante bastante tiernecito cuyo nombre no recuerdo que tocó en una matinal de la sala Garden. Debía de ser muy, muy peque. Enseguida pasé al lado macarra.

¿Qué personalidad fue para usted una referencia poderosa?
Olof Palme. Lo estudié porque presenté un trabajo a un concurso convocado por el Seminario de Investigación por la Paz en el que teníamos que reflexionar sobre su figura. Me pareció fascinante. Debió de ser a raíz de su asesinato, hacia 1987 más o menos. Entonces conocí a Jesús Mari Alemany.

¿Quiénes fueron sus grandes amistades?
Los chicos y chicas de la calle. Compartíamos muchas horas, sobre todo en verano.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué caló en usted con más fuerza?
El sentido del trabajo y de la responsabilidad.

¿En qué momento pensó a qué dedicar su vida?
Quería ser bioquímica y estudié el bachiller de ciencias en el instituto Blecua. El verano que acabé 3º de BUP mi vida dio un giro, me incorporé a trabajar en la tienda de fontanería familiar e hice el COU a distancia. Tomé la decisión más sensata de mi vida: dejar la Bioquímica para cuando me jubile, y hacer Ciencia Política. No me equivoqué.

¿Qué o quién despertó su sensibilidad hacia el medio ambiente y el feminismo?
Soy de Torrero. En aquellos años eso era hablar de la pelea que llevaron los vecinos contra el trazado del tercer cinturón de circunvalación, todo un desprecio y un hachazo a esos pinares tan queridos, que hoy muestran la cicatriz. Ahí empezaron muchas cosas. Con los vecinos de Venecia, con Mariano Mérida de profe de Ciencias Naturales, con Perico Arrojo yendo y viniendo en bici o multitud de mujeres organizándose. No me quedó más remedio que ser lo que soy.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a cuál volvería?
A cualquiera en que mi padre siguiera aquí conmigo.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión