Ángeles Caballero: "Acabar siendo madre de tus padres es como ser madre primeriza"

En el libro 'Los parques de atracciones también cierran' la periodista madrileña narra, entre el humor, el desgarro y el costumbrismo, su experiencia cuidando hasta la muerte a sus padres mayores y enfermos. Esta semana se ha presentado en Zaragoza.

La periodista Ángeles Caballero, este miércoles, en Zaragoza.
La periodista Ángeles Caballero, este miércoles, en Zaragoza.
Francisco Jiménez

En 'Los parques de atracciones también cierran' la periodista madrileña Ángeles Caballero narra su experiencia cuidando hasta la muerte de sus padres mayores y enfermos. El fallecimiento de su madre, además, con el añadido trágico de haberse producido en una de las residencias de la Comunidad de Madrid durante la pandemia. El libro es, a la vez, un retrato familiar enganchante en el que Caballero despliega esa mirada natural, a escala humanísima, entre el drama y la comedia (la vida misma), que ha hecho de ella una solicitada cronista todoterreno. Actualmente, se la puede ver en televisión ('Al rojo vivo''), escuchar en la radio ('Hoy por hoy', 'Hora 25'), en podcasts ('La cena de los idiotés')  y leer en la prensa ('El País'). 

¿Se puede, o debe, estar preparado para algo como a lo que se enfrentó?
Es muy fácil decir que hay que estar preparado para la muerte, la enfermedad y la vejez. Pero en el fondo es un elefante en una habitación al que no quieres prestarle atención. Cuando te toca ponerte a cuidar, te pones. Pero el rol de ser madre de tus padres es como el de madre primeriza. No sabes hacer nada, te sientes torpe, no hay manual de instrucciones. Es imposible prepararse. Haces lo que puedes, vas por impulso, parcheas...

La idea de cuidar de un ser querido lleva aparejada tradicionalmente la de abnegación, sobre todo en España y en el caso de las mujeres. ¿Qué le dice ese término?Dependerá de lo que uno haya respirado en casa. Mis padres nacieron en los años 30. Perfectamente podrían haber sido mis abuelos. Uno de los mayores disgustos de mi madre es que al tener a mi hija no dejara de trabajar. Pensaba que cuando fuera madre se me quitaría la tontería de jugar a periodista. Y eso se mezcla con mis ganas de ser una mujer 'moderna'. Cuando toca cuidar, hay varias salidas: está el que no pringa porque así lo decide y, sobre todo, el dinero se lo permite; el que deja de trabajar (las mujeres en su mayoría) y luego está la mía, una vía intermedia. Me entregué, pero con un colchoncito que eran los ahorros de mis padres. Hay un punto de abnegación en los cuidadores, pero sobre todo una obligación. A la mayoría no le queda otra, hasta el punto de invisibilizarse. Yo, en cualquier caso, me he criado con la idea de ceder hasta el extremo.

"Cuando te toca cuidar a tus padres no sabes hacer nada, te sientes torpe, no hay manual de instrucciones. Es imposible prepararse. Haces lo que puedes, vas por impulso, parcheas..."

Habla del dinero. ¿Hasta qué punto influye en esa situación?Es un factor determinante que me parece profundamente injusto. Se depende mucho, demasiado, de la cuenta corriente. Pensar que he estado más de tres años abonando 5.500 euros al mes por la residencia de mi madre sin que ni mi hermana ni yo hayamos puesto un solo euro... Eso es un privilegio. Los desvelos son en mi caso el 20% de los de otros. Si algo he aprendido en este tiempo es a reconocerme permanentemente en el privilegio. Por eso me da vergüenza ser portavoz de nada.

"Me he criado con la idea de ceder hasta el extremo"

"Suena duro, pero hijos como yo, que metemos a una persona en un centro en contra de su voluntad, somos víctimas de una agresión verbal diaria"

Aparte de con el contexto material, de la pura logística, un cuidador lidia también con el carácter del cuidado. Hay gente que no se deja.Yo tuve las dos cosas. Un padre que pedía ayuda sin problema, a gritos aunque no lo verbalizara. Y luego a mi madre, severa y profundamente desconfiada, que decía que yo en mi casa hiciera lo que quisiera pero que en la suya ni se me ocurriera entrar.

Y resulta que acaba a su cargo.Esa parte fue lo más difícil. Suena duro, pero hijos como yo, que metemos a una persona en un centro en contra de su voluntad, somos víctimas de una agresión verbal diaria. Que tu madre te diga "ya te has salido con la tuya...".

¿Podía llegar a entender que hiciera eso?Sí, pero en ese momento me parecía profundamente injusto. Venía de cuidar a mi padre y pensaba: "Dan ganas de no venir a visitarla". Pero he sido de poner la otra mejilla, hasta el punto de que venían las trabajadoras del centro y me decían: "Te vas ya y hasta mañana no vuelves". Y hablaban después con ella sin contemplaciones. Todo aquello me parecía... Yo veía a mi madre muy vulnerable. Y en realidad ella me esperaba cada día como un perrillo... (se emociona). ¡Cómo no iba a ir a diario, aunque me dijera de todo! Ya sé que estaba enferma, que no era algo personal, pero lo que me decía se queda en un disco duro y mira ahora cómo estoy, llorando como la Zarzamora...

"Cuidándolos pasé momentos muy pudorosos con mis padres. Y solo me salvó el humor"

"Cuando oyes a alguien decir que fulano se ha muerto de una "fulminante enfermedad" a veces pienso: "Fulminante para él, a saber para los demás"​

El libro habla de sentimientos profundos (que es obvio que aún afloran), pero también de cuestiones más terrenales que a veces se pasan por alto, como la gestión del pudor.Yo pasé momentos muy pudorosos con ambos. Y solo me salvó el humor. En el caso del día en que le cambié el pañal a mi padre...

Ese episodio en el libro resulta cómicoPues no cuento que otra vez se le cayó el pantalón por la calle y se quedó en pañales. Reaccionó muriéndose de la risa. Mis hijos aún lo recuerdan diciendo: "¡Qué grande aquel día el abuelo!". O cuando tras una exploración a mi madre, me llama mi tía a ver qué tal había ido y le dije: "Bueno, pues acabo de ver el orificio por el que nací". Y las dos muertas de risa.

Se habla mucho de la capacidad salvífica del humor, pero ¿está al alcance de todo el mundo?En mi caso considero que es un pequeño "superpoder" que he desarrollado en mi casa, que ha sido una escuela de humor. Es algo a lo que nunca estaré suficientemente agradecida. Pero tengo enorme respeto por aquel que en un caso así opta por caer en un abismo de tristeza y de grisura. Porque es para eso. Yo lo viví de otra manera, pero mi libro no es un manual.

"Ponte tú a cuidar. Piensas: "¿Pero esto cuándo va a acabar?" Te sientes una rata" 

"En la pandemia, me narraron la muerte de mi madre por teléfono. Y me siento privilegiada, porque estaba ya muy enferma, pero otras personas tenían a sus padres jugando al dominó"

Y eso nos lleva al título, 'Los parques de atracciones también cierran'.El parque de atracciones soy yo. Que suena un poco a ese "los focos a mi persona" que dijo Isabel Pantoja. Tenía todo y no tenía título. Y mi marido me dijo: "¿Pero tú qué quieres contar?". Y le contesté: "Pues que estoy un poco harta de que las personas como yo, con la nariz de payaso incorporada, que parece que estamos siempre de buen humor... ¡Pues que hay veces que los parques de atracciones cierran!". A veces la gente tiene derecho de estar hasta los huevos de determinados momentos vitales que siempre se te hacen largos. Cuando oyes a alguien decir que fulano se ha muerto de una "fulminante enfermedad" a veces pienso: "Fulminante para él, a saber para los demás".

...Sí, es verdad. Ponte tú a cuidar. Piensas: "¿Pero esto cuándo va a acabar?" Y te sientes una rata. Además almizclera, que son muy feas. Son lo peor de las ratas.

¿Y el parque ha vuelto a abrir?¡Hombreeeee! Sí. Ya abrí una zona al día siguiente de morirse mi padre. Nos fuimos a un centro comercial, a comer algo rico. Aunque yo sabía que me quedaba la gran bomba atómica que era mi madre.

¿Y ahora?
Abierto al completo.

¿A pesar de las circunstancias en las que murió su madre?Eso es un tema que llevo regular. Sobre todo porque esos días siguen convirtiéndose en noticia de vez en cuando. De manera que te obligas a hacer un ejercicio de contención que a veces te sale y a veces no. A mí me narraron la muerte de mi madre por teléfono. Y me siento privilegiada, porque mi madre estaba ya muy enferma, pero otras personas tenían a sus padres jugando al dominó.

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