gastronomía

Brecha generacional en la compra: "Los jóvenes no prueban ni la caza ni las vísceras"

La cesta de la compra desvela algunos aspectos, como las tendencias de alimentación, productos que consumen los mayores y que algunos jóvenes ni conocen.

Isabel y Mercedes Langoyo, de Menuceles Mercedes en el Mercado Central de Zaragoza.
Isabel y Mercedes Langoyo, de Menuceles Mercedes en el Mercado Central de Zaragoza.
Guillermo Mestre

La cesta de la compra dice mucho de quien la arrastra. Intolerancias, gustos, tiempo del que se dispone, tamaño de la cocina, capacidad de almacenamiento, número de miembros de la familia… Y hasta la generación. Por lo general, en la despensa de un niño de la posguerra tal vez sea más habitual un pimiento seco que un frasco de salsa de soja.

La llegada de cocinas del mundo, técnicas o el ritmo de vida hacen evolucionar lo que se compra y, en definitiva, lo que se come. Productos que hace unos años eran imprescindibles de cualquier hogar, ahora pueden pasar desapercibidos en los lineales. Y al contrario, básicos de los hogares más jóvenes suenan a marciano en otros más mayores.

"¿Esto qué es?", le pregunta Pedro Malo a su abuela en un paseo por un supermercado zaragozano. "Una gaseosa de El Tigre", responde Conchita Polo, a la vez que le brinda una retahíla de usos. Esta escena no es un caso aislado: tras una encuesta a veinteañeros, es la tónica general y alucinan cuando se enteran de la existencia de estos sobres y solo algunos los recuerdan tras buscarlos en internet.

Al igual que esa anécdota, en la compra se identifica cómo condicionan ciertos aspectos, como la sensibilidad por la salud. "Yo compro este pan, con alto contenido de proteína, que tostado está rico", le muestra Pedro a Conchita, famosa en Tik Tok por las recetas que prepara para la cuenta de Maximiliana –los móviles aragoneses para mayores–. "Nosotros no lo compramos porque sabe a tierra", responde ella. Así, se observa que los más jóvenes apuestan por el trasfondo nutricional antes que por el sabor. Este hecho se repite con el azúcar blanco y la estevia o los fiambres. "Al independizarme dejé de comer jamón de York, ya que la mayoría apenas tienen carne, son más de fécula de patata, y el bueno es caro", valora Malo.

El laterío está presente en ambos carros, sin embargo, el tipo de conservas son diferentes. "Solo compro cardo u otras verduras en frasco como emergencia, pero de normal lo limpio y cocino yo", explica Conchita, a diferencia de su nieto. Lo mismo ocurre con los caldos: mientras que él suele optar por el brik, ella lo hace casero. No obstante, esto también se relaciona con las baterías que se disponen, ya que las ollas a presión no están en todas las casas.

Hace apenas dos minutos de la apertura del Mercado Central de Zaragoza y el puesto que más fila tiene es de menuceles. Bloques de sangre coagulada, cabezas de cordero abiertas, hígado, callos, sesos, lengua, corazón, bazo o librillos son algunos de los productos que lucen en el mostrador de Menuceles Mercedes –en su caso de cerdo, ternera y cordero–. "Venimos a las 6.00 y lo limpiamos todo nosotras, pieza a pieza", aseguran Isabel y Mercedes Langoyo. No faltan los fardeles de Calatayud, las bolas o las tortetas de Benasque. "Vienen de propio a por ellas", aseguran en este puesto, donde recuerdan la lonja zaragozana con decenas de puestos de cascaría y ahora se pueden contar con los dedos de la mano los que quedan en toda Zaragoza.

"Normalmente los jóvenes de 20 o 30 años no vienen, sino que se lo compra su madre"

Esos madrugadores clientes son hombres mayores. "Normalmente los jóvenes de 20 o 30 años no vienen, sino que se lo compra su madre", analiza Langoyo. En otra consulta callejera, la mayoría de los menores de 40 años fruncen el ceño cuando se les propone alguno de esos alimentos: "Jamás lo probaría". "Muchas veces damos nosotras la iniciativa de comprar y la receta de cómo cocinarlas", ríen las dos hermanas, segunda generación al frente del negocio.

las madejas gustan a todos. Eso sí, la mayoría levantan la mano cuando se pregunta si alguien quiere madejas. "Se venden muy bien, pero también las tenemos ya cocidas", destacan las hermanas Langoyo, mucho más sencillo a la hora de prepararlas en casa. Ese gusto es similar con la careta y con el morro, por ejemplo, este último se ha popularizado en las redes sociales gracias a una receta en la freidora de aire.

En algunos productos han observado un cambio de tendencia, como en las patas de vaca, que durante un tiempo apenas se consumieron y en la actualidad se demandan más, en especial, por clientes extranjeros.

"Se va a lo bonito: la paletilla o las costillas gustan, pero una cabeza no tanto –menciona Cristian Palacio, chef de Gente Rara–. Lo mismo ocurre con las frutas y verduras, no hay piezas feas". En este restaurante del barrio Jesús de Zaragoza ofrecen platos con casquería, como con sesos. "Se los comen los de edad más avanzada, a los más jóvenes les cuesta un poco, pero tenemos la suerte de que vienen con la mente muy abierta", añade Palacio.

De vuelta al mercado, la siguiente parada en la lonja zaragozana es el puesto de encurtidos. "Los jóvenes compran menos oliva de Caspe y bolvina, prefieren las hechizos", indica Sofía, de Hermanos Rezusta. "También adquieren menos legumbres a granel, bacalao para desalar y sardinas del tabal, que hay que limpiar a mano y poner a remojo, las prefieren envasadas", apuntan señalando al rosco.

Sofía muestra cómo se limpia una sardina en Hermanos Rezusta, en el Mercado Central de Zaragoza.
Sofía muestra cómo se limpia una sardina en Hermanos Rezusta, en el Mercado Central de Zaragoza.
Guillermo Mestre

"Los jóvenes no prueban ni la caza ni las vísceras del pollo -sentencia Olga Romeo, de la Pollería Olga–. Tampoco las patas de pollo, que son buenísimas para el caldo y tienen muchas propiedades". En su caso, analiza la evolución durante el más de medio siglo en el Mercado Central que trabaja allí.

"Solo quieren productos para la plancha, asar y freír"

Las piezas de caza tampoco suelen pasar por el ticket de los bolsillos más jóvenes. "Y el conejo, depende, si es para asar sí, pero para guisar nada porque se está perdiendo ese tipo de cocina, solo quieren productos para la plancha, asar y freír, aunque ahora hay una parte que regresa a las recetas de siempre porque las buscan en Google". Así, lo más popular en sus listas de las compra son los muslos de pollo, las pechugas y las alitas, sean aderezadas o normales.

La edad nada tiene que ver con el atrevimiento para investigar sabores. "Después de la guerra se querían probar novedades", recuerda Polo. Pone un ejemplo: "Los aguacates son una divinidad. La primera vez que los vimos fue de veraneo y nos sorprendieron, pero eran carísimos, ahora son más baratos y hago recetas con ellos". Esta generación ha visto llegar  los mercados surimi, gulas, patatas fritas de sabores, bebidas vegetales o mayonesa en bote, entre otros.

La llegada de nuevas culturas culinarias también transforman la lista de la compra. Conchita opta por la pasta de siempre, pero su nieto Pedro suele comprar cuscús, también humus, kéfir o tortitas. Estas son otras diferencias en términos generales, a las que se suman el tofu, seitán o vasos teriyaki.

Este contexto lleva a pensar qué productos se dejarán de comer en unos años. Es una evolución que marcan los nuevos tiempos y que ya ha sucedido a lo largo de la historia gastronómica, como ocurrió con el abandono de la vida nómada o el descubrimiento de América.

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