Al rescate de la memoria culinaria de La Almolda

Los vecinos de La Almolda han recuperado decenas de recetas familiares, algunas de las cuales no se elaboraban desde hacía años.

Portada del libro ‘La mesa de antaño y de siempre. Recetas almoldanas’.
Portada del libro ‘La mesa de antaño y de siempre. Recetas almoldanas’.
A. C.

El recetario de un pueblo es un legado inmaterial que ha pasado de generación en generación, ya sea por transmisión oral o por haber quedado ensimismado mirando a antepasados con el mandil anudado. Sin embargo, en algunos hogares esa cadena se ha roto y la herencia en los fogones no ha continuado. Está en peligro.

"Nos dimos cuenta de que algunas recetas de La Almolda se estaban perdiendo, que prácticamente no se hacían", lamenta Emilia Castillo Oliván, encargada de la biblioteca de la localidad. En este pueblo de los Monegros las han salvado con la voluntad de unos cuarenta vecinos y ahora las recopilan en un recetario coral muy coqueto: ‘La mesa de antaño y de siempre. Recetas almoldanas’.

En sus páginas se pueden encontrar recetas con sabor a niñez para muchos. Farinosos de chincharros, pajaricos fritos, mallorcas, calostro o mostillo. "¿Quién no añora el caldo o los guisos de su infancia?", pregunta Miguel Caballú, de la Academia Aragonesa de Gastronomía, en el prólogo de la publicación. "Las ideas que tenemos en la mente de recordar qué comíamos o comemos son un ancla que nos ata, o al menos nos une a la tierra natal", añade el académico.

Harina para dulces. Una de las imágenes del recetario.
Harina para dulces. Una de las imágenes del recetario.
A. C.

La iniciativa del recetario almoldano surgió a través del proyecto de animación a la lectura ‘Conociendo tu entorno’, que se organizó en la biblioteca del pueblo en 2016. La recopilación de recetas de la cocina tradicional almoldana formó parte de esta actividad. "Conseguimos unas 70 u 80 elaboraciones y nos planteamos fotocopiarlas y hacer un librito", recuerda Emilia. La idea se maduró y, finalmente, se ha hecho realidad de la mano de Carmen Carreras y de la Fundación Carreras, que también ha creado el museo etnográfico del pueblo.

Se han recuperado decenas de recetas que apenas se elaboraban ya. Por ejemplo, la larga, una merienda de niños. "Se hacía tras el amasado del pan, que ahora no es tan común. Se extendía la masa con las manos y se echaba azúcar y aceite por encima -explica Emilia-. Además, según los recursos de la casa, la podían pintar con huevo o no".

Otra de las recetas más curiosas y típicas de La Almolda que destacan es el monte nevado. Se trata de un dulce para el que hay que batir por separado la yema con dos cucharadas de azúcar y la clara, hasta que se consigue el punto de nieve. En un plato se disponen tres bizcochos empapados en mistela y sobre ella se vierte la yema batida y la clara a punto de nieve. "Solo se hacía el día de Santa Quiteria y en los cumpleaños. Fue curioso porque nos dimos cuenta de que había ido variando con el paso del tiempo", reconoce la bibliotecaria. El primero que recopilaron era muy simple, pero después aparecieron otras propuestas de familias que mojaban los bizcochos en ron y los últimos agregaban coco. En la actualidad, solo existe constancia de una familia que lo elabora una vez al año.

Esto también demuestra cómo la irrupción de nuevos alimentos, de electrodomésticos o el cambio de vida de la sociedad se reflejan en los fogones. Así, gracias a este trabajo se puede analizar que antaño la cocina era de subsistencia, con menús en base a lo que criaban en los corrales y cultivaban en los huertos. "Cada época del año tenía sus recetas -matiza Emilia-. Muestra de ello es el sartenazo, que solo se hacía el día de la matacía, que también se está perdiendo". Este plato es un guiso en base a la carne de la matacía, ajos, vino y sangre.

Oveja que bala. Una de las imágenes del recetario.
Oveja que bala. Una de las imágenes del recetario.
A. C.

"También hemos comprobado que era una cocina muy barata, pero contundente para trabajar en el campo", agrega Castillo. En este sentido, da un sencillo plato: sopa de patata. Solo es necesario un litro y medio de caldo -de pollo, gallina...- y una o dos patatas que se rallan y se añaden al caldo mientras este hierve. En unos 10 minutos está listo. "El día que la hice en casa me quedé alucinada... ¡qué buena!", confiesa esta vecina de La Almolda.

La publicación del libro -que hasta el momento se puede adquirir en el Ayuntamiento- se completa con talleres en los que se reproducen algunas de las recetas. Ya se han celebrado los de patatas huecas -que Emilia define como una especie de croqueta con patata- o del empanadón de calabaza, que se hacía en vísperas de Navidad con calabaza, pasas, piñones, azúcar, canela y un poco de aceite.

La experiencia de los vecinos de La Almolda tal vez pueda servir de ejemplo para otros pueblos que quieran cuidar sus sabores para deleitar el paladar de las futuras generaciones.

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