REAL ZARAGOZA

Dos rachas con cifras mortales: la verdadera dimensión de la crisis del Real Zaragoza

En los preámbulos de los despidos de Escribá, primero, y Velázquez, después, el equipo sumó 4 puntos de 42 posibles, un agujero negro letal: 1 de 18 es la crisis vigente y 3 de 24 se hizo entre septiembre y noviembre. 

A la izda., Cordero y Sanllehí despiden a Escribá. A la dcha. abrazo del adiós de Cordero a Velázquez.
A la izda., Cordero y Sanllehí despiden a Escribá. A la dcha. abrazo del adiós de Cordero a Velázquez.
Toni Galán/Guillermo Mestre

Muy poca gente se ha tomado en serio como debía la enfermedad que arrastra el Real Zaragoza desde muy pronto en esta liga 23-24. Ahora, a última hora, cuando ha habido que recurrir por fuerza a un tercer entrenador en un mismo año -síntoma siempre que denuncia un curso convulso y lleno de problemas serios en lo futbolístico-, ya sí que nadie se atreve a seguir esgrimiendo excusas, a hacer regates a la realidad e, incluso, atacar al analista que subrayaba la gravedad de la sintomatología cuando no era interesante para los que rigen a los sujetos pacientes. A fecha de hoy, ya no queda más remedio que admitir que semejante fracaso, de no remediarlo con cirugía certera más pronto que tarde, puede traer consecuencias letales.

Emergen hace horas unos números que baten un récord en estos años horribles en Segunda División, que ya son once. El Real Zaragoza, si se suman las dos rachas de pésimos resultados que han significado durante este torneo las destituciones de los dos entrenadores ya despedidos, Fran Escribá y Julio Velázquez, ha logrado 4 puntos de 42 disputados. Este dato, por sí solo, retrata un problema mayúsculo de solvencia que es propio de los equipos que pierden la categoría cada liga.

El desglose es fácil y contundente. En la racha sin victorias que conformó la herencia del puesto de técnico de Escribá a Velázquez el Real Zaragoza enlazó 8 jornadas a pan y agua (con un noveno partido, el de Copa, perdido en Onteniente ante el Atzeneta de la 5ª categoría española, todo ello en Valencia). Fueron tres empates y cinco derrotas. Un total de 3 puntos de 24 posibles.

Y en estos momentos, a 19 de marzo, San José, la racha que sigue viva en la herencia de Velázquez a Víctor Fernández, es de seis jornadas consecutivas sin ganar, con un empate y cinco derrotas. Es decir, un punto de 18 es el balance de este fiasco descomunal.

Si se unen ambas dinámicas perniciosas, acontecidas, una, entre septiembre y noviembre, y la otra entre febrero y marzo, la suma es mortal de necesidad para cualquier equipo: 4 puntos sumados de 42 dirimidos. Es una barbaridad. Algo que sobrepasa a la responsabilidad de los futbolistas y los entrenadores ya caídos. Esto, tratándose de una reiteración, de una repetición en un mismo año deportivo, salpica a lugares de más altura. En plural.

En la primera racha destructiva del proyecto, la que llevó de Escribá a Velázquez en el timón, el Real Zaragoza perdió 0-2 en La Romareda con el Alcorcón; empató 2-2 en Gijón; cayó 2-3 en casa con el Eibar; igualó 1-1 en Burgos; repitió tablas 0-0 en casa con el Oviedo; perdió 2-0 en Elche; fue superado por 0-2 en La Romareda por el Huesca; y, en el estreno del segundo entrenador, capotó por 1-0 en Albacete.

En la segunda espiral nociva, la que está aún abierta y hay que cerrar como sea de forma inminente, el testigo de Velázquez a Fernández ha venido de esta guisa: derrota por 1-0 en Eibar; batacazo en La Romareda con el Cartagena por 1-2; empate 0-0 en casa del Villarreal B; fracaso estrepitoso en el estadio municipal ante el colista Amorebieta por 0-1; otro bofetón sonoro en Valladolid, con derrota por 2-0; y el reciente disgusto ante el Espanyol en el estreno de Víctor en feudo aragonés (0-1).

La única razón de por qué está vivo este Real Zaragoza

¿Cómo es posible que un equipo que ha encadenado estas dos rachas tan demoledoras en una misma campaña no haya pisado nunca el descenso ni haya estado cerca de las cuatro últimas plazas clasificatorias? 

Mucho se ha escrito, hablado y valorado de los cinco triunfos concatenados del Real Zaragoza en las cinco primeras jornadas. Aquel 15 de 15 que puso al equipo líder en solitario, disparado en un agosto mágico y unos primeros días de septiembre donde el zaragocismo volvió de vacaciones pensando que este año sí, que estaban ante el anhelado año del retorno a Primera. De aquella renta extraordinaria, que terminó por ser un espejismo del tamaño de un continente, un trampantojo del que a muchos costó despegarse emborrachados de ilusión y engaño, ha sobrevivido el equipo zaragocista todo el curso. Sin esos cinco partidos que llenaron el depósito de puntos hasta la sobradera, el equipo que armaron Juan Carlos Cordero y Raúl Sanllehí en verano -entre loores y mensajes que solo admitían envoltorios bonitos y vistosos- habría pasado todo el tiempo en las dos o tres últimas posiciones de la tabla.

Si exceptuamos ese inusual y excelente arranque de liga, esta es la peor temporada de las once seguidas que ya acumula el club en Segunda. Y ese récord era difícil de batir, porque las ha habido muy deficientes, bordeando la catástrofe y el siniestro total. 

En el mismo análisis cabe gritar con fuerza ¡menos mal a aquellos cinco triunfos iniciales del equipo que comenzó a entrenar Escribá! Pero, simultáneamente, también tiene todo el sentido proclamar con fuerza lo contrario: ¡cuánto mal hizo aquella racha de cinco victorias encadenadas del principio de la liga! Esto último es así porque, esa tacada sobresaliente, terminó siendo el asidero permanente y sostén demasiado recurrente de Escribá para que Cordero y Sanllehí lo sujetaran en el banquillo mucho más de lo que la situación requería. Fue un excelente subterfugio al que acudir cuando se amontonaban las derrotas y las carencias de un equipo que se le fue en caída libre al preparador valenciano ante la quietud excesiva y sorprendente de los ejecutivos de mayor rango.

Un equipo que en dos fases de una liga, cuando se llevan 31 partidos, presenta una tarjeta de tránsito con 4 puntos de 42 sumados en dos pasajes claves que aglutinan 14 de esas 31 jornadas, es carne de cañón. Si, además, no marca goles y su balance dice que ha metido solo 28 en 31 partidos (un solo gol suma en los últimos seis), o sea, a menos de uno de media, la mezcla es explosivamente fatídica.

En ninguno de los dos casos, cuando el fútbol pidió cambios drásticos, los gestores de la entidad anduvieron rápidos de reflejos. Y apostaron por el conservadurismo. Con Escribá fue algo flagrante. En otros tiempos, con mejores diapasones en las directivas, el primer entrenador no hubiera estado ya en Elche tras caer en la Copa ante un equipo de aficionados, una gota que debió colmar un vaso que, además del ineludible trompazo en campo ilicitano, aún tuvo un último episodio gratis ante el Huesca en La Romareda para un técnico que era cadáver 15 días antes, al menos. 

En el reciente capítulo con Velázquez, los gobernantes Cordero y Sanllehí reincidieron en su posicionamiento condescendiente sin razón lógica. Velázquez viajó embalsamado a Valladolid tras haber caído en casa ante el último, el Amorebieta. No debió estar en Zorrilla. Pero es que ya fue repudiado en Villarreal 15 días antes por una afición que no lo aguantaba más, como sucedía asimismo en la caseta. En total, son cuatro o cinco jornadas (como mínimo) las que este pobre Real Zaragoza ha disputado este año con entrenadores destarifados internamente. Un lujo que puede pagar muy caro el equipo al final del torneo.

El 4 de 42 de estas dos rachas negras sin victorias de este curso es marca récord. Hace dos años, uniendo aquel trecho de 9 empates seguidos del equipo de Jim entre las jornadas 5 y 13 (adicionó, por lo tanto, 9 de 27 en ese tramo) con otro socavón que tuvo lugar entre la 22 y la 26, con cuatro empates y dos derrotas (4 de 24 puntos en seis fines de semana torcidos ante Tenerife, Mirandés, Ponferradina, Valladolid, Ibiza y Málaga), aquel Real Zaragoza firmó 13 puntos de 51 disputados en sus peores momentos. Aun así, el porcentaje es peor ahora.

Hasta el Real Zaragoza que unió el nefasto inicio de liga de Baraja que tuvo continuidad con el segundo técnico, el local Iván Martínez, en la 2020-21 se movió en términos ligeramente mejores. Hiló sin ganar 12 jornadas, con 3 empates y 9 derrotas (3 puntos de 36). Si se incluye el puntual triunfo de Iván ante el Fuenlabrada (1-0) que hizo de pespunte con dos derrotas seguidas más, en Almería y Gijón (1-0 ambas y destitución), aquel calvario dejó un saldo de 6 puntos de 42 disputados… es decir, 2 puntos más que ahora, en este análisis fraccionado del presente campeonato en marcha. 

Estos cotejos ayudan a evaluar la gravedad de lo que sucede en este Zaragoza 23-24. El riesgo es tanto o mayor que cuando se vio el descenso a Segunda B ahí mismo, tras la ventana. Solo que esta vez, por el engaño de inicio de la liga y aquellos cinco triunfos seguidos, la de la guadaña lleva escondida en la sombra siete meses sin que la mayoría la sientan. Solo los de olfato más fino y quienes solo huelen aromas naturales, no de factura artificial, saben de su presencia. El azufre y el incienso no engañan. Ni el ruido de la chaira, tan leve, tan metálico, tan sutil.

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