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La Romareda fiscaliza a Julio Velázquez

El técnico llega al partido en un momento delicado de credibilidad y tras escucharse en Villarreal gritos de la afición pidiendo su marcha

Deportes. Ciudad Deportiva del Real Zaragoza. Entrenamiento del Real Zaragoza / 19-02-2024 / FOTO GUILLERMO MESTRE [[[FOTOGRAFOS]]]
Julio Velázquez, en un entrenamiento del Real Zaragoza.
Guillermo Mestre

Julio Velázquez se acerca al envenenado umbral al que la falta de resultados, las debilidades e irregularidades del fútbol expuesto sobre el césped o la involución del juego y su identidad empujan a todos los entrenadores desde que este negocio escribió sus leyes y costumbres.

El técnico alcanza el partido contra el Amorebieta después de una fase del calendario en la que al equipo se le ha disuelto su capacidad de ganar y en la que los objetivos para los que fue contratado hace tres meses se han envuelto de dudas e incertidumbre. El empate de hace una semana contra el Villarreal B después de dos derrotas consecutivas frente a Eibar y Cartagena en un momento clave de la temporada precipitaron una tendencia peligrosa a la que Velázquez no acaba de identificarle y aplicarle las respuestas. Este asunto lo pone ahora ante los primeros juicios severos de La Romareda. Una afición que ya le dedicó su opinión de las cosas en Villarreal, ante la incrédula observación y escucha de un entrenador al que sus discursos y disertaciones ponen cada vez más en una órbita lejana a la realidad de la plaza en la que está.

En tierras castellonenses, la grada zaragocista -casi tres mil aficionados- le cantaron el ‘Velázquez, vete ya’. Cuando esa botella se descorcha en Zaragoza, suele ser el anticipo de variados acontecimientos.

El episodio de Villarreal fue el modo que tuvo la gente de expresar su hartazgo, su cabreo y su decepción con un entrenador, y con un proyecto deportivo, al que al aficionado le cuesta sentir como parte del lugar en el que está. Hasta ahora, Velázquez no solo no ha aportado soluciones de ascenso a un Zaragoza con el cuarto límite salarial de la categoría, sino que su examen y argumentación de las cosas están muy desmarcadas de la obviedades comúnmente percibidas en el terreno de juego. Un síntoma de los peores posibles.

Así, con Velázquez en una dirección y el fútbol en otra, el entrenador se sienta hoy en el banquillo siempre incandescente y ácido de La Romareda con varios miles de ojos apuntándole. El Zaragoza se juega mucho contra el Amorebieta, pero también su técnico.

Él, Velázquez, ya advirtió el viernes que no hay razones para pensar que pueda ser un día límite para su figura. Es más, salpimentó su respuesta afirmando que el equipo no venía de perder, sino de empatar. Una prueba más del desarraigo y desconocimiento del sitio en el que está. Como en la dirección deportiva tampoco hay quien pueda decírselo, sus palabras son tomadas con naturalidad dentro del club. Así, en la normalidad de Velázquez, el Zaragoza, sus dirigentes principales, optan por lo mismo: confianza y serenidad.

Al menos, hasta que el fútbol diga lo contrario. El club ya sufrió un error de cálculo con Escribá, cuando, con una dinámica de destitución, se le apuró la vida y se le expuso a la derrota en un partido con las connotaciones de aquel contra el Huesca. Aquello derivó en despido, pero también en una reacción popular que acabó en cargas policiales, jugadores acosados y La Romareda patas arriba, con un ambiente incendiado. Porque La Romareda cuando habla, habla de verdad.

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