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Se jubilan los dueños del primer restaurante abierto en Puerto Venecia: "Cuando vinimos, aquí no había nada"

Tomás Soria y Dori Carrillo abrieron La Torreta en 2009 y entonces no había otro  establecimiento hostelero; hoy son más de 40.

Dori Carrillo y Tomás Soria, ante su restaurante La Torreta, en Parque Venecia.
Dori Carrillo y Tomás Soria, ante su restaurante La Torreta, en Parque Venecia.
Camino Ivars

Jubilarse siempre es un hito. Al fin y al cabo supone cerrar un ciclo y comenzar otro nuevo. Aunque en el caso de Tomás Soria y Dori Carrillo todavía no han decidido hacía dónde se dirigirá el suyo. Son los fundadores del primer restaurante que aterrizó en el centro comercial Puerto Venecia, La Torreta, que abrió sus puertas en octubre de 2009 y que dejaron hace tres meses. Lo hicieron en buenas manos, en las de Leo, a la que todavía no han abandonado del todo.

Sentados en la terraza del restaurante que han visto crecer desde cero, al tiempo que lo hacía el resto del entorno, viajamos hasta los inicios de este matrimonio en el mundo de la hostelería. Llegaron a Zaragoza por casualidad en 1999, y quedaron completamente prendados por la ciudad, y sobre todo, por sus gentes. Eso sí, reconocen que tampoco eligieron esta profesión de una manera vocacional como suele ocurrir en estos casos.

Dori Carrillo y Tomás Soria, con Leonora Gutiérrez, en el interior de su restaurante La Torreta, en Parque Venecia.
Dori Carrillo y Tomás Soria, con Leonora Gutiérrez, en el interior de su restaurante La Torreta, en Parque Venecia.
Camino Ivars

Tomás (66), natural de Granada, trabajaba de gerente en unas bodegas en La Rioja que cerraron. “Me quedé sin trabajo y vine aquí a ver qué hacer, pero no lo tenía muy claro”, recuerda. Por aquel entonces su mujer, Dori (63), nacida en Barcelona, trabajaba como cortadora textil en un taller de costura en la capital catalana. “Lo de la hostelería ni me lo había planteado, y mucho menos lo de trabajar juntos; pero era venirme con él, o separarnos”, explica.

Así que, un poco por casualidad, o por amor, o tal vez empujados por la curiosidad de ver hasta dónde les llevaba esta aventura, decidieron coger un restaurante en el centro comercial Augusta. Porque si hay otra cosa que caracteriza la historia de esta pareja es su capacidad de dejarse llevar por la vida. “Era 1999 cuando cogimos el antiguo Rincón de Paco, y lo llamamos Casa Alberto en honor a nuestro hijo. Yo ni siquiera sabía poner un café”, reconoce el granadino, entre risas.

Alexis Rentería, en la terraza de La Torreta.
Alexis Rentería, en la terraza de La Torreta.
Camino Ivars

Los comienzos, no lo niegan, fueron “muy complicados”, pero con su capacidad de hacer frente a las dificultades y rodeados de un buen equipo profesional, lograron hacerse un hueco en el momento. “Fueron años de muchísimo trabajo”, afirman. Tanto que seis años después, en 2005, abrieron su segundo establecimiento en el mismo espacio: ‘Las brasas de Alberto’. “Ha sido una historia de amor que se ha fraguado muy poco a poco, pero reconozco que pronto le cogimos el gusto a eso de tratar con la gente cada día”, explica Tomás.

Y es que ambos admiten que 24 años después, lo mejor del trabajo siempre ha sido la gente. “Hemos visto a clientes crecer con nosotros, evolucionar en la vida, pasar etapas. Muchos se han convertido en familia”, asegura Dori. Tras la crisis de 2008, las cosas comenzaron a complicarse, al tiempo que el centro comercial empezó a venirse abajo. “Fue muy duro ver cómo un espacio que había estado tan lleno de vida iba cayendo. Por eso, cuando nos ofrecieron probar en este nuevo espacio no lo dudamos”, rememora Tomás.

Dori Carrillo y Tomás Soria, pasando el testigo de La Torreta a Leonora Gutiérrez, en Puerto Venecia.
Dori Carrillo y Tomás Soria, pasando el testigo de La Torreta a Leonora Gutiérrez, en Puerto Venecia.
Camino Ivars

De nuevo, su capacidad de anticiparse y de ver la oportunidad donde otros no la vieron entonces, les sirvió para salir adelante. Así, en octubre de 2009 inauguraron el restaurante en Puerto Venecia, el primero del lugar, cuando el centro comercial ni siquiera existía: “Cuando vinimos, aquí no había nada de lo que ves hoy. Tan solo Ikea y algún comercio más de este estilo”.

El único restaurante de Puerto Venecia

Eso sí, había muchos obreros y trabajadores en la zona, y ningún tipo de competencia. “Hasta 2013 mantuvimos los tres establecimientos, y entonces decidimos traspasar los primeros y venirnos definitivamente aquí”, explican. Desde un principio apostaron por la comida casera, la de toda la vida, y un menú del día que no tardó en enamorar paladares. “Eso y el trato personal. Cuando en 2012 abrieron los más de 40 restaurantes del centro comercial tuvimos miedo, pero la gente no nos dejó de lado”, reconoce Dori.

De hecho, orgullosa, asegura que muchos de aquellos obreros de 2009 continúan viniendo a comer con sus familias. “También gente de pueblos que viene a pasar el día en fin de semana, se acercan a comer aquí una vez al mes, como cita casi obligada. Y lo mejor de todo, todavía sigue viniendo clientela del Augusta”, dicen, emocionados. En un lugar de paso, y marcado por el trato tal vez más impersonal, presumen de contar con un 80% de clientela habitual.

Hoy, junto a Leonora Gutiérrez (43), se preparan para despedirse de la que ha sido su casa durante años. “Dejar nuestro proyecto vital en manos de una amiga de la familia desde hace 40 años es un alivio. Es como no irse del todo”, atestiguan. Y ella se muestra agradecida, aunque reconoce que siente la responsabilidad de haber dado este salto. “Para mí el mayor reto es ser capaz de continuar con este legado. Agradezco sentirme acompañada y respaldada. Eso es algo que no puede decir todo el mundo”, explica.

La paella, uno de los platos caseros típicos de La Torreta
La paella, uno de los platos caseros típicos de La Torreta
Camino Ivars

Comida casera y buen trato

Y es que si hay algo que tiene claro el matrimonio es que la comida casera y el buen trato han sido los ingredientes fundamentales que sustentan la receta del éxito de La Torreta. “Tener un menú del día casero, con siete primeros y siete segundos cada día, ha estado siempre muy valorado”, admite Tomás, que destaca que llevan haciendo paella 23 años, sin descanso. “Y sigue siendo lo primero que se acaba”, añade.

Carnes y pescados, verduras y ensaladas y una amplia variedad de raciones y tapas completan una oferta gastronómica muy poco habitual en un enclave de estas características. “Levantar este restaurante desde cero ha sido un reto maravilloso. Hemos pasado más tiempo en este lugar que en nuestra propia casa, pero ahora toca descansar y vivir con un poco de calma”, explica Tomás. Sobre futuros pasos, todavía no los han pensado, pero aseguran que, sean los que sean, serán maravillosos.

 

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