La Perla de Calatayud baja la persiana tras casi 70 años

Los propietarios del restaurante explican que un informe técnico cuestiona la estabilidad del edificio que requeriría una intervención superior a los 180.000 euros. 

Antonio Guardiola, junto a la puerta su histórico restaurante, ya cerrado al público.
Antonio Guardiola, junto a la puerta su histórico restaurante, ya cerrado al público.
Macipe

Desde hace ya dos meses la calle San Antón de Calatayud no es la misma. En este tiempo, los fogones del emblemático restaurante La Perla se han apagado y sus puertas han dejado de abrirse al público tras casi 70 años de historia. Antonio y Carlos Guardiola, socios propietarios del negocio y, desde 2005, la tercera generación al frente del mismo, han tomado la decisión de liquidar la sociedad. 

En el establecimiento, con capacidad para 80 comensales y alojamiento en 12 habitaciones dobles, trabajaban ellos dos y seis personas más. La principal razón que sostienen para poner este punto final son varios informes técnicos que señalan la inestabilidad del edificio.

"Hace cuatro o cinco años detectamos los primeros problemas: las mesas empezaban a bailar mucho", recuerda Antonio, que, para ilustrar la afirmación, pone un rollo de esparadrapo en el suelo que echa a rodar desde el mostrador de recepción hasta la calle. Años antes, explica, su madre les contó que ya tuvieron que fortalecer los pilares y determinadas zonas de la casa. "Cuando pedimos el estudio geotécnico, este nos alertaba de posibles riesgos, pero no pensábamos que fuera a ir tan rápido", asume Carlos, su hermano. Para ello se hicieron varias catas, cuyos agujeros ya tapados son todavía visibles, que evidenciaban que el edificio "era inestable y estaba bastante mal".

En julio, pidieron a otra empresa un presupuesto y la inversión mínima, aproximadamente, se acercaba a los 180.000 euros. "Es una cifra que para nosotros es inviable, por los años que tenemos y porque no tenemos continuidad familiar que venga detrás", asume Antonio. De igual forma, Carlos apunta que "según está el sector, cómo está Calatayud y cómo está el mundo…". A esa intervención, un micropilotaje en toda la parcela que implicaría un cierre durante meses, habría que sumarle la readecuación del local, propiedad de varias partes de su familia, y la incertidumbre.

"El arquitecto nos dijo que esto que se ve -dice señalando a la zona donde se aprecia la inclinación- es lo evidente y que no se sabía qué podía salir después. Vamos, que haciendo esta inversión puede haber algo más". "No sabemos la causa, si es la cimentación o el terreno", apunta Antonio. Lo que sí afirma con rotundidad es que la decisión fue "dolorosa". "Es un golpe fuerte y no acabamos de salir del shock", reconoce su hermano. "El 18 de julio hablamos con la plantilla y lo ha entendido perfectamente. No podemos estar más agradecidos con ellos por su comprensión tras tantos años juntos", explica Antonio.

Clientes de 'casa'

En el otro lado, en el de la clientela, también sienten un vacío. "Da mucha pena, porque algunos clientes venían desde hace 25 años todos los días a comer y esto ya era su casa", detalla Antonio. En el caso de Carlos puntualiza: "Teníamos 10 primeros y 10 segundos, pero te puedo decir lo que iban a pedir muchos de los que venían".

Para Merche Morte, con 18 años de periplo en la cocina de La Perla, lo peor es dejar a los clientes habituales. "Me duele mucho, porque es mucho tiempo y muchos me decían que como aquí no comían en ningún otro sitio", reivindica.

Con vistas en el futuro, cada uno tiene su opinión. "Es muy complicado aunque por delante tenemos más de 10 años hasta la jubilación", reconoce Carlos. De otra parte, Antonio asume que su idea es "algo que sea solo alojamiento". "Pero entre la pandemia, la crisis de costes… Lo pone muy difícil", asume. Y de la misma manera se aferra al optimismo: "No sabes muy bien qué hacer, pero la vida sigue, hay que buscar alternativas y las encontraremos".

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