Refugiados sirios en Aragón: "En casa no hablamos ni de nuestro país ni de Turquía, miramos al futuro"

Cemal Sivici y su familia llegaron a Zaragoza hace un año huyendo del terremoto en Turquía. Han logrado estabilidad y algo de trabajo, pero ansían ser independientes de verdad

Remi Sivici y su padre, en la terraza de una de las sedes de Cruz Roja
Remi Sivici y su padre, en la terraza de una de las sedes de Cruz Roja
Francisco Jiménez

Poco más de un año después del devastador terremoto de Turquía del 6 de febrero de 2023, que causó la muerte de unas 53.000 personas en el sureste del país, las promesas de reconstrucción chocan con la realidad. Decenas de miles de hombres y mujeres siguen viviendo en ciudades fantasma y refugios provisionales.

El sirio Remi Sivici, de 22 años, llegó a Zaragoza el 4 de marzo del año pasado junto a sus padres, su hermana mayor y dos hermanos gemelos pequeños, huyendo de ese horror. Están acogidos por Cruz Roja dentro del programa de refugiados. Evita hablar de su tierra natal en guerra y de cómo está hoy el país que los acogió como refugiados. Fueron víctimas de un racismo que asegura con una sonrisa no ha encontrado en España. Su drama es doble, huyeron de su hogar en Siria por la guerra en 2012 y, ya en territorio turco, el seísmo les obligó a desplazarse de nuevo.

"En casa no hablamos ni de Turquía ni de Siria, preferimos mirar hacia el futuro. El pasado lo dejamos atrás, ha sido muy duro y mejor no recordarlo", cuenta Remi en español sin necesidad de intérprete. Durante la charla se convierte en el portavoz de la familia y habla con soltura, aunque reconoce que algunas preguntas no las entiende del todo bien. "Los gemelos, Iman y Ziya, que van a 2º de la ESO hablan mucho mejor y lo comprenden todo. Yo además de ir a clase de español intento hablar con gente, porque si no practicas no vale para nada", dice.

A través del plan de empleo de Cruz Roja hizo un curso de logística y desde hace tres semanas trabaja "encantado" en una fábrica de piezas de automoción. En estos momentos es el único que lleva un sueldo al hogar.

Su hermana Reme, de 26 años, está estudiando en una escuela de adultos un curso de competencias clave que acredite que tiene los conocimientos suficientes de español, matemáticas y lengua para acceder a cursos del Inaem (Instituto Aragonés de Empleo). Tiene el título de técnico de laboratorio de su país, pero aquí está más interesada en hacer alguna formación relacionada con el comercio porque le gustaría trabajar en alguna tienda de ropa.

Reme es tímida y prefiere no hablar demasiado, pero cuando coge confianza y se suelta se hace entender bastante bien en español. "En clase tengo amigas sobre todo de Ecuador, Perú y Colombia y hablo con ellas", dice. Lo que más destaca de la capital aragonesa es "la gente, muy agradable".

El obstáculo del idioma

Los dos hermanos mayores coinciden en que se han acostumbrado "bastante bien" a la ciudad, que les gusta por su tamaño y "por el clima". Remi cumple años el 12 de octubre y lo celebró a la grande. "Envié fotos por el móvil a mis amigos y les dije que la fiesta era por mí", bromea. Ahora se han apuntado a un gimnasio.

La integración está resultando más complicada para los padres, Cemal y Gefe, de 58 y 51 años, respectivamente. Ambos acuden a aprender español pero no hablan ni una palabra. El progenitor mira con orgullo a Remi durante la conversación y le pide a su hija que le traduzca lo que va contando. "Se relacionan sobre todo con otros sirios, con casi nadie de aquí", reconoce Remi.

La familia se encuentra todavía en la primera fase del programa de refugiados de Cruz Roja, aunque ya está en un proceso de búsqueda activa de vivienda de alquiler por su cuenta. No les resulta sencillo por los elevados precios y la falta de avales. Remi confía en que la situación mejore si su hermana comienza a trabajar. Tienen ganas de "ser independientes de verdad, de vivir por nuestra cuenta". Por ahora no han salido de la capital aragonesa, pero Remi está deseoso de viajar y conocer algo más de la región y el país.

En Zaragoza han empezado a encontrar la estabilidad con la que soñaban tras una azarosa vida. Al estallar la guerra en Siria salieron de su hogar, a siete kilómetros de Damasco, en 2012. Escaparon a un pueblo de Alepo, donde habitaron durante tres años en las escuelas hasta que los bombarderos les obligaron a huir a Turquía. El 6 de febrero de 2023 el suelo tembló bajo sus pies de madrugada y acabaron durmiendo en una furgoneta prestada.

A España llegaron 89 ciudadanos sirios que tienen reconocida su condición de refugiados. De ellos, 17 acabaron residiendo en la Comunidad aragonesa. Otra familia atendida por Cruz Roja ya se encuentra en la segunda fase del programa viviendo con mayor autonomía en un piso de alquilado. La lucha de todos es integrarse, lograr una independencia económica y social y echar raíces. Unos lo logran en los 18 meses que dura el programa, a otros les cuesta más tiempo rehacer sus vidas prácticamente desde cero.

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