Qué se puede esperar de Albania, el destino asequible de moda

El nuevo destino desde Zaragoza asomado al Adriático ofrece costas aún muy desconocidas que ganan atractivo temporada a temporada gracias a sus precios competitivos.

El espectacular azul del mar en la playa de Gjipe, en Albania.
El espectacular azul del mar en la playa de Gjipe, en Albania.
Ana Usieto

A orillas del Adriático y del Jónico, Albania pierde temporada a temporada su condición de ser uno de los últimos rincones desconocidos del Mediterráneo. Destino de moda, sus costas hasta hace poco a salvo de cruceros y del turismo de masas suponen una alternativa más económica en un escenario de inflación, de vuelos y hoteles con los precios por las nubes. Es además una alternativa original y sorprendente frente a viajes trillados.

Pequeño gran secreto hasta avanzada la primera década del siglo XXI, en el verano de 2023 Albania forma parte de oferta habitual en las agencias de viaje. Recibe vuelos de media mundo, incluyendo algunos recién anunciados, directos y en formato chárter desde Zaragoza.

El zaragozano Chema Peralta ha sido un visitante habitual del país desde que lo descubriera en 2015, un poco por casualidad. "En realidad -recuerda-, estaba buscando hoteles por la zona de Rímini y Bríndisi, en Italia, cuando vi un hotel espectacular, cobijado en un acantilado sobre el mar. Estaba en Albania y me sorprendió muchísimo". Animado por ese alojamiento de ensueño, Peralta desembarcó en el verano de hace casi ocho años en un rinconcito de Vlöre, ciudad portuaria en la mitad sur del país. Allí llegó junto a su pareja desde Tirana, donde aterrizaron en un avión salido de Barcelona con escala en Praga. No había vuelos directos desde España.

La experiencia fue tan grata que han regresado otras tres veces consecutivas más  (en esas ocasiones volando desde Zaragoza a la capital albanesa, al norte del país, con escala en Bérgamo). La quinta visita, para ver los conocidos como los Alpes albaneses, fue frustrada por la pandemia.

El túnel de Palermo en Albania, antigua base secreta sovietica de submarinos.
El túnel de Palermo en Albania, antigua base secreta sovietica de submarinos.
Ana Usieto

Peralta destaca de Albania sus paisajes, que combinan bonitas playas de aguas cristalinas con escenarios interiores y montañosos. "La gente es increíble, majísima, también lo son la comida y los precios, al principio tiradísimos. Lo que siempre tuvimos claro es que, por desgracia, todo eso podía acabarse pronto, que el turismo de masas y las multinacionales llegarían".

Ocho años después de aquel primer viaje, la realidad parece darle la razón ("las últimas veces que fuimos ya empezamos a ver cómo proliferaban las urbanizaciones de adosados").

Como es natural, en estos años ha ido aumentando el presupuesto necesario para visitar Albania. Principalmente por la demanda creciente, pero también por la calidad de la oferta.

Por ejemplo, un hotel de cuatro estrellas con buena puntuación en Booking en la zona playera de Dhërmi que en julio de 2017 costaba 45 euros la noche para tres personas, hoy cuesta 200. En las afueras de Sarandë, capital turística por excelencia, un hotel con playa privada en las afueras costaba 60 euros la habitación triple por noche en julio de 2017. Seis años después, en las mismas fechas, el doble, 126.

Playas en Ksamil (Albania).
Playas en Ksamil (Albania).
Ana Usieto

Comer sigue siendo muy barato. Sentarse en un restaurante no tiene por qué sobrepasar los diez euros por persona. Una comida o cena sin privarse de nada puede ascender a los 25 como mucho. Hay además muchas opciones, de los kebabs o las pizzas al marisco y los pescados frescos. La vecindad con Grecia se explicita sobre todo en la gastronomía: el 'tzatziki' es delicioso, así como el cordero, como el que sirven en el paso montañoso de Llogara (entre Sarande y Vlöre). 

Albania sigue por tanto subida al carro de los precios competitivos, sobre todo en relación a 'rivales' más directos, como las costas italianas orientales y Corfú, isla griega con la que está comunicada por barco en apenas una hora. En cualquier caso, es importante subrayar en este sentido que Albania se mantiene como país emergente, con ciertas limitaciones aún con respecto a esas costas vecinas, con más solera turística y despliegue de medios. 

Qué ver y qué hacer en Albania

La condición fronteriza de Albania con varios países es otro de los indudables atractivos de Albania. Está a golpe de barco de la Puglia italiana con varios ferris al día entre Vlöre y Bríndisi. A tiro de piedra está también de Corfú Town, la capital de la isla griega que hiciera famosa el naturalista Gerald Durrell.

La localidad albanesa de Gjirokastra.
La localidad albanesa de Gjirokastra.
Ana Usieto

Explorando por el interior, Albania se asoma a Kosovo, Moldavia y Montenegro, países igualmente emergentes en lo turístico y de los que la separan increíbles paisajes de montaña, todavía muy vírgenes.

Hacia el sur se llega a la Grecia continental, en concreto a las tranquilas y familiares playas de Épiro.

Cultural e históricamente, Albania atesora enclaves singulares. Los terribles años bajo el yugo de Enver Hoxha han dejado una huella de la que el país ahora, como mal menor, saca partido turístico. Preso de la paranoia, el dictador aisló completamente al país (un poco a la manera en que ahora lo hace Kim Jong-un en Corea del Norte). Obsesionado con una invasión, construyó desde 1960 hasta su derrocamiento, en el 91, más de 170.000 búnkeres que forman parte del paisaje y la vida cotidiana del país. Legado de aquellos años es también el túnel de Palermo, una estación secreta de submarinos soviéticos, apreciable ahora desde la carretera (hay que decir en este punto que Albania es bastante asequible por carretera y una opción excelente para recorrer el país en coche de alquiler).

Uno de los numerosos búnkeres que pueden encontrarse a cada paso en Albania.
Uno de los numerosos búnkeres que pueden encontrarse a cada paso en Albania.
Ana Usieto

Los pueblos más bonitos de Albania

Otras paradas obligadas son tres de los pueblos más bonitos del país. Uno es Berat, conocido como el de las mil ventanas. Otro, Gjirokastra, un deleite medieval ciudad natal Hoxha, pero también de Ismail Kadaré, el más famoso escritor albanés. Y Shkodër, con su castillo reflejado en un lago.

Sin dejar el interior, Albania cuenta con muchos y variados parques naturales y nacionales, como el de Theth o Valbonë (con sus Alpes albaneses).

Las playas de la Riviera albanesa

Pero si por algo se ha popularizado el país es por su llamada Riviera albanesa, que se extiende desde Vlorë hacia el sur, hasta Sarandë. No es este último el enclave costero más bonito, pero sí un animado y agradable punto de partida donde los ritmos electrónicos de los chiringuitos se mezclan al atardecer con el canto del muecín (Albania viene de décadas como único país del mundo con el ateísmo declarado de manera oficial, pero mantiene su tradición musulmana, además de otros cultos cristianos).

El ojo azul (blue eye) de Albania.
El ojo azul (blue eye) de Albania.
Ana Usieto

Como sucede en prácticamente todo el Adriático y el Jónico, las playas son de guijarros, aunque están organizadas a la griega o italiana: esto es, con sombrillas y tumbonas de pago, a precios mucho más asequibles que sus vecinos de enfrente.

La experiencia de baño está a la altura de las playas más bellas del Mediterráneo: aguas turquesas cristalinas y muy pocas olas. Como las de Ksamil (por desgracia víctimas ya de la avaricia hostelera, aunque aún encantadoras) o especialmente la cala de Gjipe, cerca de Dhërmi, un oasis al final de un desfiladero al que se llega a pie tras una media hora de paseo.

Desde Sarandë se pueden hacer varias excursiones si se quiere descansar del playeo. Dos son las más recurrentes: a las ruinas de Butrinto, un parque arqueológico que da cuenta del paso de griegos, bizantinos y venecianos; y al Ojo Azul (Blue Eye), un capricho natural que tiñe las aguas del río Bistricë de un sorprendente turquesa.

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