Raúl Compés: "El olivo es el árbol de la paz en todas las culturas"
Compés (Zaragoza, 1962) dirige Ciheam Zaragoza, que se dedica a la agroalimentación y es el único ente internacional cuya sede española está en Aragón.
¿Qué labor lleva a cabo el Centro Internacional de Altos Estudios Agronómicos Mediterráneos de Zaragoza (Ciheam, en sus siglas en francés)?
Somos una organización dedicada a la cooperación agroalimentaria. Es decir, intentamos ayudar a los países en desarrollo del Mediterráneo a resolver problemas de seguridad alimentaria, de desarrollo sostenible, de aprovechamiento de los recursos naturales y de desarrollo de las zonas más vulnerables, en particular el medio rural y las zonas costeras.
Recientemente inauguraron el ‘Jardín de la paz’ en el parque de la Aljafería de Zaragoza, compuesto por 22 olivos de diversos rincones del mundo. ¿Qué mensaje querían transmitir con ello?
El olivo es el árbol de la paz en todas las religiones y culturas, y el cultivo mediterráneo por excelencia. Poner juntos 22 de ellos procedentes de 21 países y variedades diferentes manifiesta el espíritu de convivencia que debería guiar la relación entre los estados del Mediterráneo y a nivel global.
En un momento como el actual, con varios conflictos armados y guerras en países como Ucrania, ¿cuál es la forma más efectiva de luchar por la paz?
Nosotros intentamos establecer mecanismos de cooperación entre países. Tratamos de impulsar la formación, las relaciones entre expertos, compartir buenas prácticas sobre diversas políticas y contribuir a paliar las crisis que puedan producirse. El caso de Ucrania, por ejemplo, ha desencadenado una crisis del precio de cereales y fertilizantes, y los países del norte de África son importadores netos de estos. Por ello, hemos intentando promover un mecanismo de alerta para que puedan gestionar mejor sus importaciones y ‘stocks’ y asegurar así su abastecimiento.
Ciheam se estableció en Zaragoza hace más de medio siglo. ¿Qué les ha aportado la ciudad en todo este tiempo?
Estamos en el Campus Aula Dei, donde convivimos con tres centros del Gobierno de Aragón y tres del CSIC, con los que tenemos múltiples relaciones porque todos se dedican a la I+D+i agroalimentaria. De hecho, el centro se instaló aquí porque Zaragoza y el valle del Ebro en su conjunto son muy potentes en este sector, contando con clústeres e industrias con los que tenemos vínculos. Además, es importantísima la colaboración con la Universidad de Zaragoza, con la que ya tenemos un máster conjunto y estamos trabajando para tener otro en el futuro.
En su opinión, ¿qué camino cree que debería seguir la cooperación al desarrollo?
Debe estar basada en las necesidades de los países en desarrollo y tener en cuenta la creación de capacidades, pues hay que ayudarles a que puedan gestionar sus propios procesos. Asimismo, hay que garantizar la transferencia de conocimiento, de forma que este sea aplicable y útil para ellos.
El olivo es el protagonista de muchas de sus actividades de formación e investigación. ¿Los de Aragón son dignos de estudio?
Por supuesto. Aunque el sector de producción de la Comunidad no sea tan grande como el de otras zonas del país, se produce un aceite de mucha calidad, sobre todo con la variedad empeltre. Además, contribuyen al paisaje, forman parte de la cultura de varias comarcas y es una fuente de actividad muy importante ligada a la gastronomía y apreciada por los aragoneses.
Nació en Zaragoza, pero ha desarrollado la mayor parte de su carrera en Valencia. ¿Qué le supuso volver a su ciudad para dirigir la organización en 2021?
Volver está siendo emocionante, ha sido un regreso a los orígenes. Aquí está mi familia y mis amigos de la infancia y la adolescencia, y además, lo he tomado con mucha ilusión al verlo como una oportunidad de hacer algo por mi tierra. Al vivir aquí me será más fácil comprometerme con Aragón e intentar hacer del centro una entidad más sólida y fuerte que sea más conocida en la Comunidad, así como unir lo regional con lo internacional.
