Por
  • José María Serrano Sanz

El mejor de la Historia

Santiago Ramón y Cajal en su despacho, siempre cerca de su microscopio.
Santiago Ramón y Cajal en su despacho, siempre cerca de su microscopio.
Cajal/Puz.

Nuestro Santiago Ramón y Cajal acaba de ser elegido por votación popular en un programa de televisión "el mejor español de la Historia". Con independencia de la representatividad que se pueda atribuir a esa votación, es interesante y reconfortante comprobar de nuevo la buena imagen que siempre acompaña al sabio aragonés. 

Y uno no puede dejar de preguntarse qué habrá movido a esas personas a votar por Cajal, qué admiran de Cajal. Ortega y Gasset, con ese dejo pesimista que con frecuencia le salía, se quejaba de que se admiraba a Cajal con fe, pero nadie entendía lo que había descubierto. Marañón y Unamuno, en cambio, pensaban que se admiraba al hombre capaz de hacer un esfuerzo titánico y sobresalir, por eso no importaban mucho sus avances científicos concretos. También Joaquín Costa: "Opulentamente dotado de fe, de tenacidad y de una maestría insuperable quiso triunfar y ha triunfado", escribió con motivo del Nobel.

Creo que esta es la interpretación correcta, porque resalta la ejemplaridad. Y acaso hay otro elemento importante en la imagen pública de Cajal y es su compromiso con el destino colectivo. Un compromiso bien expresado con su disposición a aceptar puestos de responsabilidad en la gestión de la salud pública o la investigación, aunque le restaran tiempo para sus investigaciones científicas. E incluso con sus declaraciones a la prensa en momentos críticos de la vida social, como ocurrió en el 98 o durante la Gran guerra. Quizá no se conoce bien a Cajal, pero todo lo que se sabe de él mueve a admirarlo.

José María Serrano Sanz es académico de Ciencias Morales y Políticas y catedrático de Economía de la Universidad de Zaragoza

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