Por
  • José María Serrano Sanz

Geoestrategia

La Rusia de Putin es políticamente débil, pero correosa en lo militar.
La Rusia de Putin es políticamente débil, pero correosa en lo militar.
Evgenia Novozhenina / Reuters

Al orden internacional de hoy no cabe aplicarle calificativos tranquilizadores. 

Tanto si el factor dominante es la ‘trampa de Tucídides’, pensando en el juego de poder entre Estados Unidos y China, como si estamos ante un nuevo imperialismo ruso o, finalmente, el cáncer de Oriente Próximo se revela incurable, la inestabilidad parece ser denominador común de tiempos venideros. Si de algo nos hallamos lejos es del pretendido ‘fin de la historia’, predicado con una mezcla de ingenuidad y optimismo tras la caída del muro, aunque Yugoslavia debería habernos alertado ya entonces.

Los jalones principales de esa cura de realismo han sido: los atentados de las Torres gemelas, el Pentágono, Madrid y Londres, los fallidos intentos de estabilizar Afganistán e Irak, el fracaso de las democratizaciones en las llamadas primaveras árabes, la invasión de Crimea y después de Ucrania por parte de Rusia, la inestabilidad crónica en el Sahel y los actuales conflictos de Gaza y el mar Rojo. Acontecimientos todos ellos que prueban a un tiempo las dificultades de Estados Unidos para seguir ejerciendo una hegemonía indiscutida (y la posible vuelta de tentaciones abandonistas), el enigma chino y la impotencia de Europa. También nos hablan del misterio de un país con una economía limitada como Rusia, pero política y militarmente correoso; la Unión Soviética fue derrotada en el gran juego de la guerra de las galaxias, que reclamaba cuantiosos recursos, pero Rusia parece cómoda con las nuevas y más baratas formas de conflictos híbridos.

José María Serrano Sanz es académico de Ciencias Morales y Políticas y catedrático de Economía en la Universidad de Zaragoza

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