Por
  • Javier Sebastián

Comedias

Puigdemont, durante su rueda de prensa en Bruselas
Puigdemont
Efe

En un país en el que se estrena una serie sobre el Pequeño Nicolás y no hay revueltas por las calles cualquier cosa es posible. Por ejemplo, que te hagan presidente de un supuesto gobierno paralelo en el exilio por 8.263 votos. 

Para que se hagan una idea: tres veces menos de los que necesitó Laporta para ganar la presidencia del Barça. Lo que oyen. Recientemente le ha pasado a Puigdemont. Eso, de un censo de 89.970 inscritos que pagan su correspondiente cuota para que los dejen votar. Porque si no pagabas, puerta. Es lo que tiene el teatro, que te obliga a rascarte el bolsillo para conseguir butaca. O sea, que le votó el 9,18% de los que podían hacerlo. El resto se quedó en casa comiendo palomitas, como le gusta decir a su abogado Boye. Pero esperen, porque si atendemos al censo de 5.689.136 electores en Cataluña que podían haberse sentido concernidos por las elecciones al Consell per la República y a los que Puigdemont pretende representar, nos da la cifra de 0,14%. No hay palabras: presidente ante la indiferencia del 99,86% de la población.

Este hombre es un comediante bárbaro. Y sin embargo, ahí lo tienen ustedes, monarca absoluto de su república. Y de Junts. Otra cosa igual: Junts, ese nombre. Podían haberse llamado ‘Separats’, ¿no? Hubiera sido más clarificador. Pero la separación no tiene tanto predicamento como la unión, que siempre es conciliadora, así que mejor llamarse al revés, como un palíndromo de sí mismos. Aunque resulte un poquillo falsario. De Aristófanes a Ionesco, así son las comedias. El caso es que algunas pueden ser muy desestabilizadoras.

Javier Sebastián es escritor

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