Por
  • Javier Sebastián

Al revés

Al revés
Al revés
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Me llama un teleoperador. No, no estoy interesado, le digo. ¿Ah, no?, pues váyase usted a la mierda. Y va y me cuelga. Diría que si a alguien le tocaba colgar era a mí, y no digamos en cuanto a lo de mandar a la mierda. 

Sin embargo, todo ocurrió al revés. Más tarde, en el bus: Cinco suspensos, dice un joven. Nada, tú tranquilo, piensa que los profesores se adaptarán a ti y acabarán aprobándote. Me acordé entonces de un correo que me enviaron de la ‘London School of Economics’ en el que me pedían informes sobre un estudiante mío que quería matricularse en un curso. Un berzas era, el pobre. ¿No se suponía que a esos sitios iban solo los más capaces? Todo al revés. Vamos, igual que lo que dijo el otro día el concejal Flores, de Vox: un ciclista emite más CO2 que un peatón. El caso es que no parece que lo diga porque esté preocupado por lo que él mismo llama "timo climático". ¿Deberíamos concluir de sus afirmaciones que hay que dejar la bici y coger más el coche? Con la boca cerrada también se emite menos CO2, es un hecho. De cena con un grupo de amigos: resulta desolador que muchos profesores tengan que pagar a las revistas científicas para que publiquen sus investigaciones, si no, no amplían el currículum. Pagar para tener un trabajo, así se llama a eso. ¿O me equivoco? Por la noche veo en las noticias que los que presumen en el Congreso de cobrarse "a tanto la pieza" le dicen al amnistiador que no quieren ser amnistiados, y que o se esmeran más o colorín colorado. Y que el que ríe el último ríe mejor. Y que van a caer muchos. Homérico, como dice Michaleen Flynn en ‘El hombre tranquilo’. Lo dicho, el mundo al revés.

Javier Sebastián es escritor

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