Por
  • Carlos Ferrer Benimeli

Mucho más que producir alimentos (II)

Imagen de archivo de un agricultor labrando con tractor la tierra.
Imagen de archivo de un agricultor labrando con tractor la tierra.
EFE

En mi anterior artículo sobre la agricultura (HERALDO, 14 de febrero) hacía hincapié en su papel como ‘motor de arranque’ de la economía general. Este lo dedicaré a las otras funciones no relacionadas con el suministro de alimentos para los humanos. 

En efecto, la agricultura también produce alimentos para el ganado (forrajes y granos) y otros productos no alimentarios: fibras vegetales (lino, cáñamo, algodón), tabaco, plantas aromáticas, plantas tintóreas y cultivos para su transformación en biocombustibles. Entre los productos ganaderos hay que citar pieles, lana, cuernos, fuerza de transporte y tracción, estiércol, plumas, cera, propóleos, seda, etc. Y del subsector forestal: madera, leña, corcho, exudados, pastos, caza, pesca, frutos silvestres, setas, etc.

Pero ya desde el año 2000 la UE, mediante la PAC, reconoce también a la agricultura otras funciones ecológicas, socio-culturales y éticas, la llamada ‘multifuncionalidad del sector agrario’. Como funciones ecológicas se contemplan: el mantenimiento de la biodiversidad espacial (el ‘paisaje en mosaico’) y de la biodiversidad específica (vegetal y animal); la limpieza del monte frente a los incendios forestales, principalmente mediante el pastoreo del ganado; el papel de los campos de cultivo como cortafuegos; la conservación de espacios protegidos, etc. Como funciones socio-culturales: el mantenimiento de la población rural; la ‘pluriactividad’ de la economía rural; la conservación de valores y rasgos culturales y tradicionales; el mantenimiento de herbívoros silvestres para la caza y la observación; la vigilancia del medio natural; el disfrute de espacios protegidos, etc. Y entre las funciones éticas: la sostenibilidad frente al productivismo a ultranza; la calidad de vida de los agricultores; el desarrollo rural; el bienestar de los animales; etc.

La agricultura y la ganadería no solo aportan a la sociedad alimentos y otros bienes económicos, también prestan servicios ecológicos, socioculturales y éticos, que componen la llamada ‘multifuncionalidad’ del sector agrario

Pero, por otro lado, debe reconocerse que la actividad agraria compite mal con las actividades industriales y de servicios y tiene más servidumbres: trabajos penosos al aire libre y con frecuencia bajo condiciones ambientales molestas; inseguridad en la producción por una alta dependencia de la meteorología (sequía, heladas); precios de los productos no garantizados; horarios muy variables y a veces muy prolongados; incompatibilidad del trabajo con fiestas y vacaciones; falta de servicios básicos cercanos (médico, farmacia, comercio, escuela, banca, transporte), etc.

En 1989 un memorándum del Consejo de Ministros de Agricultura de la entonces CEE ya reconocía que "no es posible conservar la naturaleza en su conjunto sin la existencia de una población suficiente en el mundo rural y con un nivel adecuado de servicios e ingresos". Por ello, para la "sostenibilidad social y el desarrollo" de la población rural hay que contemplar primas, subvenciones y pagos, mantener los servicios y las comunicaciones y estimular la continuidad familiar. Pero también debería abandonarse la política del ‘tutelaje ilustrado’ urbano y académico, y dar mayor protagonismo a las iniciativas endógenas basadas en los conocimientos empíricos de los propios agricultores. ¡Oigámosles y no esperemos a que saquen sus tractores a la carretera!

Carlos Ferrer Benimeli es profesor jubilado del Departamento de Ciencias Agrarias y del Medio Natural de la Universidad de Zaragoza

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