Por
  • Marcos Garcés

¿Qué está pasando en el campo?

Imagen de archivo de un agricultor labrando con tractor la tierra.
Imagen de archivo de un agricultor labrando con tractor la tierra.
EFE

Muchas cosas. Aunque desde fuera no se vea, quizá es el momento de la historia reciente donde más frentes de batalla tenemos los agricultores españoles y europeos. La prueba es el río de protestas que se extienden por Europa y que mezclan motivos nacionales y comunitarios y un probable fin de modelo de producción.

Estamos inmersos en niveles de inestabilidad altísimos provocados por el cambio climático, la veloz montaña rusa de precios y los vaivenes legislativos. El clima cada vez muestra fenómenos más extremos que destrozan cosechas mientras los costes de producción se disparan y los precios de nuestros productos no suben de igual manera, o incluso caen. A su vez, hay un aluvión legislativo y de exigencias, acertadas y erróneas, sin una pedagogía previa, que vienen a cambiar muchas prácticas habituales. Y hay que sumarle el perjuicio económico, y la humillación, que supone la entrada de productos de terceros países con estándares de calidad y exigencias muy inferiores a los nuestros y tener que competir de tú a tú en un lineal con ellos porque no hay un etiquetado claro. Hablamos de alimentos. Por si fuera poco, de vez en cuando desde la política se vierten discursos, carentes de empatía, que criminalizan al sector y provocan una ruptura del diálogo y una sensación de objetivo extremadamente atacado. Añadir lo que un agricultor tipo es, un autónomo que para serlo necesita tener detrás inversiones desorbitadas con amortizaciones cada vez más lentas y peligrosas.

Mientras ocurre todo esto, hay fondos de inversión que aterrizan en el campo y que, gracias a su capital, desplazan a los agricultores para hacer megaexplotaciones destinadas a menudo a exportación donde estos serán trabajadores que habrán perdido el control sobre su trabajo. El resultado es que en el campo hay mucho miedo al futuro y esto se refleja, por ejemplo, en que los índices de suicidio de los agricultores son un 20% superiores a la media nacional de algunos estados miembros.

Las actuales protestas en el campo se sustentan con sólidos argumentos pero el problema es que se están potenciando y capitalizando desde la extrema derecha, haciendo perder fuerza al mensaje en la sociedad. En cualquier grupo de whatsapp de agricultores, en redes sociales, incluso en las televisiones, proliferan vídeos de pintorescos personajes que, con un discurso antitodo, con insultos y prepotencia, pretenden capitanear estas protestas con mensajes antieuropeos, anticlimáticos, sin una sola propuesta, que prefieren quedarse como están a participar en el desarrollo del sector. Y es una pena que en un momento tan delicado para el campo se proyecte esa imagen.

Yo soy agricultor y estoy concienciado con la lucha contra el cambio climático y con la mejora de mi suelo. Intento que mi explotación sea lo más eficiente posible medioambiental y económicamente sin bajar la producción. Es evidente que tenemos que adaptarnos, como en todos los sectores, más aún ahora que sabemos que no solo podemos bajar la huella climática, sino que podemos ser sumidero de carbono, guardándolo en el suelo. Pero a la vez es verdad que cada vez estamos más ahogados por normativas carentes de sentido, ahogados económicamente y ahogados socialmente en territorios despoblados y carentes de servicios.

La agricultura, además de un sector económico, es un servicio público, proveemos de materias primas alimenticias a la sociedad, mantenemos el medio ambiente que las urbes abandonaron cuando crecieron y vertebramos el territorio. Es una decisión de toda la sociedad qué modelo de agricultura queremos. Nuestras sociedades urbanocéntricas desconocen lo que es el medio rural, lo idealizan y apenas se preocupan por cómo, quién y dónde se han producido los alimentos, y eso se refleja en las políticas agrícolas, pero hablamos de salud y medio ambiente. El sector está tan tensionado que está a punto de romperse sin vuelta atrás. Ya vamos camino de tener una agricultura sin agricultores.

La agricultura está en una encrucijada y necesitamos que la sociedad nos acompañe en esta transformación, que se involucre. Que los vociferadores anti-todo y pro ‘que nos dejen hacer lo que nos dé la gana’ no consigan despistarnos de los verdaderos problemas. Ellos tienen otros objetivos.

Marcos Garcés es agricultor y ganadero

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