Por
  • Pilar Clau

Seleccionar la simiente

Seleccionar la simiente
Seleccionar la simiente
Pixabay

Otoño es tiempo de siembra y tiempo de cosecha. Se siembra el trigo y se recoge el maíz. Cada uno siembra lo que quiere recoger, como en la vida. Mi hermano es agricultor y antes lo fue mi padre, ambos grandes maestros de la vida. 

A veces no estoy contenta con los frutos que recojo, quizá no eché suficiente abono o eché demasiado, tal vez no regué a tiempo o no esparcí la semilla adecuada. La próxima vez lo haré mejor.

"Lo que escriba que sea mejor", decía mi admirada poetisa Ida Vitale la semana pasada en una entrevista. Y la misma semana el ajedrecista Manuel Álvarez le contaba a su entrevistador que aspiraba a mejorar su ELO (sistema que calcula el nivel de habilidad de los jugadores de ajedrez). Ambos son centenarios, tienen un gran sentido del humor y una vivísima curiosidad por los demás. No les pesan los años, no tienen prisa, se centran en el presente porque saben que el pasado no se puede cambiar: "Lo que pasó pasó", dice Vitale. Asumen, aceptan y tienen ganas de continuar, de actuar; tienen voluntad. Uno no puede sentirse nunca satisfecho consigo mismo si no actúa.

A veces corremos el riesgo de dejarnos llevar por la corriente de la vida. Nos arrastran los compromisos, lo que los demás esperan de nosotros, nuestro afán por complacer... y hacemos lo que se suele hacer o lo que otros desean. No seleccionamos la simiente y, cuando llega la cosecha, no reconocemos nuestros frutos. Las malas cosechas sirven para aprender. Si se consigue extraer la enseñanza, el aprendizaje es extraordinario y los frutos, mejores. Lo importante es que nada nos impida seguir actuando. Si el pedrisco ha arruinado la cosecha de trigo, mi hermano se apresura a recoger lo poco que ha quedado y a continuación prepara la tierra para sembrar maíz. Siempre estamos a tiempo de enmendar, de levantar, de actuar. Sólo hace falta voluntad y ganas.

José Ignacio, un joven ingeniero agrónomo de Laluenga, plantó pistacheros y este año recoge los primeros frutos. El pistacho debe ser procesado antes de las veinticuatro horas posteriores a su recolección para que no pierda valor, por eso José Ignacio ha instalado en Laluenga la primera planta de procesado de pistachos del norte de España. Sembrar lo que uno quiere recoger, actuar. 

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