Por
  • José Badal Nicolás

La procrastinada reforma de la Evau

La procrastinación
La procrastinada reforma de la Evau
POL

Otra vez se han realizado en todo el país las pruebas de evaluación para el acceso a la universidad, la Evau, los exámenes temidos por muchos estudiantes de Bachillerato que inexorablemente, por encima de la natural inquietud o desazón, tienen que superar para poder matricularse en un centro universitario y emprender estudios superiores con afán de labrarse un porvenir. 

El deseo de gran parte de nuestros jóvenes de acceder a la universidad es comprensible por cuanto vislumbran este paso como el primero de su periplo vital, el inicio de su currículum, el primer tramo de un largo y empinado camino de final incierto que han de transitar y mejor con aprovechamiento, pues prevén que les dará la oportunidad de encontrar acomodo en un entorno profesional acorde con sus gustos y aspiraciones.

¿Cuál ha sido el resultado? El mismo de siempre, invariablemente. De nuevo se ha producido el milagro de un altísimo porcentaje de alumnos de Bachillerato que en la convocatoria de junio y en la fase obligatoria han superado la Evau y además con buena nota final: casi el 98% en Aragón (5.816 de los 5.965 candidatos inscritos), un resultado todavía mejor que el del año pasado, que alcanzó el 97,03%. Por provincias, el 97,44% en Huesca, el 98,03% en Zaragoza y el 98,80% en Teruel. El Vaticano hace tiempo que debería haber reparado en este sobrenatural y repetido hecho.

Una atolondrada apreciación nos puede hacer pensar que la mayoría de nuestros jóvenes son buenos o excelentes estudiantes, capaces de adquirir un abultado bagaje de conocimientos y por ende de superar cualquier prueba o examen, pues están sobradamente preparados para ello. ¿Cuál es aquí el punto de discordia? Que tan maravilloso panorama no es creíble estadísticamente. No somos el ‘pueblo elegido’. Todos nuestros alumnos no pueden ser listísimos. Lo mismo que sucede en otros países, en el nuestro tiene que haber pluralidad de personas, gente brillante, pero también individuos mediocres y tontos. Lo cierto es que tenemos acreditada certidumbre de esto; basta mirar, aunque sea de soslayo, a nuestra nutrida grey de incompetentes políticos y asesores, de opinantes huérfanos de saberes, de pretendidos ‘influencers’ y demás ralea de personajillos inanes.

La actual prueba de acceso a la universidad está pensada para que la gran mayoría de los estudiantes la aprueben

La conclusión más acertada es que el nivel de exigencia requerido en la Evau es manifiestamente bajo, que la prueba de evaluación está mal concebida y peor implementada, que en parte se permite elegir las materias de examen, que en algunas comunidades incluso se acepta que el candidato se presente con alguna asignatura suspendida, o con un déficit de comprensión lectora, o con faltas de ortografía. Por si esto fuese poco, se sabe que muchos centros educativos inflan las notas de sus alumnos con el propósito de que el promedio con la nota del examen de selectividad sea más favorable para todos. Y si esta triquiñuela o este artero efugio es algo bien contrastado, aún se incide en el yerro cuando cuentan por igual la calificación media traída del colegio y la calificación media obtenida tras la realización de la Evau.

No hay duda de que el trámite descrito está ideado y organizado para que cualquier estudiante de Bachillerato logre superar una mal llamada prueba de selección y así anotar con descaro un irreal éxito en el ámbito de la enseñanza no universitaria. Y las mamás y los papás, tan contentos porque sus hijos son todos muy espabilados y nuestra Alegría, egregia luminaria del magisterio patrio y esclarecida cabeza visible del sistema educativo español, contenta y sin rubor alguno por esta realidad "bochornante".

En su descargo hay que decir que ninguno de los últimos gobiernos que hemos sufrido ha afrontado este problema con diligencia y seriedad. Está por ver si se produce un nuevo cambio de gobierno y el responsable ministerial de turno se decide por coger el toro por los cuernos, por meterse en harina, y emprender, entre otros objetivos, la procrastinada reforma de la Evau. Por mi parte, con toda modestia, me atrevo a deslizar algunas sugerencias en relación con esta acuciante tarea.

Hace falta un sistema que sea más selectivo

1. La Evau debe ser un auténtico ejercicio de selección de los estudiantes más capacitados con el fin de abrirles las puertas de la educación superior y de formarles no solo para su propio provecho en un mundo laboral competitivo, sino también para beneficio de la sociedad en la que conviven. Cabe pensar en dos fases, una de ámbito estatal y otra local: la primera común, a escala nacional, tutelada por el Ministerio de Educación, la misma para todos los jóvenes del país, programada en igual fecha y tiempo en todas las comunidades autónomas. Sería una prueba eliminatoria en la que se valorarían los conocimientos básicos adquiridos por los candidatos durante su etapa de aprendizaje, por lo que se juzgaría su grado de suficiencia en materias estrictamente básicas. Por citar algunas: idioma común y expresión verbal, historia de España, idioma extranjero y razonamiento matemático.

2. La superación con éxito de este examen general otorgaría el derecho a promediar la nota media con la conseguida tras aprobar todas las asignaturas del Bachillerato, con pesos (por ejemplo) de 0,6 y 0,4, respectivamente. Esto proporcionaría la nota media final. En todo caso habilitaría para presentarse a un segundo examen de carácter restringido, diseñado y tutelado por la facultad de la universidad en la que el interesado pretende ingresar. En esta segunda prueba decisoria el alumno tendría que demostrar su preparación en materias específicas, verbigracia: en humanidades, sociales, biodiversidad, ciencias y tecnología.

Naturalmente, aquí solo expongo algunos aspectos para reflexionar, nada definitivo, ni mucho menos; pero si quiero manifestar que la reforma de la Evau es una deuda inaplazable con la sociedad, una importante tarea cuya ejecución no admite demora si aspiramos a un nuevo sistema de evaluación más atinado, tal vez más exigente, pero posiblemente más eficaz y justo. Si se quiere, se puede.

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