Por
  • José Badal Nicolás

Docencia laxa y lenidad

El cometido principal en ambos supuestos es ser las figuras de referencia para la prevención y protección frente a la violencia en el ámbito educativo.
Docencia laxa y lenidad
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Lo digo con aflicción, pero en el ámbito de la educación primaria y secundaria cobra sentido la repetida frase de que ‘el tiempo pasado fue mejor’. Tengo la impresión de que el sistema educativo español ha pasado por fases más brillantes y ha gozado de mayor aprecio y reconocimiento social, por mor de un mayor tino en la transmisión de saberes (en calidad y cantidad). 

Décadas atrás primaban la exigencia y el esfuerzo personal y creo que el sistema cosechó mejores resultados (nada que ver con la abrumadora y persistente cifra de abandono escolar de estos últimos años) y ayudó a lograr cotas más altas en urbanidad y civismo que en la época actual.

Claro que los planes de estudios eran otros y también los enseñantes (que ya tenían suficiente "formación en diversidad afectivo-social"). Los programas estaban bien diseñados y eran desarrollados por personas de sobra preparadas y con firme vocación docente, quienes por cierto gozaban de respeto absoluto por parte de alumnos y progenitores (comparen con lo que ahora sucede). Para que se percaten de mi punto de vista, les aclararé que yo nací el mismo mes y año en que se detonó la primera bomba nuclear de plutonio de 19 kilotones en el desierto de la Jornada del Muerto (Nuevo Méjico), en el sitio Trinity. Pueden, pues, colegir los tiempos a los que me refiero.

Tuve la suerte de contar con abnegados y excelentes maestros que supieron inculcarme el hábito del estudio y la perseverancia en mis tareas, además de abundantes y valiosos conocimientos. Teníamos que aprobar las asignaturas de cada curso para poder pasar al siguiente; a decir verdad, con suspensos en dos o más asignaturas había que repetir curso. Hoy esto es una blasfemia y motivo de anatema. La profesionalidad y competencia de los profesores nunca se ponía en entredicho y los padres agradecían y aceptaban sus opiniones y consejos. Llegado el caso, comprendían que pudiera ser preferible para su hijo repetir curso antes que agobiarle con nuevas asignaturas y con más deberes y abocarle prematuramente al fracaso escolar.

Ahora el bagaje de conocimientos básicos es notoriamente inferior a la par que el sistema educativo ha cedido ante una mareante y perturbadora monserga (afectividad, sexualidad, identidad de género, empoderamiento, etc.). El resultado es un penoso déficit de saberes de todo tipo que marca de por vida a mucha gente joven. Su vocabulario se ha empobrecido de modo alarmante, no conjugan bien los verbos y a menudo arruinan la gramática y la sintaxis. La enseñanza y el uso correcto del propio idioma no son objetivos prioritarios. El aprendizaje (de verdad) de una lengua extranjera no se acomete con el rigor necesario y en buena medida se deja a acreditados centros de enseñanza bilingüe.

Todas las materias se han resentido: la Filosofía, la Historia, la Literatura… Seguro que muchos jóvenes no sabrían qué responder si se les preguntase por Descartes, la Marca Hispánica, una égloga o el cimborrio. Los niveles de exigencia en las Matemáticas y la Física se han relajado hasta un punto más que preocupante. A saber qué responderían algunos si se les preguntase por la cotangente, el producto escalar o la impedancia eléctrica. Es grave la cortedad y la escasa profundidad de los programas dedicados a ciencia y tecnología; especialmente en un mundo que ha entrado en la era digital, abocado al manejo de grandes conjuntos de datos y encarado al reto de la inteligencia artificial, que cada vez exige mayores competencias en materias STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).

Todo apunta a una docencia laxa acompañada de una irresponsable lenidad, lo cual supone un engaño perpetrado contra el alumnado, que luego padecerá su falta de preparación para incorporarse al mundo laboral. Apenas sí se valoran el esfuerzo y el trabajo individual; en su lugar se alienta más el aprendizaje en grupo porque se asevera que favorece la gestión de las emociones socio-afectivas.

Las normas y los criterios que se aplican hoy en día en la enseñanza primaria
y secundaria suponen un engaño que no prepara a los alumnos para la realidad

La retahíla de consignas es apabullante. En valores cívicos, "se instruirá al alumno sobre la identidad de género". Por lo visto ahora hay muchas opciones, incluso la de ser ‘fluido’, además de sólido, gaseoso y plasma; aunque luego la biología se empecine en conducirnos a una dicotomía, a una realidad binaria ineludible, y nos lleve a la consulta de urología o ginecología. Se recomienda "velar por el compromiso de los alumnos en el desarrollo sostenible, la defensa de los derechos humanos y la convivencia igualitaria, inclusiva, pacífica y democrática". Antes, nos enseñaban el hábito del aseo y la pulcritud, a respetar al prójimo, a no insultar a nadie, a no usar expresiones soeces o malsonantes, a comportarnos con educación y a ceder el asiento en el transporte público a quien hubiese menester. Sobre la majadería del lenguaje inclusivo prefiero no ahondar en el tema por conmiseración.

Sorprende que en Matemáticas se abogue por estimular "el sentido socio-afectivo para ayudar a los alumnos a gestionar sus sentimientos". Digo yo si será porque al hablar de los números primos se ha pensado que es posible ilustrar al alumno sobre una relación de parentesco, o bien porque al referirse a los números imaginarios cabe introducirle en el ‘metaverso’. Otra consigna es la de "instruir debidamente para empoderar al alumno como agente del cambio eco-social". En román paladino: preparar al alumno para el día de mañana y capacitarle para arrostrar el castigo bíblico de que tiene que ganarse el pan con el sudor de su frente.

Podríamos seguir con otros ejemplos de palabras hueras, vanas, insustanciales, vacuas, apenas enraizadas en la praxis cotidiana, más cercanas a una ensoñación que a un plan de estudios cabal y detallado. Concluyo con palabras de mi admirado Bieito Rubido: "No explicar filosofía es no ayudar a pensar y a ser críticos. No enseñar historia es no ayudar a comprender tu país y tus orígenes. No colocar a los jóvenes en el camino del esfuerzo es restarles oportunidades". Y yo apostillo: un ser humano sin educación es alguien limitado, imposibilitado para obrar con sabiduría.

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