Por
  • Juan Domínguez Lasierra

Libros para el recuerdo

Libros para el recuerdo
Libros para el recuerdo
Pixabay

Teresa me regala unas lilas que ha cogido del huerto de su madre. Teresa es la hija de Encarnación Ferré, querida amiga fallecida hace unas fechas, nuestra admirable escritora. 

En el huerto todo nos la recuerda, pero los recuerdos más emotivos los encontramos en el interior de la finca, en San Mateo de Gállego, donde aún permanecen los libros, los cuadros y enseres varios que estuvieron por última vez en sus manos.

He estado en San Mateo, donde Charo, la hermana de Encarnación ha organizado una comida para quienes fuimos sus amigos en estos últimos tiempos de su vida, los chicos de ‘Crisis’ y los Amigos del Libro, grupos a lo que ella estuvo vinculada, y a la que también concurrieron la hija menor de Encarnación, Teresa, y el marido de Charo, José Ignacio.

San Mateo ha cambiado mucho en estos últimos años. Pero su gran acequia sigue bañando la población como siempre, y su iglesia parroquial exhibe orgullosa su galanura mudéjar.

Charo y su marido son unos anfitriones magníficos. Primero nos sirven un aperitivo en el jardín, tan abundante que uno teme que ya no podrá cumplir con la comida. La guinda es un vermut casero que hace honor al más exigente paladar. Luego, en la comida, ya en el interior de la casona, nos sirven una paella gigantesca, mixta de pescados y carnes. Luego habrá merienda, con torrijas y helados. Lo más emotivo, como he dicho, la visita a la cercana vivienda de Encarnación, frente por frente a la casa de su hermana. No faltan algunas lágrimas, pero también la alegría de poderla recordar. Charo prefiere no entrar, que ella la recuerda siempre.

De vuelta a casa, en el coche de Teresa, pasamos por el cementerio donde reposan los restos de nuestra Tani, junto a los de sus padres, tan queridos por ella. Ya en mi casa, coloco los lirios en un jarrón. Su olor llena la estancia. Es la presencia de nuestra Tani.

Mi amigo Manolo, en el salón de la casa de Charo y José Ignacio, recuerda sus encuentros con Encarnación, cómo la conoció. Le hizo una entrevista para el diario ’Pueblo’, en su edición zaragozana, y luego la reencontró, años después, en una feria del Libro. Aquel encuentro propició luego una relación más asidua. Que se hizo más intensa cuando la puse en contacto con los chicos de ‘Crisis’ y los Amigos del Libro.

Manolo recuerda su intensa mirada, que nos sigue penetrando. Como el olor de los lirios.

Mi hermana Ana Isabel y mi sobrina Kathy me cuentan que han estado en el Auditorio, escuchando versiones musicales del compositor John Williams para distintas películas. Mi hermana canturrea alguna y yo la acompaño. Fivi, la perrita, nos mira con sus grandes ojos arrebujada en el sofá. ¿Qué sensaciones habrá en su pequeño cerebro canino? Es una noche en la que tendremos que cambiar los relojes, pues a las dos serán las tres. Cosas de ese convencionalismo que altera el tiempo a su capricho. El imperio de los segundos que nos marca Greenwich. El tiempo es relativo como nos descubrió Einstein. De la noche a la mañana nos han arrebatado una hora. Todo es relativo.

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