LETRAS ESPAÑOLAS. OCIO Y CULTURA

Carmen Martín Gaite, la talentosa infinita que escribía cartas

La editorial Tres Hermanas publica un epistolario de la escritora salmantina (1925-2000) y el gestor cultural Julián Oslé

Uno de los retratos de Carmen Martín Gaite, esa mujer indomable e imaginativa tocada de gorro y simpatía.
Uno de los retratos de Carmen Martín Gaite, esa mujer indomable e imaginativa tocada de gorro y simpatía.
Archivo Carmen Martín Gaite.

A veces no hay que esperar a un centenario para recopilar en un libro la parte más hermosa, humana o literaria de un escritor. Solo hace falta tener el deseo de ofrecer algo distinto, lejos de lo académico, cercano a lo personal, a lo íntimo, sin traspasar la barrera de lo privado para construir un libro que dejará huella. Este es el caso de ‘Carmiña’, el volumen recién editado por Tres hermanas que contiene la correspondencia que la malograda escritora salmantina, Carmen Martín Gaite, mantuvo con el gestor cultural Juan Oslé.

Un libro con un diseño basado en la magia que repartió la autora entre sus amigos y sus lectores. El libro me parece un hallazgo que se salta las reglas editoriales y que huye de la conmemoración ‘strictu sensu’ que arrebata al lector con la vida que contiene, con la vehemencia de las cartas enviadas, con la alegría y la luz de las fotos que comparte.

‘Carmiña’ es sin duda el ‘collage’ que Carmen ha mandado desde la eternidad para que no la olvidemos, como si eso fuese posible. Es también un canto a las heridas que nunca guardan silencio, pero que se acallan por respeto a ese adorado interlocutor que Carmen buscó con arrojo y sin descanso. En él está la escritora, porque sus cartas son una obra de arte, y la mujer que quiso sobrevivirle a la muerte de dos hijos en distintas circunstancias y la amiga que alienta y que se deja alentar. La intelectual que se compra un vespino como si de una receta médica se tratase para sentir el viento fresco que tantas veces le negó la vida mientras recordaba. 

‘Carmiña’ evidencia también la necesidad de palabras ajenas que tuvo Carmen, su faceta de traductora le ofreció caminos, reflexiones, atajos y certezas suficientes para completar el vacío de la pérdida.

Julián Oslé nos ofrece en este caleidoscopio creado por JJ Richards una década de amistad en la que asistiremos a los últimos pasos de una novela de amplio calado, casi de culto como ‘Nubosidad variable’: «Este es el proyecto de portada del que te he hablado hoy. Espero que le des el visto bueno. Me ha llevado bastantes horas de elaboración, porque todo es puro pegotito. Como la vida misma».

Y sentiremos el amplio espectro que supuso para Carmen Martín Gaite la escritura y publicación de ‘Caperucita en Manhattan’, el fantasma bueno que tapaba con sus poderosas y trasgresoras manos las llagas surgidas de la brutal muerte de La Torci, y que demasiado a menudo trataban de impedirle seguir viviendo: «Recibo tu felicitación en un día de frío glacial por dentro y por fuera. Pero debajo de los icebergs más colosales, dentro de los más desamparados iglús se cuela siempre una corriente de aire templado que colorea el ambiente y va fundiendo el hielo, en espera de algún milagroso renacer primaveral».

‘Carmiña’ es un libro vibrante en continua transición, el fulgurante latido de lo que ya no se espera. Julian Oslé llegó a la vida de Carmen como la casualidad que sin entender por qué marca el destino de una mujer que no fue concebida para huir, sino para afrontar esa soledad con que el demonio sella las casas, la alegría, y el porvenir. En ‘Carmiña’ hay leves estelas de dolor, pero su latido bulle para empujar a una mujer única hacía la alegría, hacía la vida. Su encuentro con Julián Oslé fue fortuito como todo aquello que está venturosamente condenado a sobrevivir, pero supuso la expiación que Martín Gaite necesitaba en ese exacto momento. Necesitaba calle, mar y no el viciado círculo en el que la muerte mete a quien no le planta cara.

Carmen vivió intensamente mientras duró esta amistad, una pequeña eternidad teñida de la luz del sur, de las frases hechas y consoladoras y de una ininterrumpida y riquísima confesión que ha dado como fruto un libro armonioso y colorista, íntegro, alimentado por las dudas, las penas, las alegrías y la fantasía de la que es para mí la mejor y más valiente escritora de este país.

La reinvención fue su mantra y en este libro de aliento fluorescente queda dicho de soberbia manera: «Cuando en un hotel extraño, de noche, surge el llanto intempestivo y ni siquiera el mar nos parece otra cosa que una pintura, sólo queda recurrir al papel timbrado que hay dentro de las carpetas y soñar que hay alguien, que en este mismo momento está echando de menos una caricia». ‘Carmiña’ evidencia también la necesidad de palabras ajenas que tuvo Carmen, su faceta de traductora le ofreció caminos, reflexiones, atajos y certezas suficientes para completar el vacío de la pérdida.

«Cuando en un hotel extraño, de noche, surge el llanto intempestivo y ni siquiera el mar nos parece otra cosa que una pintura, sólo queda recurrir al papel timbrado que hay dentro de las carpetas y soñar que hay alguien, que en este mismo momento está echando de menos una caricia», escribía Carmen Martín Gaite

Era una descubridora nata, una nadadora contracorriente que encontró en el género epistolar ese interlocutor que tanto y tanto demandaba en su libro. A Carmen se le escapó esa certeza, no pudo nombrarla ni descubrirla porque la vida acabó demasiado pronto, pero por fin y gracias a este libro queda resuelta la ecuación: «Querido Julián: Ahora son las siete y media de la tarde y el sol va ya un poco de caída porque ahora anochece ya más pronto. Veo desde la ventana, que tengo a la derecha de la mesa, las nubes adelgazándose sobre un paisaje urbano que adoro, al que le he ido viendo variar desde el año cincuenta y tres y que he mirado durante cientos de horas mientras dentro de mi cabeza bullían las más variadas preocupaciones, proyectos o añoranzas. Se ve el pirulí de televisión. Luego más acá ‘la casa de las abejas’ (la bautizó mi hija así y la pintó al óleo a los siete años), el tejado del asilo de las Hermanitas de los pobres con su campanario, las terrazas que a estas horas empiezan a ser regadas por sus dueños en mangas de camisa, y al fondo, ahora ya muy tapado por los edificios, se columbra El Cerro de los Ángeles, y un trocito de campo».

LA FICHA

Carmiña. Correspondencia con Julián Oslé. Carmen Martín Gaite. Tres Hermanas. Madrid, 2024. 200 páginas.

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