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La escritora Maruja Collados evoca a sus 99 años a Baroja, Gloria Fuertes, Matute, Rosales y Agustín de Foxá

La matriarca de las letras aragonesas y columnista de HERALDO durante más de 40 años publica una antología de sus artículos: 'Desde el cristal'

Maruja Collados, hijarana de 99 años y matriarca de las letras aragonesas, no pierde la sonrisa ni la alegría de vivir.
Maruja Collados, hijarana de 99 años y matriarca de las letras aragonesas, no pierde la sonrisa ni la alegría de vivir.
A. C./Heraldo.

“No he escrito demasiada poesía. Ha sido mi género favorito, pero he sido exigente conmigo misma y he tirado a la basura muchos versos. He roto muchos poemas -dice Maruja Collados (Híjar, Teruel, 1924), de 99 años, y es como si hablasen sus ojos grandes, suaves y asombrados-. En cambio, el periodismo me dio muchas satisfacciones: en mis inicios, en Madrid, y luego en Zaragoza, en HERALDO, donde he colaborado más de 40 años, desde los 70 hasta la pandemia”. La escritora está muy feliz: sus hijos Luis, José María y María le han publicado en el sello familiar Ediciones Nuevos Rumbos una antología de sus textos: ‘Desde mi cristal’, donde habla de todo un poco. De su primera entrevista a Pío Baroja y otros escritores, de su admiración por Juan Ramón Jiménez, de su lectura y relectura del 'Quijote' (dice que le encantan los personajes masculinos, especialmente el bachiller Sansón Carrasco) y de otras muchas cosas: Aragón, Goya, Cajal, los cementerios, Isabel de Portugal, Unamuno, Los Amantes de Teruel, etc. A veces, como hacía su admirado César González Ruano, escribe un artículo sin tema propiamente que resuelve mediante la imaginación y la especulación poética.

Nos acompañan en la cita, en su casa muy próxima a HERALDO, sus hijos Luis y María, y su hermana Conchita, con quien ha vivido casi toda su vida. La casa es amplia y cuidada, está llena de detalles; en casi todos los rincones hay libros: libros de los años 40, 50 y 60; colecciones clásicas como las primeras entregas de Áncora y Delfín, enciclopedias y muchos libros de Círculo de Lectores. Por ejemplo, entre otros títulos, en las estanterías dedicadas a los autores más contemporáneos vemos ‘Cuadernos de todo’ de Carmen Martín Gaite.

Maruja Collados, serena y hundida en su silla, viaja al lugar de nacimiento. “Tengo recuerdos maravillosos de Híjar. Viví ahí muchos años: mi infancia, mi adolescencia. Mi madre, Presentación, murió pronto y me fui interna con las monjas, que fueron muy cariñosas conmigo. Me enseñaron muchas cosas, incluso a tocar el piano”, dice. Su padre se casaría en segundas nupcias con una mujer llamada Trinidad, “a la que sentí como una segunda madre. Un día mi tío José Collados me invitó a ir a vivir con él y con mi tía María Luisa a Madrid”. Ya tenía entonces algo más de veinte años. En un artículo sobre Aragón, escribe de su pueblo: “Híjar, sus calles y sus piedras doradas por el sol de la tarde. Yo he sentido, más que visto, su color frente al derruido convento de los Capuchinos, que mantiene enhiesta su portada, como un milagro, yendo hacia el pueblo, el río de por medio, silencio a la espalda y el sol agónico sobre las casas y las calles”.

Las manos de Maruja Collados ante su antología 'Desde el cristal'.
Las manos de Maruja Collados ante su antología 'Desde el cristal'.
A. C./Heraldo.

Aficionada a la literatura, se apuntó a la Escuela de Periodismo. “Allí conocí a buenas compañeras. Entre ellas, la bajoaragonesa Pilar Narvión. Fuimos muy buenas amigas. Allí daba clases Emilio Romero; al principio me llamaba ‘la chica de Zaragoza’, pero al final me llamaba ‘la chica de Teruel’. Y gracias a mi tío, vinculado al periodismo y a editoriales como Plus Ultra, pude conocer a mucha gente”, dice Maruja Collados, mientras el gato blanco de su hijo José María, límpido como la nieve y más bien gigante, parece querer subirse a su regazo. Algo que ella no desea. “Si fuera un perro, sí”, apunta su hijo Luis.

“Híjar, sus calles y sus piedras doradas por el sol de la tarde. Yo he sentido, más que visto, su color frente al derruido convento de los Capuchinos, que mantiene enhiesta su portada, como un milagro, yendo hacia el pueblo, el río de por medio, silencio a la espalda y el sol agónico sobre las casas y las calles”

“Gracias a mi tío empecé a trabajar en periódicos como ‘Domingo’. Tuve una gran amiga como la escritora y periodista Ángeles Villarta (1913-2018). Corrimos algunas aventuras: nos hicimos pasar por traperas y estuvimos un día entero con ellos, con los traperos. Me parecieron inteligentes y bondadosos. Y por entonces hice mi primera entrevista. Fui, con un poco de miedo, a ver a Pío Baroja. Me atendió su hermana Carmen. Era un hombre más bien desabrido y tímido. Fue amable poco a poco; me dijo que había pensado casarse con una mujer francesa, de la que estaba enamorado, pero que no se habría atrevido por temor a no poder mantenerla y pagar sus lujos: su gusto por los vestidos caros y por la moda, ja ja ja”, apunta, con una sonrisa en los labios. 

Le acuden al recuerdo muchas otras figuras como Agustín de Foxá, del autor de ‘Madrid de corte a checa’, que "era un hombre bondadoso que me ayudó muchísimo. Me caía muy bien y solo tengo buenos recuerdos de él. También conocí a Ana María Matute y Gloria Fuertes. Fueron muy buenas amigas, entrañables. Gloria Fuertes entonces era muy bella. Recuerdo que en una ocasión fuimos a la estación a esperar a Elena Fortún, la autora de ‘Celia’. Juntas organizamos una especie de festival o recital que se titulaba ‘Versos con falda’ en el Teatro Lara”. Aquellos fueron para Maruja Collados tiempos de tertulias, de algunas salidas nocturnas con amigos y de muchas amistades literarias. Frecuentaba el Café Gijón y la taberna de Luis Candelas, en la plaza Mayor de Madrid. Y a veces, su tía María Luisa, esposa de José Collados, muy cómplice, tenía que ocultar que andaba por ahí de parranda. “¿Ha venido la chica a dormir?”. Un día el tío comprobó que no.

Maruja Collados regresaba a menudo a su casa a Híjar. Y estando allí vivió un auténtico flechazo: conoció a un militar que trabaja en las oficinas del Ejército y que entonces era el responsable de las obras del ferrocarril. Era Porfirio Pérez, palentino. “Nos vimos y nos enamoramos. Ha sido mi único amor, mi único novio. He sido muy feliz con él. Recuerdo que hicimos dos preciosos viajes: uno a París, inolvidable, y otro, aún más extraordinario a Roma, del que publiqué una serie”. Se casaron en 1954, y algunos años después se trasladaron a Zaragoza.

“Nos vimos y nos enamoramos. Ha sido mi único amor, mi único novio. He sido muy feliz con él, Porfirio Pérez, palentino. Recuerdo que hicimos dos preciosos viajes: uno a París, inolvidable, y otro, aún más extraordinario a Roma, del que publiqué una serie”

“Aquí he sido muy feliz también. Del periodismo siempre me ha gustado mucho la inmediatez, contar las cosas de la vida con ese vértigo. Nunca he dejado de escribir. Empecé a colaborar en HERALDO; al principio no me decían nada. Luego, primero me publicaban mis textos en cartas al director, más tarde me dieron una sección fija y yo estaba encantaba. Mi vida ha estado gobernada por la poesía y la imaginación, pero el periodismo me ha encantado. Recuerdo que todos me decían: ‘Te has casado con alguien que lee el periódico siempre, pero que no lo escribe’. Mi marido, Porfirio Pérez, tenía sus cosas, su mundo, pero siempre me he entendido muy bien con él y nos hemos querido con locura. Hemos sido felices durante 49 años”, confiesa.

Retrato de la niña Maruja Collados.
Retrato de la niña Maruja Collados en Híjar, antes de la Guerra Civil.
Archivo Pérez Collados.

En casa de Maruja y Conchita Collados, una tiene 99 años y la otra 89, hay muchos recuerdos: fotos, cartas, muebles de época. Conserva muchos papeles y manuscritos de escritora e incluso una cosa muy curiosa: una correspondencia con el poeta andaluz, Rafael Millán, afincado en Estados Unidos, que se fue quedando ciego poco a poco. Maruja Collados le aumentaba cada vez la letra. Se intercambiaron abundante correspondencia; en una de las cartas, el amigo le contaba que acababa de morir su esposa, a la que había querido muy entrañablemente, con inmensa pasión y gratitud. Un día de 2010 a Maruja Collados le devolvieron una carta: en el sobre ponían que Rafael Millán había muerto.

Cerca de ella, está ‘Desde mi cristal’, ese libro que resume una parte de su existencia y de su escritura. Además de sus artículos también incluye cuentos y poemas. La poesía y los poetas le han gustado mucho: aquí escribe de Lorca y los gitanos, de Antonio y Manuel Machado, de Juan Ramón Jiménez, de Luis Rosales. “He sido muy lectora de Rabindranath Tagore, a través de las traducciones de Juan Ramón y su mujer Zenobia Camprubí Aymar, de Juana de Ibarbourou y de Alfonsina Storni, además”. Su hijo Luis recuerda que cuando eran niños ella les leía poemas de esos autores. “Le gustaba mucho ser ama de casa, cocinar, pero jamás jamás dejó de escribir. Hasta la pandemia estuvo publicando en la revista ‘Pilar’ y en HERALDO”, declara Luis.

Maruja Collados se deja hacer fotos. Acaricia su libro con las manos. Y sonríe. En su ‘Carta al verano’ escribió: “Las vacaciones alegran el alma, descansan el cuerpo, tonifican el corazón. No quiero pensar. ¿Qué se puede decir de una persona que nunca tiene vacaciones?”.

Maruja Collados de muy pequeña, en Híjar, antes de que se quedase huérfana de madre.
Maruja Collados de muy pequeña, en Híjar, antes de que se quedase huérfana de madre.
Archivo Pérez Collados.

LA FICHA

‘Desde mi cristal’. Maruja Collados. Prólogo: José Luis Melero y Encarna Samitier. Ediciones Nuevos Rumbos. Zaragoza, 2023. 290 páginas. [Presentación: Biblioteca de Aragón, el próximo 15 de diciembre.]

De pie Luis Pérez Collados. Sentadas, Conchita (89 años) y Maruja Collados (99 años).
De pie, Luis Pérez Collados. Sentadas, Conchita (89 años) y Maruja Collados (99 años).
A. C./Heraldo.
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