ARTES & LETRAS. LITERATURAS GERMÁNICAS

En la reedición depurada de 'El proceso' en Nórdica: más Franz Kafka y menos Max Brod

Isabel Hernández traduce para Nórdica la novela en una edición fiel al manuscrito, sin los excesos del buen amigo que libro sus libros del fuego

Uno de los retratos más conocidos del genial oficinista que estremeció su siglo.
Uno de los retratos más conocidos del genial oficinista que estremeció su siglo.
Archivo HA.

«Alguien debía de haber hablado mal de Josef K., puesto que, sin haber hecho nada malo, una mañana lo arrestaron». Estamos ante uno de los inicios capitales de la historia de la literatura y así lo resuelve la traductora Isabel Hernández en la nueva edición que Nórdica Libros propone para ‘El proceso’, de Franz Kafka (Praga, 1993-Viena, 1924), del que se cumple el primer centenario de su muerte.

No ha sido tarea fácil: debemos a su amigo Max Brod haber salvado el manuscrito de las llamas, tal era la intención del autor, pero también excesos imperdonables que Max Brod se permitió, alterando quizá en elementos sustanciales la intención de su amigo Kafka. Brod fue más kafkista que el propio Kafka. Eran 161 hojas sueltas, arrancadas de distintos cuadernos y organizadas en un dudoso y precario orden con numerosos añadidos y correcciones de la mano del propio Brod. Hasta 1990, la «versión Max Brod» alimentó las traducciones de la obra capital de Kafka. Hasta que Malcolm Pasley, con los diarios del propio Kafka en la mano, se enfrentó a la tarea de ordenar de nuevo el manuscrito tal y como Kafka lo imaginó, suprimiendo los excesos de Brod. Su edición histórico-crítica ha sido la empleada para esta traducción.

El funcionario responsable

El estilo de Kafka ofrece dos detalles singulares: una sintaxis precisa y recta y un extrañamiento tan proclive al humor que el lector no sabe bien a qué carta jugar con tanta claridad. También su extraordinaria capacidad para elevar lo cotidiano a la categoría de signo. Kafka comparte esa condición de presciente que atribuimos a Verne, H. G. Wells o Don DeLillo y que convierte su lectura en una inquietante experiencia de porvenir. En su puesto de funcionario responsable de riesgos laborales, supo ver en una simple noticia del 29 de diciembre de 1899, en la que se contaba como un mediodía de viernes, un jornalero en paro llamado Joseph K. había irrumpido en el Instituto de Seguros de Accidentes de Praga reclamando sus derechos y, ante la negativa a sus requisitorias, había amenazado al personal con una navaja.

Kafka rescata este episodio pocos días después del estallido de la primera guerra mundial, pero no es solo el ruido de los sables lo que le inquieta, sino el silencioso pero implacable martillo del aparato económico y social de la burguesía. Le inquieta el destino de los funcionarios que han tenido que abandonar sus empleos para combatir y el de los mutilados que regresan a sus puestos de origen en esos primeros meses de 1915, pero hay otra lectura más profunda que se revela en sus diarios y que abrió hace treinta años una brecha interpretativa, pero no tuvo eco en las traducciones de esta novela: tras años de leer ‘El proceso’ como una novela política, a la luz de la biografía de Stach y de los enfoques histórico-filológicos, descubrimos que ‘El proceso’ es también la expresión de una irreparable tensión entre Franz y su padre, así como la epidermis de la honda crisis privada que supuso la ruptura del compromiso con Felice Bauer.

Portada del libro de Nórdica.
Portada del libro de Nórdica.
Archivo HA.

Esta novela, a pesar de la claridad de su escritura, atesora una densidad tan poderosa que escapa a cualquier corsé crítico e interpretativo.

Problemas inmarcesibles

Dice Reiner Stach en su monumental biografía de Kafka que esta novela «era un reloj cuyo mecanismo estaba a la plena luz de la conciencia»: tiene un comienzo que golpea duro con la incógnita de la acusación y un destino final del que no cabe escapatoria. Kafka trabajó en esta novela desde el 11 o 12 de agosto de 1914 hasta finales de enero de 1915, hasta dejar siete capítulos completos y tres sin terminar. Nunca tuvo la intención de terminarla. En realidad, poco importa. La narrativa de Kafka explora la experiencia y la respuesta de las personas ante situaciones cotidianas que devienen problemas inmarcesibles.

Esta novela, a pesar de la claridad de su escritura, atesora una densidad tan poderosa que escapa a cualquier corsé crítico e interpretativo.

El siglo XIX sufre la eclosión de los aparatos burocráticos estatales y el derecho como sistemas de dominio y la literatura advierte ese temblor ciudadano en obras como ‘El cántaro roto’ de Von Kleist, ‘Casa desolada’ de Dickens o ‘Crimen y Castigo’ de Dostoievsky. Pero esta vuelta de tuerca es implacable.

LA FICHA 

‘El proceso’. Franz Kafka. Traducción de Isabel Hernández, Nórdica Libros. Madrid, 2024. 318 páginas.

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