LIBROS. OCIO Y CULTURA

Javier Jiménez: “Descubrí el erotismo en las fotos que mi padre colgaba a secar en el salón de noche”

El editor de Fórcola se pasa a la escritura con 'Desvío a Trieste', un libro lleno de genios (Joyce, Kafka,  Stendhal, Verdi) que reivindica Europa

Javier Jiménez debuta en la literatura con un libro muy apasionado sobre la ciudad de Trieste.
Javier Jiménez debuta en la literatura con un libro muy apasionado sobre la ciudad de Trieste.
A. C. /Heraldo.

Javier Jiménez (Madrid, 1970), editor del sello Fórcola, donde ha publicado a muchos autores aragoneses, es un auténtico ilustrado: alguien que disfruta mucho con su oficio. Es curioso, investigador de muchos asuntos y escribe con un pulso dinámico: “Huyo de la afectación y de la solemnidad y de la conciencia del estilo. Publicar un libro mío en mi propia editorial es una gran responsabilidad: lo he vivido con mucha autoexigencia y por nada del mundo querría que los datos fueran inexactos. No ha sido una tarea nada fácil”, explicaba el pasado miércoles en la librería Antígona, donde presentó su libro ‘Desvío a Trieste. Rompeolas de todas las Europas' (Fórcola. Madrid, 2023. 332 páginas), que es un recorrido por una ciudad gris y neblinosa, una ciudad de frontera, con una larga historia de más de 500 años, que solo desde finales de los años 70 pertenece a Italia”.

El libro, fluido y ameno, dotado de un excelente ritmo, es una mirada multidisciplinar a una ciudad donde se vivió de modo intenso la idea de Europa. El libro no quiere ser ni una guía de viajes ni un manual de gastronomía o de vinos –“mi amigo Juan Manuel Bonet me decía, ‘pero, hombre, cómo no vas a hablar de los maravillosos vinos del Friuli', y no hablo porque no soy un entendido”, confesaba- sino un libro que aborda muchos asuntos, sin orden cronológico exactamente, sino más bien que un tema le lleva a otro y “es, ante todo, un libro de distintas artes y experiencias que converge en lo literario”.

Tras contar la historia de la ciudad, sus sucesivas pertenencias a distintos países o imperios, se zambulle en asuntos que le fascinan: el vínculo con los ángeles, por ejemplo, vínculo que pautó el gran poeta Rainer Maria Rilke, que vivió allí, o el propio Franz Kafka. “Kafka hizo un viaje y recaló allí unas pocas horas. No le gustó mucho la ciudad pero dejó apuntes interesantes sobre ella. Y Rilke, un extraordinario poeta que se inspiró en un lugar no muy lejano como Duino, al que le dedicó sus maravillosas ‘Elegías’, fue un auténtico jeta, que iba de castillo en castillo gracias a las mujeres que lo amparaban. Y eso sí, escribía como los ángeles”. Los ángeles inspiraron a Kafka, a Rilke y al pintor Gustav Klimt.

Uno de los retratos más conocidos de James Joyce, que vivió varios años en Trieste.
Uno de los retratos más conocidos de James Joyce, que vivió varios años en Trieste.
Archivo HA.

Otra figura fundamental de Trieste fue James Joyce, que vivió unos años en la ciudad y empezó allí la escritura de su libro ‘Ulises’. Cuento cómo cuando llegó, con poco dinero y con su mujer Nora Barnacle, salió a buscar una pensión con tal mala suerte que se enzarzó con unas putas y acabó en la cárcel”, contaba. Y recordaba otro detalle curioso: Joyce le daba clases de inglés a un narrador triestino como Italo Svevo, famoso por su novela ‘La conciencia de Zeno’, y este le daba a él clases de violín. “A Joyce le interesaban cosas muy peculiares. Le gustaba mucho la música y sabía bastante de ópera como se ve en el cuento ‘Los muertos’”. Ya de paso cabe recordar que junto a nombres célebres de aquel momento, en ese texto cita al gran tenor de Erla (Zaragoza) Antonio Aramburo, que acabó arruinando su fantástica carrera por distintos motivos, entre ellos tal vez algún grado de locura.

"Cuento cómo cuando llegó James Joyce, con poco dinero y con su mujer Nora Barnacle, salió a buscar una pensión con tal mala suerte que se enzarzó con unas putas y acabó en la cárcel”

Otro personaje capital de Trieste fue otro escritor y librero: el poeta y narrador y librero Umberto Saba, que se citaba a diario en la plaza del ayuntamiento de Trieste, en el Café de los Espejos, con Svevo. “La nómina de escritores es amplia, creo que cita a más de 240 autores que anduvieron por allí. Este libro tiene una amplia bibliografía: allí están condensados un montón de lecturas que he hecho a lo largo de treinta años”. Por lo regular, Trieste no enamoró a muchos de sus habitantes ni de sus glosadores. A algunos los decepcionó por completo: uno de ellos es Stendhal, un gran lector, bonapartista, cónsul de Francia. “Le gustaban mucho las mujeres y frecuentaba los burdeles. Y le gustaba ir a los conciertos de las óperas de Rossini. Así, a disgusto, estuvo allí tres meses. Era un enamorado de Venecia y sus impresiones de la ciudad no son extraordinarias”.

Eso a pesar de que la ciudad estaba llena de cafés literarios y que tenía hermosas vistas hacia el Adriático, y que por allí, por su teatro de la ópera fastuoso, pasaron grandes nombres y compositores. “Trieste por tener tiene un viento furioso, el ‘bora’, mucho más fuerte y salvaje que el cierzo de Aragón”. Con Rossini y otros compositores, anduvieron por allí Verdi, Wagner o Franz Liszt, “quien, para mí, encarna una de las vivencias de lo europeo. Algo que también sucedía con Chopin, que tuvo mecenas que lo invitaban a tocar y recorrían constantemente Europa”. Este curioso y cuidado libro aporta un detalle en cada capítulo: un fragmento musical que se puede oír en cualquier sitio mediante códigos QR. “Tiene su sentido. Amo la música y no sé trabajar sin ella”.

El periodista y escritor zaragozano Javier Goñi, fallecido en 2022, es homenajeado por Javier Jiménez en el libro.
El periodista y escritor zaragozano Javier Goñi, fallecido en 2022, es homenajeado por Javier Jiménez en el libro.
Enrique Cidoncha

Javier Jiménez confesó en la presentación que un modelo de intelectual al que admira mucho es a Mauricio Wiesenthal, el escritor, viajero y fotógrafo catalán, y eligió como espejo del suyo su trabajo ‘Orient-Express. El libro de Europa’ y otro libro suyo que le fascina: ‘Libro de Réquiems’. En sus notas recuerda también un libro tan estimulante como ‘Venecias’ de Paul Morand. Otro nombre decisivo es, sin duda, Claudio Magris, el autor de ‘El Danubio’, entre otros títulos, al que conoció aunque no sale en el libro. En uno de sus cuatro viajes a Trieste, logró contactar con su secretaria y poco después recibió una llamada del propio escritor. Se citaron en un hotel y hablaron largamente de todo: de Trieste, de literatura, de la vida. Y se hicieron una foto que navega por internet. “Publicó hace algún tiempo un libro sobre la historia de las proas de los barcos; he escrito a su agencia porque me gustaría mucho publicarlo. Es un sueño, aún no he tenido respuesta, pero a veces los sueños se cumplen”, decía.

“A Stendhal le gustaban mucho las mujeres y frecuentaba los burdeles. Y le gustaba ir a los conciertos de las óperas de Rossini. Así, a disgusto, estuvo allí tres meses. Era un enamorado de Venecia y sus impresiones de Trieste no son extraordinarias”

‘Desvío a Trieste’ está lleno de historias, de cruces de caminos, de fugas, de personajes, de un sabroso anecdotario. Javier Jiménez rinde homenaje a algunos amigos que se fueron durante la redacción: el crítico literario zaragozano y biógrafo de Miguel Delibes Javier Goñi, recordado en HERALDO y en ‘Turia’, entre otros lugares, apasionado por algunos libros sobre Trieste; al artista Eduardo Arroyo, “con quien me unía una gran amistad. Era un gran entendido de boxeo. Y tenía un vínculo claro con la ciudad: ilustró el ‘Ulises’ de James Joyce. Y también recuerdo al eterno joven de la literatura española Javier Marías”.

Quizá uno de los homenajes más entrañables es a su propio padre, “bancario (que no banquero)”, que tenía una gran vocación por la literatura y se sentía casi un heredero de Eugéne Atget, el cronista visual de París. “Mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla, sino de noches de olor a ácido acético, nitrato de celulosa, revelador y fijador fotográficos. Y me explico: mi padre era fotógrafo”, avanza Javier en el texto. Agrega luego algo que contó en Antígona: “Aquel chaval de catorce años que era yo en un barrio obrero del sur de Madrid, se levantaba de madrugada al baño, a ese ritual mundano y corriente, que en mi caso se convertía en un verdadero viaje al ‘País de las Maravillas’”. Gracias a las fotos de su padre, Javier Jiménez descubrió la potencia del erotismo: en el salón de la casa de sus padres, en plena adolescencia, descubrió “las fotografías de una de las modelos de mi padre, ‘vestida’ con una gran bola negra de un juego de bolos, que apenas ocultaba los encantos y maravillas del cuerpo femenino”. Algo que contó de viva voz con una sonrisa de picardía en la boca -“descubrí de noche el erotismo en las fotos que mi padre colgaba a secaren el salón” - ante el público y algunos de los autores aragoneses que ha publicado: Ricardo Lladosa, Alejandro Ratia, Ramón Acín Miguel Ángel Ortiz Albero…, que se suman a otros como Agustín Sánchez Vidal, Raúl Carlos Maícas o Patricia Almarcegui.

Eso sí la lista de citas e invitados del libro es inmensa y abarca a otros personajes tan célebres como D'Annunzio, Marinetti, Stefan Zweig, Freud, y a bastantes españoles como González-Ruano o Pla. Entre las mujeres, figuran Maria Callas, Marisa Madieri (escritora y primera mujer de Magris) o Mercedes Monmany, entre otras.

Javier Fórcola, en Zaragoza, en el restaurante La Scala, ante un cuadro de Pepe Cerdá.
Javier Fórcola, en Zaragoza, en el restaurante La Scala, ante un cuadro de Pepe Cerdá.
A. C./Heraldo.
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