PINTURA. ARTES & LETRAS

Carlos Miguel, artista de las grullas: "Solo cuando estás en las nubes se puede pintar bien"

El pintor de Gallocanta expone en el palacio de los Marqueses de Ayerbe (La Alfranca. Pastriz) una exposición dedicada a las aves libres y salvajes

Carlos Pardos, nacido en Gallocanta en 1962, ofreció otra gran exposición en el Torreón Fortea en 2022.
Carlos Pardos, nacido en Gallocanta en 1962, ofreció otra gran exposición en el Torreón Fortea en 2022.
Carlos Pardos, pintor / 12-01-20

Carlos Pardos Miguel (Gallocanta, Zaragoza, 1962) debe ser definido, antes que nada, como artista y, de inmediato, como “pintor de las grullas”. Lleva muchos años pintándolas, recreándolas, abundando en su plasticidad, su misterio y su presencia en la laguna de Gallocanta y en sus sonoros vuelos en bandadas. Lo hemos visto no hace mucho en el Torreón Fortea, en 2022, y ahora expone, hasta el 16 de junio, en el palacio de los Marqueses de Ayerbe, en La Alfranca (Pastriz), la muestra ‘El vuelo de la grulla. De Gallocanta a La Alfranca’, que cuenta con un cuidado catálogo. Está organizada por la Dirección General de Educación Ambiental del Gobierno de Aragón, ha sido coordinada Mercedes Bueno, y abarca alrededor de 70 obras fechadas entre 2013 y 2023

¿Por qué esa pasión por las grullas, qué le dan, qué nos dan?

Tienen un rico simbolismo que muchas culturas han cultivado, dicen que puede ser el origen de la escritura, dicen que simbolizan la protección, en algunos territorios anuncian la prosperidad, etc. etc. Para mí, en estos momentos, pienso que simbolizan el equilibrio ante el desorden. Al sur nos traen agua, frío y al norte calor.

¿Qué le atraen: las aves, la lagunas o los celajes?

En un poemario incompleto he escrito un poema que se llama ‘Vivir en las nubes’, donde digo: “Nubes de luz hacia el norte / vuelan, sin lamento /como sueños encendidos y nostálgicos / que sobre el Lago brillan...”. Uno de los mejores sitios para estar son las nubes; desde aquí se ven las cosas y las situaciones de otra manera. Dedico mucho tiempo a estar en las nubes y a la libertad de volar.

El dibujo que se ha utilizado como motivo del cartel de la exposición.
El dibujo que se ha utilizado como motivo del cartel de la exposición.
Carlos Pardos/DGA

Así de entrada, parece un buen lugar y a la vez un poco inestable…

Ja ja ja. Desde chico he sido condenado a estar suspendido en la atmósfera y he ido sorteando avatares terrícolas con el deseo de volver a mi sitio. Las tormentas y los nubarrones son testigos del paso de las aves migratorias que, a través de valles y montañas, se desplazan ajenas al mundanal ruido. Ese es mi sitio.

Nacer y vivir en Gallocanta debe marcar mucho. ¿Lo siente así?

Le cuento un poco más. Fui exculpado de estar en las nubes por separarme y aislarme de la tediosa y vulgar cotidianidad y de los deberes mundanos. La escuela sentenció mi destino y la educación rígida que recibí, hasta mi liberación, facilitaron esa conducta de “andar por la nubes”.  Sólo una profesora de literatura de séptimo u octavo curso me cautivó con su ‘savoir faire’, su sensualidad y cautela al enjuiciar mis relatos escritos y mi rebeldía. La lectura de ‘Fausto’, el gran drama de Goethe, y mis dibujos e interpretaciones sobre el diablo le fascinaron. No recuerdo su nombre, pero ella fue la única que respetó mi aprendizaje al ritmo de la naturaleza y mi salvajismo innato, mi manera de afrontar los fracasos; ella potenció mi imaginación  y consideró mis tiempos de estar en las nubes… “Nubes de luz hacia el norte”, escribo. Ninguna idéntica. Camino entre las nubes tan ricamente, como un pájaro en plena tormenta. Como las aves que atraviesan mares.  Las nubes son sus aliadas.  Desde arriba se ve lo insignificante que es el hombre. Las grullas ajenas a las guerras surcan los cielos y vuelan por encima de las nubes, otean el campo de batalla y sólo bajan para repostar y transmitirnos equilibrio y armonía. Libres y salvajes.

Ya ya. Concrétenos cómo caracteriza o determina nacer en Gallocanta.

 “Fijarme” en los cielos, en los pájaros,  las aves en general,  las grullas en particular, es algo aleatorio que ha llegado a mí por ser nacido en Gallocanta, sí, por  aventuras de la infancia y por la aguda percepción de las luces, los sonidos, los olores … y, en general, por escuchar ‘lo que dice’ la naturaleza: observar, entender, no ensuciar y formar parte del paisaje también cuenta. Aprendí a pintar  observando y sintiendo las texturas,  la nieve,  el viento,  el agua,  la arcilla, el chasquido del fuego en la lumbre, las campanas, el olor de los animales, los rumores lejanos, las luces cambiantes, las texturas, los dibujos de los pájaros en el cielo, los rumores del viento… las tormentas de sal, la energía de los truenos, los rayos fulminantes. Cuando estás en las nubes no te preguntas nada, ni te sorprendes ni te obsesionas por nada y la mediocridad y lo banal no te afectan, sólo estás. Sientes. Te asombras, te conmueves, te sobrecoges. Sólo en ese estado se puede pintar bien. El asombro suscita la belleza. ¿Le digo una cosa?

"Sólo una profesora de literatura de séptimo u octavo curso me cautivó con su ‘savoir faire’, su sensualidad y cautela al enjuiciar mis relatos escritos y mi rebeldía. La lectura de ‘Fausto’, el gran drama de Goethe, y mis dibujos e interpretaciones sobre el diablo le fascinaron"
Carlos Pardos lleva más de media vida fascinado por las grullas, vinculadas al origen de la escritura.
Carlos Pardos lleva más de media vida fascinado por las grullas, vinculadas al origen de la escritura.
Carlos Pardos.

Claro. De eso se trata. El poeta y pintor es usted.

Vuelvo a Goethe, uno de los grandes escritores de todos los tiempos. Fausto, Margarita, Werther, Carlota, etc. “Nos encanta contemplar el azul, no porque avanza hacia nosotros, sino porque nos lleva detrás de él”, escribe. Esa frase también define parte de mi trabajo.

¿Cómo trabaja todo eso sin repetirse, con esa insistencia y esa vehemencia?

Pinto desde diferentes estadios. Diversifico. En ocasiones, la ambientación; según la temperatura y mi estado de ánimo utilizo una paleta u otra, que es el primer paso, casi siempre, que doy. En otro orden de cosas, la estructura de la grulla, sus movimientos, el despliegue de alas, el aterrizaje de las bandadas, cuando planean, cuando ‘trompetean’… Quien lo haya visto y sentido sabe que es inolvidable. Y si eres nativo de aquí y sensible se produce una simbiosis entre el ave y tú. El haber avistado aves con expertos y otros artistas como Juan Varela o unos colaboradores de Félix Rodríguez de la Fuente en mis inicios me ayudó mucho a encontrar esta senda. Tengo muchos cuadernos de campo con dibujos prodigiosos de los que suelo echar mano de vez en cuando aunque, últimamente, la grulla va desapareciendo del cuadro; a lo sumo se ve alguna pluma y queda el paisaje. Casi nada.

Eso nos lleva a preguntarle: ¿le interesan muchas más cosas de ese mundo: el misterio, las grutas, las piedras, la naturaleza misma?

Cualquier cosa que se mueve me gusta. Observo las gallinas, los escarabajos, las ranas, las raíces de los árboles de cualquier lugar, y lo que está quieto también me gusta: adoro la quietud del abuelo con su garrote sentado en la piedra al sol.

"Para mí la pintura me salva de los atropellos, de la mediocridad y de la necedad humana. Convivo muy bien con mis contradicciones: en estos momentos es el arte lo único que me alivia"

 ¿Qué busca en la creación un artista como Carlos Pardos Miguel? ¿El arte es un compromiso, es una necesidad?

He recorrido el camino del impresionismo cuando empezaba y después de viajar por los museos europeos; luego el expresionismo, en mi época vital más oscura; más tarde el surrealismo, cuando estudiaba literatura con mi maestro Agustín Sánchez Vidal. Ahora el estudio del paisaje me conduce a la abstracción, también influido por mis lecturas, sobre todo poesía. Soy un lector casi exclusivo de poesía pues es lo que me llena y me conduce por senderos muy atractivos).

Ha hecho casi una autobiografía concisa. Insisto un poco más: ¿nace el arte del deseo de  transmitir algo, es un puro goce estético?

Creo que sí. Para mí la pintura me salva de los atropellos, de la mediocridad y de la necedad humana. Convivo muy bien con mis contradicciones: en estos momentos es el arte lo único que me alivia.

Toda la elegancia de esta ave migratoria que habita la laguna de Gallocanta y cruza el cielo con su 'trompeteo' tan evocador.
Toda la elegancia de esta ave migratoria que habita la laguna de Gallocanta y cruza el cielo con su 'trompeteo' tan evocador.
Carlos Pardos/DGA.

A modo de desafío y de curiosidad, ¿cómo se pinta una grulla? ¿Ha estado a su lado, las ha tenido cerca, al alcance de la mano?

Una grulla se pinta como todo lo demás: conociendo su estructura, estudiando sus movimientos, siguiendo sus pasos, sintiendo el aleteo encima de tu cabeza en los atardeceres rojos en la ermita del Buen Acuerdo. También ayuda, en el caso específico de la grulla, haber estado con forestales y otros expertos y con los Amigos de Gallocanta avistando grullas y pasando información.

¿Es también pintor del agua?

El concepto del agua en nuestro entorno dista del concepto voluptuoso y romántico de la pintura decimonónica que todavía cultivan algunos pintores vivos. Dicho esto, pintar el agua (o la sequía) en sus diferentes estados y estaciones me lleva, directamente, a la luz, a sus reflejos, al espejo que es la laguna de Gallocanta. Produce infinidad de efectos y matices muy diferentes (y difíciles de codificar). Lo que es de una manera puede cambiar radicalmente después de una tormenta de sal. Todo esto me conduce a trabajar desde un prisma experiencial , expansivo y totalmente subjetivo.

Cuando la laguna recupere, todo su esplendor, ya veremos lo que sale. No se sabe si ocurrirá o no. De momento la salicornia (espárrago de mar o hierba salada) me obliga a trabajar con rojos, bermellones, magentas muy diluidos que me llevan a introducirlos, también, en los flamencos que parecen gustarle mucho la laguna en los últimos tiempos. Ahora me gusta abstraerme con el plumaje interior de los flamencos.

Las grullas inspiran a un sinfín de artistas: acuarelists, cuadernistas, pintores, escritores, ilustradores. Y Carlos Pardos ha desarrollado gran parte de su obra con ella como objeto plástico y de meditación poética.
Las grullas inspiran a un sinfín de artistas: acuarelistas, cuadernistas, pintores, escritores, ilustradores. Y Carlos Pardos ha desarrollado gran parte de su obra con ella como objeto plástico y de meditación poética.
Carlos Pardos/DGA

*La exposición 'El vuelo de las grullas. De Gallocanta a La Alfranca', organizada por el Gobierno de Aragón en el palacio de los Marqueses de Ayerbe estará abierta hasta el 16 de junio.

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