Rafael Álvarez 'El Brujo': "Siempre tuve claro que quería divertirme en el escenario"

El actor andaluz (Lucena, 1950) regresa este viernes (20.00) al Teatro de las Esquinas de Zaragoza con ‘El viaje del monstruo fiero’, una obra inspirada en una loa de Lope de Vega.

'El viaje del monstruo fiero', de Rafael Álvarez 'El Brujo'.
'El viaje del monstruo fiero', de Rafael Álvarez 'El Brujo'.
Heraldo

Dicen de usted que es el creador del monólogo polifónico...

Bueno, yo no me definiría así. Me parecía terrible por mi parte. Pero bueno, son palabras. Soy un actor que ha tenido una trayectoria que la vida misma me ha puesto ahí. He tenido la necesidad de sobrevivir en esto, y lo que siempre tuve claro es que quería divertirme en el escenario y hacer cosas que a mí me inspiraran. Y de repente me di cuenta de que estaba desarrollando un estilo, una forma de trabajar que tiene sus antecedentes en la tradición, que es la forma de trabajar en solitario y es muy antigua. Viene de los esclavos romanos, ellos dieron lugar a los juglares, que son actores en solitario, monologuistas. Mi estilo coge cosas del ‘stand up comedy’, pero para reconducir todo hacia los textos clásicos y hacía una tradición que no es americana ni anglosajona, sino muy española.

¿Qué propone al espectador en el montaje ‘El viaje del monstruo fiero’?

Vuelvo a los textos clásicos porque ahí hay un repertorio inacabable. Solo ‘El Quijote’ da para 50 espectáculos distintos, por no hablar de las obras de Shakespeare, Lope de Vega… En esta ocasión he hecho una selección de fragmentos de los textos clásicos que a mí me parecen bonitos para recitarlos en un escenario y para explicarlos. ‘El viaje del monstruo fiero’ es la denominación que le da Lope de Vega al actor del Siglo de Oro e una loa.

En nuestros clásicos está todo.

En ellos hay mucho. Efectivamente, está prácticamente todo: en Shakespeare, en Lope, en Cervantes, en la tragedia griega, en el ‘Mahabharata’, en las grandes epopeyas de la humanidad, que están conectadas con la mitología… Aldous Huxley hablaba de la filosofía perenne, que es la que ha permanecido ahí a lo largo de la historia para aquellos que quieren estudiarla, contemplarla y alimentarse de ella. Es la filosofía de las grandes preguntas: ¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos? y ¿adónde vamos? Estamos ahora en la época de la inteligencia artificial, pero esas preguntas siguen vigentes, sin saber realmente qué hacemos aquí, en este mundo, quiénes somos entre los múltiples personajes que representamos cada día, quién de ellos es realmente el verdadero y, sobre todo, qué sentido tiene este viaje por la vida, qué significa que el universo nos haya traído aquí, a la casa del tiempo, a vivir esta experiencia.

Seguimos haciéndonos esas preguntas, y quizá por ello hay temas de la actualidad que asoman en sus espectáculos...

Me gusta hacer una mezcla de toda esa sabiduría con la que he podido ir conectando a través de mis lecturas con espectáculos donde sé que al público tampoco se le puede comer mucho la cabeza y aburrirle con las grandes preguntas. Los espectadores van al teatro a reírse. Lo que trato de hacer es que haya diversión, risa y algún momento entrañable y lírico donde aflora algo de la poesía que está relacionada con estas grandes cuestiones.

¿Qué le sigue enseñando el teatro cuando sale a un escenario?

Que no somos nada. Todavía tengo la suerte de que, con todos los años que llevo y la experiencia que tengo, cuando salgo al escenario, sobre todo un minuto antes, sé que todo sentimiento de autograndeza es una herida, una forma de dañarte porque tarde o temprano la vida te demuestra que eres muy poquita cosa, y que al mismo tiempo, cuando reconoces humildemente eso, eres muchísimo, grandioso.

¿Qué texto o qué personaje y/o autor le queda por llevar a las tablas?

El ‘Mahabharata’, y hay un personaje de Shakespeare que me fascina: el rey Lear. Lear es un hombre que se vuelve loco de dolor, se muestra caprichoso, vanidoso, está aferrado a su propia imagen, quiere que le amen, le admiren, y pierde totalmente la cabeza. Ese patetismo final de la obra 'El rey Lear' es grande porque representa el dolor de muchos seres humanos que hacen ese mismo viaje a través de la existencia, el viaje de descubrir que al final todo lo que tenías era una mentira. Eso lo veo ahora mucho en los políticos, que se pelean ya sin ningún pudor. Están demostrando que no se preocupan para nada de los problemas reales de los que en teoría tendrían que ocuparse, sino de discutir, enzarzarse, enfrentarse, de engañar para protegerse y echar al otro la basura, la corrupción...

Aunque el cine dejó de tentarle, ¿no hay nada ni nadie que pudiera hacerle volver?

Hay un proyecto del que desde hace un año ya me están hablando de él, con dos cineastas jóvenes, de Málaga, que van a hacer su primer largo. Uno de ellos me veía en su infancia en la serie de televisión ‘Juncal’ . Desde que era niño él quería ser director de cine para hacer una película conmigo. Han escrito un guión que me gusta, está muy bien, y me han llamado para que ruede con ellos. Y ahí estamos, a ver qué pasa. Pero, normalmente, no hago nada de cine, ya no estoy por la labor. He rodado pocas películas, hace tiempo ya, y algunas han quedado ahí, como ‘Lázaro de Tormes’ (Fernando Fernán Gómez y José Luis García Sánchez, 2000) o ‘Niño nadie’, del zaragozano José Luis Borau, y he aparecido en otras como ‘Pajarico’, del también aragonés Carlos Saura.

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