De cháchara en los conciertos: ¿dónde está el límite?

Un tuit de Quique González pone sobre la mesa las molestias que ocasionan quienes hablan sin parar en los recitales. Pero, ¿hasta qué punto es aceptable? El debate sigue abierto.

La Casa del Loco cumple 25 años como sala de conciertos de referencia en el país.
La Casa del Loco, una de las salas de conciertos más populares de Zaragoza.
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Si alguien no para de hablar en el cine, a nadie le sorprendería que acabara siendo reprendido por otros espectadores. Lo mismo en un teatro o en un concierto de música clásica. Igual sucede con determinado uso de los móviles que, en los últimos tiempos, han llevado incluso a actores a parar funciones. Pero, ¿qué sucede en un concierto de música popular, rock o pop, donde el contexto es otro, las convenciones sociales o los límites entre la buena y la mala educación pueden ser percibidos de manera bien distinta?

Si bien el problema no es nuevo, un reciente tuit del cantautor Quique González ha vuelto a poner sobre la mesa el hecho de que en numerosos conciertos, una parte del público se dedica a hablar sin parar molestando no solo a los espectadores de su entorno, sino a veces al propio artista. "Encaramos los últimos conciertos de la gira 25 aniversario después del fin de semana en Málaga y Almería. Han sido muy buenos shows aunque un poco más ruidosos de lo habitual, cosa que afecta un poco a la concentración y al ambiente...", escribió en un hilo en la red social X. "...Ya que 10 personas hablando muy alto pueden fastidiarle el concierto a la gran mayoría que acude a escuchar música. Me sigue costando entenderlo pero no me quiero hacer mala sangre. Predomina el respeto y la buena escucha en general", concluyó.

Este desajuste entre los que acuden a un concierto con ánimo de escucha atenta y aquellos que, con ánimo más festivo, acaban de cháchara con los amigos es una realidad que, en opinión del músico y cantante jaqués Cuti Vericad, "está yendo a más". Hasta el punto de que para el próximo concierto que tiene en agenda, de carácter intimista, se está planteando hacer un anuncio en redes sociales sobre la necesidad de guardar silencio en él. "Estoy preparando un recital Vericad y Scorcia, a dos guitarras y dos voces, será el 27 de abril en el Rock & Blues y he pedido hacerlo en versión matinal con la sola idea de que la gente será más silenciosa", cuenta el músico. "También estoy pensando en pedir silencio a través de mis redes, pero cuidando cómo lo pongo, porque la gente se ofende mucho". Recuerda cómo en un concierto que Diana Kurtz dio hace años en La Casa del Loco, unos carteles señalaban en la puerta la necesidad de estar callado en ese espectáculo.

La obligación de no interferir en la escucha de los demás o en la concentración del propio artista con conversaciones interminables y a gran volumen no es algo que se dé por sentado en un concierto de música popular. Tampoco está claro si procede apercibir en esos casos. "En el concierto de Wilco en Zaragoza llamamos la atención a una chica que no paraba de hablar y nos acabó insultando la siguiente hora y cuarto", recuerda Cuti quien recalca que estas situaciones se le generan a menudo.

"La gente ya no es que hable, grita"

Gonzalo de la Figuera, crítico musical 

Pocas personas habrán ido en Zaragoza a más conciertos que Gonzalo de la Figuera, crítico musical. "La gente ya no es que hable, grita". Cree que "es normal que la gente hable en un concierto", pero lo que no se lo parece es el volumen de ciertos espectadores". Ante estas situaciones, el melómano ha llamado la atención a los molestos en alguna ocasión "y al final me han acabado llamando maleducado a mí". Anécdotas al respecto no le faltan. "Una vez les dije a unos que si querían le decía al señor de la guitarra que parase para poder escucharles a ellos". Es algo que, dice, le resulta incomprensible, "sobre todo si además, se ha pagado una entrada".

Mariano Bazco, DJ, creador del sello discográfico More Than Disc y asistente habitual a conciertos en Zaragoza, lo confirma: "Últimamente la gente habla más, yo no sé si ha sido la pandemia". Antes que nada entona el 'mea culpa': "Yo soy de los que a veces habla en conciertos". Si bien advierte que en no pocos casos, sobre todo en ciudades del tamaño de la capital aragonesa, los conciertos se convierten en un punto de encuentro: "Si no he visto a un amigo hace ocho meses y me lo encuentro en un concierto, aprovecho para hablar, aunque eso no lo haría en un concierto de Wim Wenders o de Bombo y Platillo".

"Un concierto no es una misa, pero hay que entender el contexto"

​Eduardo Pérez, promotor musical

Eduardo Pérez, director de la agencia Born! Music, es precisamente el responsable de estos ciclos de artistas "delicatessen". Para él, todo se trata de una cuestión de "contexto". "Que se hable en un concierto, del tipo que sea, siempre me ha molestado mucho, por eso no voy a muchos de ellos y por eso, quizá, programo los conciertos que programo". La mayoría en su caso en espacios de aforo pequeño y mediano, muchas veces con el público sentado. "A mí me gusta que la música esté en un primer plano y, por ejemplo, el hecho de no estar de pie, ya es una cortapisa para los que hablan".

"Me da la sensación de que en determinados conciertos, lo de menos es la música"

​Gonzalo de la Figuera

A su juicio, el problema de los 'habladores compulsivos' siempre ha existido. Matiza que un concierto no es "una misa", pero considera que "hay que entender el tipo de música". Por su cabeza pasan reflexiones como el papel que ha jugado la moda de los festivales, donde los conciertos se suceden en un ambiente festivo que ciertas personas trasladan a las salas.

Cuti profundiza en este aspecto, hablando más ahora como artista que como espectador: "Músicas como el pop y el rock ya no son ahora muchas veces de carácter masivo y los conciertos se desarrollan en salas medianas y pequeñas, donde por ejemplo el volumen del sonido no puede ser tan alto, de manera que las voces del público ganan por goleada. Además, la distancia del público con el escenario suele ser es pequeña, de manera que, sobre todo cuando tocas una balada, el ruido resulta muy desagradable". Sin embargo, que la gente hable, grite o salte no es un problema para él en un concierto como el Vive Latino, con el público a cuatro metros y un ambiente general totalmente diferente. "No se trata de permanecer callado todo el concierto, en un recital así claro que se puede hablar. Lo que hay que hacer es entender a qué tipo de concierto vas, todos somos mayorcitos para saber dónde estamos".

"Músicas como el pop y el rock ya no son ahora muchas veces de carácter masivo y los conciertos se desarrollan en salas medianas y pequeñas, donde por ejemplo el volumen del sonido no puede ser tan alto, de manera que las voces del público ganan por goleada"

​Cuti Vericad, músico

Mariano Bazco cree que "actualmente hay dos tipos de conciertos, los del ocio y los de la cultura". Es decir, para él hay un determinado sector del público que acude a los conciertos por el mero hecho social, sin importarle quién está sobre el escenario ni cómo. Para Eduardo Pérez, a determinadas edades, entre los 35 y los 55, que son muchas veces el gran público de conciertos en Zaragoza, "a los conciertos se va a tope, has dejado a tus hijos, es una oportunidad única a la que se va con todo". Algo que redundaría en ciertos comportamientos que tienen que ver más con lo que se haría en un bar de copas, que en un concierto. 

"Todo es una cuestión de educación y cultura, ya sea en un concierto o en una reunión de bolilleras"

​Mariano Bazco, DJ y creador del sello discográfico More than Disc

"Hay que saber también entender cada momento de un concierto", apunta Mariano. "Por ejemplo, estuve en uno de Coque Malla en el que me tocó al lado un grupo que directamente gritaba. Cuando cantaba canciones más conocidas y marchosas no había problema, pero luego interpretó tres baladas seguidas y el volumen de esa gente era el mismo".

"El público habitual de conciertos sabe a lo que va y se centra en lo que se tiene que centrar, que no tiene por qué suponer el silencio absoluto. Otra cosa es cuando el foco ya no está en el escenario sino en uno mismo y sus amigos", tercia Chema Fernández, de Antípodas Producciones y con más de 25 años programando en La Casa del Loco y otras salas de la ciudad. "Hay mucha gente que va a los conciertos como un acto social, sobre todo en estilos más comerciales".

"La gente tiene que entender que sobre el escenario se está dando un hecho no solo lúdico sino también cultural"

​Chema Fernández, promotor musical

"Me da la sensación de que en determinados conciertos, lo de menos es la música", se lamenta De la Figuera.

"En un concierto de rock o pop los límites sobre el comportamiento adecuado son difusos, por lo que además es más difícil defenderse de quien no es educado. Pero hay cosas que pueden exigirse, como por ejemplo que si vas a hablar, por lo menos vete para atrás", indica Fernández. Para él, hay conciertos en los que "venirse arriba es lo suyo" pero, como sus compañeros, cree que todo se reduce a una cuestión de entender en qué tipo de espectáculo se está. No solo por el resto de asistentes, sino sobre todo por el artista: "La gente tiene que entender que sobre el escenario se está dando un hecho no solo lúdico sino también cultural". A la vez, Chema se plantea lo complicado que para su sector es en ocasiones tratar de acompasar los esfuerzos por atraer nuevos públicos -por ejemplo conciertos gratuitos- con la idea de darle valor a los artistas.

"Yo creo que esto tiene mal arreglo", dice De la Figuera, quien recuerda que cada vez son más los artistas que se quejan. Al final "todo es una cuestión de educación y cultura, ya sea en un concierto o en una reunión de bolilleras", concluye Mariano Bazco.

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