Zaragoza queda a la altura del barro en la 'Batalla de restaurantes' de Alberto Chicote

El lamentable comportamiento de los cuatro contendientes, que pugnaban por el título de mejores migas aragonesas y un premio de 10.000 euros, fue de vergüenza ajena

Alberto Chicote con los cuatro concursantes zaragozanos en 'Batalla de restaurantes'.
Alberto Chicote con los cuatro concursantes zaragozanos en 'Batalla de restaurantes'.
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‘Batalla de restaurantes’ de Atresmedia, no es un programa de gastronomía al uso. Es un concurso que se nutre de muchos ingredientes: más allá de la valoración competitiva de la comida, que se hace a cara descubierta entre los propios contendientes, el programa juega con los valores del descubrimiento y, por supuesto, con la pimienta de la confrontación. En su cuarto capítulo, el espacio (que se emite los jueves en La Sexta, aunque este día 22 no se emitió en abierto por el especial de la tragedia de Valencia, y puede verse igualmente en Atresplayer) ponía proa a Zaragoza.

Durante poco más de una hora, cuatro restauradores zaragozanos pugnaban porque sus migas fueran consideradas las mejores de este espacio conducido por el popular Alberto Chicote. Más allá de ese póquer de candidaturas quedan, por supuesto, decenas de posibles aspirantes al título de mejor miguero que no entraron en la selección final, pero ese debate sería largo de resumir.

El caso es que el pulso a cuatro lo libraban La Ternasca (en el Tubo, con Cristian Yáñez), el Asador Los Gigantes (en la zona Goya, calle Fueros de Aragón, representado por Carlos Gilarte), el Valdeconsejo de Cuarte de Huerva (Cristina Martínez) y el Pepito Ternera (con Francisco Bernad) de la calle Supervía.

El formato es sencillo. Los cuatro representantes de los restaurantes a concurso y el propio Chicote prueban un producto típico de la tierra visitada (las citadas migas, en el caso de Zaragoza) y puntúan diversos parámetros: el espacio y su aspecto, el estado de la cocina, la calidad del plato a examen, la de la comida en general, el servicio y el precio.

Cada comensal prueba la especialidad, otro plato de la carta a elección y un postre. Se puntúa de 1 a 10 y se hace la media. Chicote también puntúa, y sus votos se conocen al final: se trata del voto de calidad, que puede voltear la tabla o dejarla igual, de haber coincidido con los participantes.

Un espectáculo poco edificante

El tono del programa es curioso. Mucho ‘egotrip’, como si fuese una batalla de gallos entre raperos de los 80; “soy el mejor”, “no tienen ni idea”… Los juicios breves individuales a cámara salpican la acción, matizando sobre todo errores o desencuentros entre los concursantes: un recurso de ‘talent show’ del que abusa este programa. Las voces en off sirven de continuidades pretendidamente picantes y jocosas: tampoco consiguen su objetivo. Todo muy visto ya: sin embargo, es indudable que esa tensión inflada mantiene la atención hasta el final... si se tiene interés previo, claro. Si no, no.

¿Quién ganó? ¿Quién se comió sus bravatas con patatas? En el caso de Zaragoza, hubo de todo. Fran y Cristina chocaron desde el principio. Carlos y el propio Fran también se las tuvieron tiesas: amenazas, piques, chulería… un espectáculo lamentable, que enloda bastante la imagen hostelera de la ciudad. Cristian, que parecía más comedido a la cara (excepto en el último restaurante visitado, el de Fran, donde también entró al trapo de la bravuconería), se vengó con pleno de ceros en las puntuaciones, justificándolos con una especie de ‘sálvese quien pueda’.

Estas valoraciones y las consiguientes puntuaciones fueron mucho más estrictas que en otros programas del formato: la caldereta de marisco de Menorca, el mejor marisco de Vigo y el mejor atún rojo de Cádiz. En Zaragoza se confundió demasiadas veces la sinceridad con la mala educación, desde el principio: al ser material editado, es preocupante imaginar lo que no se quedó en el minutaje final. De nobleza baturra, nada de nada.

A cada uno en su sitio

En el epílogo, cada restaurador valora las calificaciones recibidas, segmento por segmento. Chicote ejecuta su papel de mediador en el conflicto, abandonando el histrionismo de sus anteriores espacios. Y su valoración puede cambiar las tornas. Eso sí, a los migueros les dio un palo generalizado. “Vuestras valoraciones me parecen una vergüenza, una falta de respeto para los otros contrincantes y hacia la profesión”.

Puntuaciones de los contrincantes

Los Gigantes recibió un 2,7 de media tras los votos de los otros tres participantes. Valdeconsejo llegó al 2,9, La Ternasca se quedó en 2,6 y Pepito Ternera, lastrado por seis ceros de Cristina y otros tantos de Cristian (la temible ofensiva CriCri) sacó un 0 en migas y un 1,1 total.

Chicote, que obviamente no se dejó llevar por pleitos personales y juzgó las diferentes áreas en puridad, le dio una media de 4 a La Ternasca, subió a 5 con Los Gigantes, a 6,3 en Pepito Ternera y puso arriba a Valdeconsejo con 6,7. Una vez mezcladas sus cifras con las de los concursantes, la tabla final quedó así: victoria (y 10.000 euros) para Valdeconsejo, con 3,9; Los Gigantes, 3,3; La Ternasca, 3, y Pepito Ternera, 2,4.

Cristina reconocería después que el comportamiento mostrado por todos durante el concurso había sido pésimo. “Hemos dejado Aragón… telita”. Al final, los cuatro sellaron la paz en el coche que los condujo al restaurante ganador, y en los abrazos y brindis tras el veredicto. El premio de 10.000 euros fue para Valdeconsejo, el restaurante más humilde de los cuatro a escena. No obstante, el paso por el programa pueda acabar costando muy caro a los cuatro contendientes.

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