Con un nudo en la garganta, el corazón encogido y la feliz impresión de haber asistido a un espectáculo único, de pura humanidad. Así quedaron las 1.000 personas que asistieron en la noche del jueves al preestreno de 'La estrella azul', la quijotesca película en la que el zaragozano Javier Macipe ha inmortalizado en el sentido literal del término a ese mito mal curado llamado Mauricio Aznar, del que será para siempre su profeta. 

Tras más de dos horas de proyección, las luces se encendieron y los aplausos entraron tímidos, aunque no tardaron en tornarse en unánimes. No por disgusto ni por tibieza, sino por el 'shock' emocional al que aboca esta maravilla convertida en Cine con mayúsculas por Macipe.   

En unos tiempos en los que el algoritmo decide qué proyectos salen adelante y cuáles no, 'La estrella azul' es un grito de libertad artística, de audacia y de riesgo máximo. Una oda a los sentimientos, a la sensibilidad y a la bondad, una apuesta por el rock'n'roll, pero sobre todo por el ser humano y por el bien común. Con sus inevitables descensos a los infiernos, que todos y todas padecemos, pero siempre con el faro de la honestidad y la humildad. Unos valores que no cotizan al alza en nuestra sociedad, tan entregada al individualismo y a la exposición pornográfica de triunfos materiales. 

A uno le conmueve pensar qué sintió Inge, la única hermana viva de la saga Aznar Müller, presente en la sala. Exponer y compartir públicamente material tan sensible e íntimo como el de tu familia no debe resultar sencillo de gestionar. A buen seguro, debe ayudar que ese traje a medida tan personal lo diseñe y lo cosa un artesano tan pulcro como Javier Macipe. 

A partir del 23 de febrero, fecha de su estreno en salas, 'La estrella azul' ya será de todos. Comprar una entrada y asistir a una sesión será un acto placentero pero también de reafirmación y apoyo a esa otra forma de hacer cine, en las antípodas de lo industrial y para demostrar que los buenos también ganan y que los malos, aunque en pocas ocasiones, se mueren de miedo.