Cecilia de Val, artista visual: "Siempre me sentí diferente"

Su obra forma parte de importantes colecciones y ha expuesto en prestigiosos museos y centros de arte nacionales e internacionales.

Cecilia, con cuatro años, en un chiringuito de la playa en Torredembarra.
Cecilia, con cuatro años, en un chiringuito de la playa en Torredembarra.
C.V.

Zaragoza, 1975. Artista visual inclinada a la experimentación y volcada en la fotografía, que utiliza para la realización de instalaciones y esculturas. Su obra forma parte de importantes colecciones y ha expuesto en prestigiosos museos y centros de arte nacionales e internacionales.

¿Recuerda su infancia como una época feliz?Tengo sentimientos encontrados, en los que se mezclan momentos de mucha felicidad con momentos muy tristes: mi padre murió cuando yo tenía 9 años.

¿Qué le hizo reír por primera vez?Con mi gente el sentido del humor es un pilar y nos hemos reído siempre un poco de todo, nos gustaba imitar a los amigos de mi madre y de mis tíos. Pasaba horas en casa con mi hermana delante de una cubitera de latón (a modo de espejo convexo), y nos reíamos de cómo su reflejo nos deformaba las caras.

¿Qué le hizo llorar?Mi madre me decía que era una bebé bastante llorona.

¿Qué era en el patio del colegio?Iba con un grupo de amigas muy divertidas, inteligentes y guapas. Nos divertíamos mucho e íbamos un poco a nuestra bola. Era buena estudiante pero no la típica empollona; al contrario, era un poco rebelde y hacía algún estropicio de vez en cuando.

¿Se sentía rara, especial?Siempre tuve la sensación de ser diferente y sentía esa soledad de no encajar en algunos patrones.

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?Me pasaba horas viendo películas con mi hermana. Me sabía diálogos de memoria de muchas de ellas y aún recuerdo muchos. También me encantaba ir a casa de mis abuelos todas las tardes, después del colegio, donde nos encontrábamos con mis primos porque mi madre y mis tías (mi madre son siete hermanas, ¡todo mujeres!) se iban por ahí a hacer sus cosas y nos dejaban a todos con los abuelos.

¿Sufría algún complejo que le amargara?Era muy autoexigente. Eso me hacía ser insegura con muchos aspectos de mi físico.

¿Cuál fue la calle de su infancia?Vivía en la calle Cervantes de Zaragoza, en un ático con una terraza muy grande llena de plantas que eran la pasión de mi madre. Me encantaba mirar los tejados y las otras terrazas de las casas e imaginar cómo eran esas casas por dentro a lo Nanni Moretti en ‘Caro diario’. Mis tíos llamaban a nuestra casa ‘el zoológico’: siempre tuvimos muchos animales, la pasión de mi padre, y él traía a menudo a casa, gatos, cacatúas, hamsters ¡y hasta tres gallinas! Cuando se murió la primera fue un drama para nosotras y misteriosamente Josefina, la portera, a los pocos    días nos bajó una especie de pollo escabechado para comer y nadie hizo mención a la difunta gallina. Pero ese día mi hermana y yo no comimos.

¿Qué es lo que más le gustaba de Zaragoza?Me encantaban las reuniones muy frecuentes en casa de mis abuelos y de mis tías con todas mis primas y primos. Mis tíos aprovechaban para tocar la guitarra y se montaban fiestas improvisadas a la mínima.

La muerte, ¿le angustiaba o le provocaba algún tipo de tormento?Desde muy niña he sabido lo que es perder a personas muy queridas. Pensaba mucho en la muerte, era bastante miedosa y despertaba a mi hermana por las noches para que me acompañara al baño que estaba pegado a nuestra habitación.

¿Cómo ganó su primer dinero?De niñas, con mis primas, en Torredembarra, nos poníamos un puesto en la plaza de la Iglesia, hecho con una caja de cartón, en el que vendíamos conchas que cogíamos en el mar y pintábamos nosotras. Trabajé desde muy pronto en muchos sitios, de camarera o azafata. Necesitaba tener dinero para sentirme independiente.

¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del “qué dirán”?Enfrente de mi casa estaba Cima, una academia muy conocida, donde solían ir los peores estudiantes y los chicos y chicas populares de la ciudad. Cada vez que salía a la calle siempre había algún grupo de chicos guapos en la calle que te hacían comentarios o te echaban miraditas. Yo, que era muy presumida y me importaba mucho ser aceptada y agradar a todo el mundo, no era capaz de salir vestida con cualquier ropa: tenía que arreglarme ¡hasta para bajar a comprar el pan! Era un fastidio ponerme de punta en blanco todos los días y como era perezosa para arreglarme aprendí a camuflarme el pijama debajo de los abrigos. Cuando maduras, aprendes a no necesitar agradar a todo el mundo y a ser lo “más tú posible”. El trabajo creativo me ha ayudado mucho en ese proceso.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué caló en usted con más fuerza?Me enseñaron a vivir el presente.

¿Qué o quién le desató la vocación que le ha marcado?Mi padre era muy aficionado a la fotografía y al cine y nos grababa series y películas a mi hermana y a mí que luego veíamos en bucle. Mi madre restauraba muebles y cuadros, y la recuerdo siempre haciendo punto, nos hacía jerseys y mantas preciosas, que sigo usando. En casa siempre se oía música y había cientos de libros. Les encantaba leer. Desde muy niña tuve muy claro que tenía que hacer algo creativo.

¿En qué momento pensó a qué dedicar su vida?Cuando tenía 16 años un amigo de mi madre, que tenía una gestoría, me propuso que le ayudara en el despacho durante un verano. Cuando llegué allí y vi lo que era un trabajo de oficina, se me cayó el alma a los pies y volví a casa hecha polvo pensando en lo que me esperaba al hacerme mayor. No volví al día siguiente. Desde ese momento empleé toda mi energía en intentar dedicarme a algo que me apasionara.

¿Cuál fue su gran alegría? ¿Y la gran tristeza?Mis grandes alegrías siempre vinieron de los animales que mi padre traía a casa; también lo fue mi perro Vito, que me regaló un novio y vivió 16 años. La gran tristeza fue perderlos a ellos y a personas muy queridas e importantes para mí.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años, ¿a qué día volvería?A cualquier día de mis 6 o 7 años, cuando con mi padre, mi madre y mi hermana íbamos a hacer picnic y a pasar el día en el campo.

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