TEATRO. OCIO Y CULTURA

Paco Ortega: "Lo que ahora me obsesiona es que 'no entre el viejo en mi vida', como dice Clint Eastwood"

El actor y director teatral actúa en dos montajes: 'La abdicación', en La Estación, desde el viernes 7, y 'La última cinta de Krapp' en el Mercado

Paco Ortega en el papel único de 'La abdicación', que presenta en el Teatro de la Estación.
Paco Ortega en el papel único de 'La abdicación', que presenta en el Teatro de la Estación del 7 al 9 de diciembre.
Archivo Ortega.

Francisco Ortega Suárez, Paco Ortega, actor, director teatral y dramaturgo, vive un gran momento. No para de subirse a las tablas o de dirigir obras con sus compañía Teatro del Espejo. El viernes ofrece en el Teatro de la Estación de Zaragoza ‘La abdicación’, de Albert de la Torre, bajo la dirección de Ramón Simó, una producción de Teatro del Espejo/Amici Miei Produccions/Cía. Josep Pere Peyró (Zaragoza-Barcelona-Baleares). La semana que viene, del 14 al 17, en el Teatro del Mercado vuelve a subir al escenario, ahora con ‘La última cinta de Krapp’, Samuel Beckett, con dirección de Jordi Coca y producción de Teatro del Espejo. En las dos piezas, es el único actor.

‘La abdicación’, así de entrada, hace pensar por leve afinidad en la película ‘El discurso del rey’.

No lo había pensado… pero no, no tiene nada que ver. El protagonista de ‘El discurso del rey’ por lo menos tiene un amigo, su foniatra, y el rey que yo represento no tuvo nunca ninguno. Su única compañía de niño fue un ‘amigo invisible’. Y esa es una de las razones que le llevan a abdicar ya de mayor. La otra, y más importante, es que este segundo rey que yo interpreto, es profundamente republicano y llega un momento en que no puede aguantar esta contradicción. Abdica porque está hasta las narices de sus súbditos, dicho con palabras claras.

¿Diría que es un texto sobre el poder o una reflexión general sobre la condición humana?

Ambas cosas. ‘La abdicación’ es una sutil crítica sobre el poder, pero especialmente por quienes dejan que el poder los aplaste. Es una reflexión sobre el poder pero a la inversa. Aquí el bueno es el que manda… Y lo es también sobre lo peor de la condición humana, sobre el egoísmo, la insolidaridad, la sumisión, la falta de espíritu crítico, etc.

¿Cómo se enfrenta un hombre tranquilo, formado, pero quizá perezoso a un cometido como ese?

Este rey lo fue porque nació príncipe, es decir que nunca quiso serlo. En su opinión esta circunstancia inexplicable es una discriminación que le ha fastidiado una vida que él hubiera preferido que fuera normal. Fueron un cúmulo de casualidades lo que lo llevó a gobernar un pueblo de borregos. Y un día se planta y después de soltar un discurso incendiario se va y deja a sus súbditos con un palmo de narices.

¿En qué medida este texto tendría un correlato con la vida española actual aunque aluda al contexto de la Segunda Guerra Mundial?

Yo creo que lo tiene en una medida muy pequeña. Hay gente que ha querido ver en la obra una crítica a la monarquía actual y no hay nada de eso. De lo que se habla en la obra es de una esperanza truncada en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, de crear una unión de culturas, de desarrollar unos valores comunes que se están yendo por el desagüe de la historia. Es tal vez una reflexión sobre lo que pudo ser y no fue, o no está siendo, una Europa nuevamente humanista y tolerante.

¿Qué le atrajo de un texto así, de una obra es una ejercicio de libertad y que quizá acaba siendo casi una elegía?

‘La abdicación’ es un espectáculo que ha tenido un gran éxito en Cataluña y en catalán. La productora quería hacer una versión en castellano y me lo propusieron. Yo acepté encantado y muy orgulloso. Creo que hemos hecho un trabajo profundo, inteligente y hasta divertido. La obra de Albert De la Torre tiene un aroma voluntario al Principito de Saint Exupéry en el fondo y en la forma. En el fondo porque nos hemos propuesto reflejar la ‘tragedia’ del personaje. Y en la forma, porque tiene mucho de su ternura, de su humor y de su deliciosa ironía.

Paco, ¿tiene la sensación de que experimenta o de que en todas sus interpretaciones hay algo en común, que se le reconoce, como un parentesco de actor?

De ambas cosas. Desde hace unos años, y esto es sin duda paradójico, los proyectos en los que me embarco, me eligen a mí, no soy yo quien los elijo. O dicho de otro modo, me proponen hacerlos. Y los acepto en la medida que me interesan, unas veces porque significan algo nuevo, algo con lo que me identifico, o algo que simplemente me gusta. Un componente imprescindible es que lo que hago no lo haya hecho antes. En este sentido siento una libertad más profunda que cuando era yo el que proponía proyectos a los demás.

¿Qué vamos a ver desde el punto de vista dramatúrgico, de puesta en escena?

Una obra muy inteligente desde el punto de vista intelectual, y muy conmovedora también, y en relación a la puesta en escena de Ramón Simó, un espectáculo muy bien concebido y dirigido, que es también un modelo de coherencia y de belleza entre los elementos que la integran. Ramón es un director extraordinario.

Paco Ortega da vida a Krapp, el personaje creado por el Nobel Samuel Beckett.
Paco Ortega da vida a Krapp, el personaje creado por el Nobel Samuel Beckett.
Roberto Millán.

No se conforma con solo esta obra, que representa en el Teatro de la Estación. La semana que viene, de jueves a domingo, del 14 al 17, estará en el Mercado con ‘La última cinta de Krapp’. ¿Está pasando algo excepcional en su vida? ¿Ha decidido reemprender su propia búsqueda del tiempo perdido?

En mi vida siempre pasan cosas excepcionales… Soy un afortunado. Bien o mal, siempre, o casi siempre, he hecho lo que querido hacer. Me gustaría que esto no se entendiera como una petulancia, pero sinceramente, si tuviera que elegir una segunda vida, elegiría esta vida que he vivido. No he tenido nunca la sensación de haber perdido el tiempo, me he aburrido muy pocas veces, siempre miro hacia el frente… y eso que Proust me fascina; en todo caso lo que me obsesiona es lo que ahora dice Clint Eastwood: “Que no entre el viejo en mi vida”.

Dicen que este es el mejor texto dramático de Samuel Beckett. ¿Qué se le había perdido ahí, cómo se le ocurrió hacer este texto?

Lo leí hace muchos años, y más tarde, Fernando Fernán Gómez me habló, con palabras sabias y elogiosas, de la versión que hizo en los años sesenta para TVE. Para mí Beckett es junto a Chéjov, Pirandello y Koltés los grandes autores dramáticos del siglo XX, y aunque no hay ningún tipo de identificación con el personaje, creo que su metáfora, la estatura teatral de Krapp, es la de los grandes personajes de la historia universal del teatro. Es tal vez el modelo perfecto de “contrapersonaje”. 

"No he tenido nunca la sensación de haber perdido el tiempo, me he aburrido muy pocas veces, siempre miro hacia el frente… y eso que Proust me fascina"

¿Cómo lo sedujo Jordi Coca para hacer un texto de solo diez páginas o poco más?

Jordi me vio en Barcelona en 2021 representando ‘Yo estuve allí. Mi vida con George Harrison’, dirigida por Rafa Campos, y le gusté lo suficiente como para pedirme que lo representara. Él ya lo había montado hace unos quince años, me dijo. Yo admiraba a Jordi porque es uno de los grandes nombres del teatro catalán y conocía parte de su trabajo. En cinco segundos le dije que sí.

El texto es el monólogo de un hombre que dicta sus recuerdos e impresiones a un magnetófono. ¿Todo eso se ha conservado?

Si, totalmente. Es la esencia de la obra. Krapp es alguien que no tiene más interés en el mundo que escucharse a sí mismo lo que grabó otro año el día de su aniversario. Y en esas grabaciones busca y encuentra el momento más feliz de lo que ha sido su vida. Por eso, en esta última ocasión, busca casi desesperadamente esa bobina para escucharla.

¿Qué sucede con esa cinta donde hay tan grata sorpresa? ¿Qué puede decir?

Lo que hay es el momento de plenitud, de felicidad al que aludía. Un momento que, comparado con la vida de un ser al que podríamos llamar normal, es una tontería, un acto incompleto. Y aquí entra el autor, Beckett, que nos recuerda  sin palabras solemnes que la vida es una gran estafa, y lo que creemos grandioso puede ser microscópico. Las alegrías de Krapp pueden ser episodios sin relieve ni importancia para los demás. De ahí surge una reflexión sobre la relatividad de la moral, de la justicia, de la propia vida.

No es el primer monólogo que hace en teatro, ni siquiera después de su ‘jubilación’. ¿Es su género predilecto?

No, nunca lo ha sido. Me empachan la mayoría de los monólogos y los monologuistas, y especialmente el humor tipo “Club de la Comedia” que, con alguna excepción, nunca me hizo ninguna gracia. Ahora llevo tres monólogos seguidos, pero esto es una casualidad que hasta a mi mismo me sorprende. Tengo ya muchas ganas de encontrarme a alguien en escena… Seguro que el próximo proyecto no es un monólogo. O tal vez sí.

Beckett, Premio Nobel de la Literatura, es un autor especialmente complejo. ¿Cuál es la vigencia del texto?

Beccket, ya lo he dicho, es un clásico. Por tanto la vigencia de este texto y de toda su obra es total. El dramaturgo Alfonso Sastre, a principio de los setenta, catalogó su teatro como realista, lo que él llamaba realismo profundo, porque es el que mejor cuenta el lado oscuro y oculto de la existencia, lo que está debajo de la alegría, del amor, de la vida misma.

¿Sería como parece un texto sobre la identidad?

Sobre el reverso de la identidad, más bien, sobre la ausencia de la identidad, sobre el vacío, la soledad, sobre la derrota. Pero también sobre la aceptación de todo eso sin grandes aspavientos, ni emocionales ni intelectuales.

"Me estos dando a mí mismo satisfacción, alegría, aprendizaje. Sobre todo aprendizaje. Alguien decía, y yo repetía en mis clases, que un actor que no está en proceso de formación, está en proceso de deformación"

¿Qué le ha dado el director teatral Jordi Coca?

Jordi me ha enseñado mucho. Como persona, su amistad y su profundo sentido del humor. Como hombre de teatro, su inmensa erudición, su incalculable cultura teatral, incluso sus anécdotas y sus excursos, que a veces acercan al tema principal, y a veces lo alejan. Por ejemplo, sus chistes especializados. Y como director de escena, su capacidad de planificación, su nivel de exigencia, su extraordinario sentido de la minuciosidad, el rigor en el trabajo diario.

¿Y qué se está dando Paco Ortega a sí mismo?

Satisfacción, alegría, aprendizaje. Sobre todo aprendizaje. Alguien decía, y yo repetía en mis clases, que un actor que no está en proceso de formación, está en proceso de deformación. Y aunque hubo muchas cosas en las que creía en mi etapa de la enseñanza, y la experiencia propia ha conseguido que dejara de creer definitivamente, en ésta sí creo y cada día más. Un actor o una actriz, si no aprenden constante y sistemáticamente, olvidan lo poco o mucho que saben.

Cartel que anuncia las cuatro funciones de Paco Ortega en 'La última cinta de Krapp' en el Teatro del Mercado.
Cartel que anuncia las cuatro funciones de Paco Ortega en 'La última cinta de Krapp' en el Teatro del Mercado.
Archivo Ortega/Teatro del Mercado.
Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión