Olga Hernández: "Un microrrelato es una punta del iceberg, detrás hay una historia que necesita de la complicidad del lector"

La agredeña ha ganado recientemente el concurso de microrrelatos de Incuna, el último de muchos.

Olga Hernández Vitoria.
Olga Hernández Vitoria.
Guillermo Mestre

Olga Hernández Vitoria es catedrática de francés y antigua profesora de la materia, desarrolló la mayor parte de su actividad laboral en el instituto Elaios de Zaragoza. Natural de Ágreda cuenta con una segunda pasión, la escritura, que la ha llevado a presentarse a múltiples concursos literarios de formato breve y, tras su jubilación, se ha convertido en su principal dedicación. 

Entre sus logros, el premio literario de la Embajada de Francia (1977), el primer premio del concurso de relatos del Ayuntamiento de Zaragoza (1998), el primer premio en el concurso de poesía B. de Torrero (2019), el primer premio en el concurso de microrrelatos Fernando Lalana (2019), el primer premio del concurso de relatos Ciudad de Caspe (2021), el primer premio del IV certamen de poesía Villa de Ágreda (2022) y, recientemente, el primer premio del concurso de microrrelatos de Incuna (2023).

¿Cuándo empezó a escribir?A mí siempre me ha gustado muchísimo escribir. Si yo rebobino, me recuerdo a mí misma de niña haciendo romances. En aquel momento no le di importancia, pero ahora… Aquella niña iba buscando ya la sonoridad del texto, iba queriendo abrirse paso escribiendo…

Ha participado en muchos concursos de microrrelatos, sobre todo en los últimos 5 años.Efectivamente, pero no solo de microrrelatos, también de relato corto y poesía. Son campos muy diferentes, pero los tres te permiten sacar lo que llevas dentro y ponerlo en lenguaje hermoso, expresivo e intenso. Cada vez que se me ha reconocido un texto con el que he ganado un premio, la verdad es que me he sentido muy bien. Pero no por vanidad, sino por decir: "Bueno, parece que no voy mal, parece que he logrado expresar lo que llevo dentro".

¿Qué diferencia hay entre un microrrelato y un relato corto?En un relato corto puedes permitirte expresar una historia en lo que las bases indiquen, si estás en un concurso. Las bases te van delimitando con qué extensión puedes contar. Mientras que el microrrelato es una cosa muy muy muy concentrada. A lo mejor te dicen: "No puede pasar de 10 líneas". Pero eso como máximo, porque el mínimo podría ser una. Si tú eres capaz de expresar una historia en una línea o en dos o en tres pues ya es una cosa muy significativa. En un microrrelato tú tienes que tener muy claro ya qué es lo que quieres decir.

¿Y cómo se cuenta así una historia?En realidad un microrrelato es como si dijéramos una punta del iceberg que emerge, pero detrás hay una historia que necesita de la complicidad del lector para imaginar, para representarse. Para vivir lo que ese autor está mostrando pero de una manera muy concisa. Y es importantísimo, por supuesto, encontrar los términos adecuados. Lo que puedes expresar en una palabra, no expresarlo en tres. Yo, cuando me pongo a escribir, siempre me paso muchísimo. Luego tengo que reducirlo a la mitad y, de esa mitad, coger la idea principal y concentrarla aún más. Y es fundamental también encontrar sinónimos. Las personas que no están muy metidas en esto dicen: “Bah, ¿un premio de 10 líneas? Eso lo escribe cualquiera”. No. Es un trabajo para el que no todo el mundo está preparado. Es como los haikus en poesía: es algo muy concreto y supone un trabajo previo, una meditación y una concreción que no todo el mundo es capaz de hacer.

Cualquiera puede hacer un microrrelato, pero no cualquiera puede hacer un buen microrrelato.Claro, de hecho, ayer me comentaba un compañero, profesor de instituto también, que para fomentar el hábito de escribir entre los chicos habían hecho un concurso de microrrelatos. Y me parece una iniciativa estupenda, porque los chicos serán capaces de escribir más o menos, pero no les puedes hacer escribir algo muy largo porque realmente no están preparados. Pero un microrrelato, simplemente para que se centren en qué podrían escribir y cómo, me parece un trabajo estupendo.

¿Usted también ha intentado introducir la escritura en sus alumnos?Sí claro, siempre. Lo que pasa es que lo mío era más complicado porque yo soy catedrática de francés. Entonces claro, hacerles escribir en francés era más difícil. He intentado llevarles por otros derroteros, por ejemplo, el teatro. Pero no para representar a Moliére, que eso es muy complicado, sino teatro que ellos mismos van creando con su propia lengua. En su propia expresión y con monitoras francesas muy bien preparadas para hacer de eso una representación muy digna. De hecho, han acudido a festivales internacionales de teatro escolar en francés: han estado en Marruecos, en Rumanía, en Francia… En fin, todo lo que dé cauces a los alumnos para poderse expresar, bien sea por medios literarios o por medios de las artes escénicas, es una maravilla.

¿Usted ha hecho teatro alguna vez?Sí, y el mundo de la interpretación me apasiona. He participado en producciones audiovisuales, en algún corto y he tenido algún papel en alguna película. Me encanta, todo lo que sea expresar lo que uno lleva dentro.

También ha hecho labor de investigadora.Sí, en mi labor profesional siempre estás buscando nuevos recursos, estás planteándote nuevos caminos para llegar a metas interesantes: cómo puedes llegar a una evaluación correcta, qué aspectos de la evaluación te pueden interesar del alumno. Ahora las cosas han cambiado mucho, porque la enseñanza se hace con unos soportes que en nuestra época no existían. Cursos de investigación, publicaciones donde vas planteándote qué caminos recorrer, qué horizontes nuevos abrir para que los chicos desarrollen todo lo que llevan dentro... Es una maravilla la enseñanza.

¿Y cómo compagina ambas facetas?Ahora estoy jubilada, pero siempre he encontrado caminos. Cuando lo llevas en la sangre… No sé, yo me considero una apasionada de lo que hago. Enlazas unas cosas con otras y no quieres dejar nada, porque todo es importante para ti. Creo que eso te va enriqueciendo. Y conforme te enriqueces tú, enriqueces a los chavales que están a tu cargo. Ellos lo notan, el amor que tú les das lo recoges multiplicado por mil.

Si ahora le preguntaran a qué se dedica, ¿qué respondería?Me dedico a crear, a escribir, a leer… Y, por supuesto, a viajar, a disfrutar de la amistad y a aprender.

¿Cuál es el brote de inspiración más raro que le ha dado?Yo creo que los objetos nos hablan y, cuando entras en proceso de observación, se crea un nexo entre ellos y tú. Basta con que los escuches para saber qué te están contando y ponerlo todo en palabras. El relato de Incuna iba sobre máquinas, máquinas y literatura. Yo soy de letras, yo no tengo ni idea de máquinas. Pero, de repente, apareció en mi visión una máquina Remington de las antiguas que tengo en mi despacho. Y ‘plaf’, se me apareció la historia. Además, me he dado cuenta de hay un objeto que me habla y que me resulta inspirador de relatos.

¿Cuál?El zapato. Es increíble, pero yo no me había dado cuenta. De repente una amiga me dice: “Oye, es que es el tercer relato que escribes sobre zapatos”. Y tenía razón. El primero fue el típico zapato blanco de tacón aguja que llevaban las americanas cuando aquí la base estaba llena de americanos. Yo de niña las veía a ellas subidas a esas piernas con esos tacones... Fueron inspiradores del relato que luego tuvo el premio de la Casa de la Mujer que era sobre la violencia sobre la mujer. Y luego, otro que ha tenido el premio de Ciudad de Caspe está también basado en unas sandalias. Y acabo de escribir otro que va también de zapatos. Es verdad, el objeto zapato me resulta inspirador. ¿Por qué? Ni idea. Pero es así. ¿Dónde está la inspiración? No lo sé.

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