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Diego Sánchez Aguilar: "Me lanzo a la escritura como un explorador ambicioso y casi suicida"

El escritor murciano, residente en Londres y premio Setenil de 2016, publica su novela más ambiciosa, 'Los que escuchan' (Candaya) y visita Zaragoza

Retrato del poeta, cuentista y narrador Diego Sánchez Aguilar, un escritor esencialmente ambicioso que aspira en novelas como 'Los que escuchan' a la novela total.
Retrato del poeta, cuentista y narrador Diego Sánchez Aguilar, un escritor esencialmente ambicioso que aspira en novelas como 'Los que escuchan' a la novela total.
María Luisa Castellón.

Diego Sánchez Aguilar (Cartagena, Murcia, 1974) es doctor en Filología Hispánica y profesor. Y es, sobre todo, escritor: poeta, con varios libros, en su haber; cuentista, ‘Con nuevas teorías sobre el orgasmo femenino’ logró en 2016 el premio Setenil de cuentos, y novelista. Con ‘El libro de los hechos’ (2019) se incorporó al catálogo de Candaya, y ahora publica ‘Los que escuchan’ (Candaya), una novela de 539 páginas, en siete partes, donde explora el mundo contemporáneo, el capitalismo, la ansiedad y el miedo, en una ficción compleja y muy trabajada que participa de diversos géneros: la ciencia ficción, la fantasía y la más escrupulosa realidad. El libro se presenta el miércoles 20, a las en la librería Antígona.

¿Cómo definiría el compromiso o el vínculo que tienes con el lector? ¿Qué importancia tiene en tu proceso de escritura, en qué medida te preocupa?

Mi compromiso con el lector es no engañarlo, no manipularlo. Intento decir la verdad y plantearle las mismas preguntas que, a través de la ficción, me hago a mí mismo. Me gusta la literatura que te hace mirar el mundo de otra manera; que sirve de espejo, pero que ofrece un reflejo extraño, que te obliga a pensar un poco más allá, a plantearte quién eres, y qué haces.

¿Escribe para alguien o escribe desde la ambición, desde la sinceridad, desde el riesgo y la búsqueda?

No creo que sea una disyuntiva. Sí, escribo desde la ambición, la sinceridad. Sé que arriesgo al tomar determinadas decisiones que se alejan de la narrativa más sencilla o más vendible, pero lo hago intentando ser sincero conmigo mismo y con el lector. Lo que no me interesa es complacer a un supuesto lector diciéndole lo que él ya sabe, o lo que él quiere escuchar. “Cuando un ruido no te gusta, escúchalo”, es la cita de John Cage que encabeza la novela.

Sus libros, antes que nada, ¿son ejercicios muy pensados de lenguaje, de pensamientos, de imágenes?

No pienso en mis libros como ejercicios. El ejercicio de estilo me aburre, si no va acompañado de una verdad. Todas las decisiones de estilo y estructura vienen determinadas por lo que la historia y los personajes me piden para desarrollarse de la manera adecuada a una intención inicial. Busco una literatura de la emoción, la sinceridad y la reflexión, pero no considero que eso sea incompatible con la experimentación formal, al contrario. Una forma muy convencional o previsible de la narración puede ser contraproducente para estimular tanto la emoción como el pensamiento, pues al no haber extrañamiento, el razonamiento se acomoda, no realiza el esfuerzo de profundizar.

¿Cabría decir, sin que haya presunción por mi parte ni por la suya, ‘Los que escuchan’ que aspira a la totalidad?

Sin duda. Esta novela aspira a ese mito de la “novela total” que durante cierto tiempo (por ejemplo, era frecuente en las décadas del 'boom' latinoamericano) parecía un objetivo al que todo novelista debía enfrentarse y que ahora produce esa prevención o cautela que muestra su pregunta. Sí, ‘Los que escuchan’ aspira a la totalidad; y, por supuesto, fracasa, pero tenía claro que, solo teniendo esa ambición, podía ir un poco más allá que en mis anteriores libros.

Algo que invita a hacerse preguntas es la estructura. A veces parece que usa algunas piezas musicales, otras el laberinto...

La estructura es musical en cierto modo, sí. Por un lado, en cada una de las siete partes de la novela, se va repitiendo la misma alternancia de personajes y narraciones: siempre se empieza con un capítulo de la Cumbre del Futuro, seguido de tres o cuatro capítulos focalizados en el resto de personajes (Asunción, Esperanza, Andrés), para terminar con una locución radiofónica de Ulises. Por otro lado, cada uno de los capítulos desarrolla una escena que funciona casi como relato independiente, cuyo material narrativo está trenzado por multitud de hilos muy diversos: apuntes ambientales, sensoriales, históricos, psicológicos, emocionales… Hay, tanto en ese tejido textual de la prosa, como en la estructura general, también una técnica del contrapunto: se pasa de lo emotivo a lo paródico, de lo político a lo íntimo, de la pura narración a lo lírico…

"‘Los que escuchan’ aspira a la totalidad; y, por supuesto, fracasa, pero tenía claro que, solo teniendo esa ambición, podía ir un poco más allá que en mis anteriores libros"
Motivo de portada de este libro que aborda diversos asuntos, entre ellos la ansiedad.
Motivo de portada de este libro que aborda diversos asuntos, entre ellos la ansiedad.
Archivo HA.

Si mira hacia atrás, creo que al menos tres años antes o así, ¿recuerda qué novela quería escribir o qué había salido a buscar?

Cuando empecé a escribir había un norte, un objetivo literario y humano que quería alcanzar. Sabía que quería una historia que reflejara el presente desde una perspectiva al mismo tiempo hiperrealista y poética, que mezclara realismo y delirio, y que tuviera la capacidad de emocionar al lector tanto intelectualmente como a través de los personajes, del ritmo de la prosa y la estructura narrativa. Desde luego, el camino ha sido largo y el resultado es algo que no sospechaba cuando empecé a tomar las primeras notas. Pero así es como a mí me gusta escribir. Para mí la escritura es descubrimiento y sorpresa. Si tengo claro todo lo que quiero decir, y cómo lo quiero decir, antes de empezar, no encuentro la motivación para hacerlo.

Sus libros, rara vez, pueden resumirse en términos de argumento. ¿Es deliberado o hay en usted una especie de fuga constante, de extravío calculado o incluso azaroso? ¿De qué habla ‘Los que escuchan’?

‘Los que escuchan’ habla sobre el presente. Y lo que yo veo como la característica que define al presente, en la gente que me rodea, es la ansiedad. Hay muchos tipos de ansiedad en la novela: la ecoansiedad de Esperanza, la ansiedad laboral de Asunción, el miedo al fracaso al que está sometido Andrés en el colegio… Todos ellos tienen su línea narrativa central, pero también muchas narraciones secundarias. No pretendía construir una novela concentrada en una sola acción con un planteamiento, un nudo y un desenlace, sino que tenía esa intención musical o sinfónica de crear un mundo lleno de historias que se van entrelazando y que solo al final se unen en un desenlace que, por supuesto, deliberadamente, deja hilos sueltos.

En el libro está casi todo: el mundo a la deriva, la filosofía, el cambio climático, la infancia, la memoria, las relaciones familiares… ¿Lo tiene todo planificado o salen así esos asuntos?

Tenía planificado que esta novela debía alternar estilos y tonos narrativos. Por eso se pasa de lo poético y filosófico de los capítulos de Ulises a lo paródico de los capítulos de la Cumbre del Futuro y a lo emocional, narrativo y casi trágico de los capítulos de Andrés o de Asunción. Y tenía también claro que la voz narrativa debía ser densa, no limitarse a narrar una sola emoción o una única idea asociada a un personaje, sino que debía crear escenas complejas, que incluyeran lo exterior, lo ambiental, lo histórico, lo político, y también lo interior del personaje: su memoria, sus deseos, sus miedos… Mi intento era hacer algo así como una “corriente de conciencia omnisciente”. Evidentemente, cada uno de esos microhilos con los que se teje el texto de la prosa no estaba previsto: cada escena, y cada personaje, y la música de la prosa, me iban demandando unos elementos u otros a lo largo del proceso de escritura.

"No pretendía construir una novela concentrada en una sola acción con un planteamiento, un nudo y un desenlace, sino que tenía esa intención musical o sinfónica de crear un mundo lleno de historias que se van entrelazando y que solo al final se unen en un desenlace que, por supuesto, deliberadamente, deja hilos sueltos"

Uno de los personajes claves del libro o más constantes es Ulises. Es inevitable no pensar en el héroe griego y en James Joyce. ¿Es para usted la clave simbólica o alegórica del libro?

La clave simbólica de ese nombre está en que Ulises es el único ser humano que fue capaz de escuchar el canto de las sirenas y sobrevivir a él. Según el mito, las sirenas cantaban el porvenir y era eso, el ansia de conocimiento y de verdad, y no la belleza de su música, lo que era irresistible para quienes tenían la desgracia de escucharlas.

Hablemos de esas dos hermanas, tan importantes, a las que usted ya ha citado: Asunción y Esperanza. ¿Son los testigos de un mundo a la deriva, son los asideros del narrador, son personajes un poco espectrales?

A mí no me parecen nada espectrales, al contrario, son las que soportan la carga más realista de la novela. Esperanza es una mujer de 41 años con un pasado remoto punk y un pasado reciente de activismo artístico y medioambiental, que se ve obligada a regresar al hogar de su infancia para cuidar a su madre que sufre 'alzhéimer'. Esperanza puede definirse por un idealismo crítico: ella tiene nobles ideales, sufre ecoansiedad, ve con claridad la imposibilidad de seguir sin hacer nada frente al desastre climático que ya sufrimos, pero se da cuenta de que toda su lucha, tanto en la calle como en su arte, no sirven para nada y sufre intensamente ese conflicto ético. Asunción puede definirse por su pragmatismo. Mientras que Esperanza piensa en el futuro y en la humanidad en términos colectivos, Asunción vive un presente tan intenso, tan cargado de plazos laborales, de competitividad empresarial, de búsqueda desenfrenada del éxito que, para ella, el futuro es algo inexistente; para ella el futuro es mañana, o es el objetivo trimestral que le ha marcado la empresa: no tiene tiempo ni fuerzas para pensar más allá. Lo espectral es ese ruido que ambas empiezan a escuchar a partir del primer capítulo de la novela, ese sonido sin nombre ni imagen que altera sus vidas y las enfrenta a sus miedos.

¿Cuál es para Diego Sánchez Aguilar la misión del novelista? ¿Es un intérprete de su tiempo o sencillamente un explorador que tiene dudas y se arroja a un mar de más dudas?

No puedo hablar de la misión del novelista así, en términos generales, porque hay muchos tipos de literatura para muchos tipos de lectores. Lo que a mí me interesa es esa segunda opción de su disyuntiva: me lanzo a la escritura como un explorador ambicioso y casi suicida, que tiene un mapa lleno de preguntas, y ninguna respuesta.

El arte contemporáneo anda por ahí. Y anda con todas sus variaciones y recelos. ¿Por qué queremos el coche, la lavadora o el móvil de último modelo y nos asusta el arte de hoy?

Yo creo que porque el arte de hoy no se ha alejado tanto como otras disciplinas de la revolución que supusieron las vanguardias de principios de siglo. Esas vanguardias proponían un arte que cuestionaba profundamente la forma en que representamos la realidad. Hoy, para un artista, sería impensable pintar un cuadro impresionista replicando el estilo del siglo XIX. Sin embargo, en la novela contemporánea, después de unas décadas de experimentación, vuelve a dominar la narración decimonónica. El componente vanguardista siempre supone un reto al sentido común, a las formas y relatos imperantes, nos reclama un esfuerzo que pone patas arriba toda nuestra concepción del mundo, y a veces (casi siempre) estamos demasiado fatigados para realizar esa tarea interpretativa y preferimos una serie sencillita de Netflix, que también suelen ser decimonónicas en esencia.

Diego Sánchez Aguilar ha aparcado por un tiempo sus clases y ha invertido más de tres años en esta novela.
Diego Sánchez Aguilar ha aparcado por un tiempo sus clases y ha invertido más de tres años en esta novela.
María Luisa Castellón.

¿Qué le debe este libro a las atmósferas de la ciencia ficción, de la literatura fantástica, de la crónica casi de denuncia?

Les debe el desvío respecto a la realidad tal y como se supone que es. Me gusta que mis mundos de ficción sean muy parecidos al que habita el lector, pero que incorporen elementos fantásticos, porque la aparición de lo fantástico es un reto al sentido común, a ese mundo perfectamente explicado y dominado por el ser humano. Lo fantástico obliga a asumir cierta humildad frente a lo desconocido. En el cine de terror, por ejemplo, o en el cine de David Lynch, que es importante en esta novela, la normalidad de la clase media suele verse asaltada por fuerzas oscuras que, casi siempre, se manifiestan a través de un ruido, de un sonido que porta una oscuridad que desencadena el desmoronamiento de algo que parecía muy sólido y hace el mundo mucho más complejo, profundo, y cargado de una verdad que no siempre tiene nombre o sentido.

Cuando se habla de Diego Sánchez Aguilar se citan diversos autores: Don de Lillo, David Foster Wallace, Borges, Eduardo Ruiz Sosa. ¿De quién se sientes afín o próximo o un admirador incondicional?

Soy admirador incondicional de todos y cada uno de los que ha nombrado. Compartir catálogo con Ruiz Sosa, o con Gustavo Faverón, es un privilegio inmenso. No obstante, de todos ellos, me siento más afín a David Foster Wallace. Él también incorporó lo distópico y delirante en una obra por otro lado profundamente realista (en el sentido en que retrata el presente de su sociedad, no en el sentido de la historia de la literatura) como ‘La broma infinita’.

Se cumplen diez años de su suicidio.

A diferencia de Don DeLillo, que es brillante, y al que también le debo mucho en ciertas cuestiones de estilo, Foster Wallace siempre tiene una carga emocional tremenda, así como una irónica y compleja ternura hacia sus personajes, que suelen estar cargados de contradicciones y conflictos derivados de vivir en la sociedad que les ha tocado vivir. Ese modelo es tal vez el que más ha influido en ‘Los que escuchan’.

"Me siento más afín a David Foster Wallace. Él también incorporó lo distópico y delirante en una obra por otro lado profundamente realista (en el sentido en que retrata el presente de su sociedad, no en el sentido de la historia de la literatura) como ‘La broma infinita’"

¿Cuál es el personaje que más le conmueve? ¿Andrés tal vez, La Puta Ciega, Sonja Horesen?

Has nombrado precisamente a los dos únicos personajes importantes que están todavía en la infancia. Y, sí, está claro que el desvalimiento o la inocencia o fragilidad de los niños siempre nos provocan más compasión. Andrés me conmueve profundamente por estar sometido desde tan pequeño a esta sociedad en la que “solo puede quedar uno” y al que se le exige continuamente un ideal de éxito y de competitividad que los adultos (solo en apariencia) soportamos con mayor entereza. De Sonja Horesen me conmueve su dignidad, su determinación, la honestidad con la afronta una verdad terrible con todas las consecuencias.

LA FICHA

'Los que escuchan'. Diego Sánchez Aguilar. Candaya. Barcelona, 2023. 539 páginas. [Presentación el día 20 de septiembre en la librería Antígona, a las 19.00. En compañía del escritor y traductor Miguel Serrano Larraz.]

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