El ayer y el hoy del castillo de Loarre, en un libro de Antonio García Omedes

El especialista aragonés en arte románico analiza la fortaleza oscense en una nueva monografía

Evolución visual del castillo de Loarre.
Evolución visual del castillo de Loarre.
De la Figuera / Gª Omedes

Antonio García Omedes (Ainzón, 1951), uno de los principales especialistas españoles en arte románico, lleva más de 20 años recopilando información del castillo de Loarre. Ahora acaba de publicar un libro en el que analiza su pasado y presente. "Tiene dos partes bien definidas –señala–. En la primera recupero y transcribo el cuaderno de notas, los dibujos y las fotos del arquitecto Luis de la Figuera, que en 1915 dirigió la primera restauración del castillo. Comento y actualizo lo que De la Figuera encontró y lo que opinaba, que en ocasiones hoy se ve de otro modo a la luz de modernas investigaciones. He repetido sus fotografías desde el mismo punto de vista para que el lector pueda apreciar el antes y el después con más de un siglo de diferencia". ‘Castillo de Loarre. Dos miradas con un siglo de diferencia’, publicado por Prames, se presentará el 21 de octubre en el Ayuntamiento de Loarre.

El zaragozano Luis de la Figuera, que fue académico de San Luis, como lo es García Omedes, aceptó dirigir la restauración después de que la rechazaran otros arquitectos. "Tenía 46 años, y en aquel tiempo ir de Huesca a Ayerbe costaba tres horas en un carruaje y media hora más a caballo". El castillo era entonces "una ruina magnífica", de la que solo se ocupaba, en lo poco que podía, la cofradía de la Virgen del Castillo. Y eso que unos años antes, en 1906, había sido declarado Monumento Nacional.

"Los arcos de medio punto de los pabellones norte, donde habitaban los canónigos, estaban colmatados hasta la clave del primer arco –relata García Omedes–. Y lo que ahora llamamos Palacio Real, al lado del Mirador de la Reina, estaba enrasado. Lo primero que hicieron Teodoro Ríos (Balaguer) y Luis de la Figuera fue asustarse de la situación; y luego, a partir de 1914, empezaron a desescombrar, a recoger sillares y restaurar el conjunto. De la Figuera era un hombre muy pragmático e hizo una restauración muy cuidadosa. No se inventó nada que no existiera". Los trabajos los financió Patrimonio Nacional.

Un mecanoscrito del arquitecto con sus dibujos, fotografías, impresiones y comentarios del trabajo se conserva en el Museo de Dibujo Castillo de Larrés, después de que su hija lo donara en 1988. Y el impulsor del centro, el ya desaparecido Julio Gavín, fue quien descubrió su existencia a García Omedes y le empujó a estudiarlo. "En la segunda parte del libro del castillo de Loarre –señala su autor– hago una descripción personal y actualizada del edificio a fecha de hoy; lo he enfocado desde el punto de vista turístico y funcional, con abundantes fotografías para que el visitante, aparte de quedarse con la boca abierta de asombro, sepa en todo momento qué es lo que está viendo y su significado histórico".

Un futuro prometedor

Por las pupilas de García Omedes han pasado cientos de monumentos románicos, que recuerda con precisión matemática. Su primer contacto con Loarre también: "Cuando vi por primera vez el castillo tuve la sensación de que era un monumento que no se valoraba, incluso podía accederse a él sin ningún tipo de control –subraya–. Desde entonces a hoy se han acometido obras de conservación y rehabilitación de cierta importancia, como en la cubierta, aunque el monumento actual es prácticamente el mismo que nos legó De la Figuera. Donde verdaderamente ha habido un cambio enorme ha sido en los accesos. La mejora de las carreteras y los aparcamientos construidos para los visitantes han hecho que incluso puedan acceder allí los autobuses de turistas, por lo que cada año lo conoce y lo visita más gente".

Pese a todo ello, García Omedes sostiene que "Loarre es, como San Juan de la Peña, Ordesa o la basílica del Pilar, uno de los sitios que en Aragón se suelen esgrimir como bandera por parte de las autoridades, pero que no reciben ni la atención histórica ni la dotación presupuestaria que lo merecen".

Y cita algunas oportunidades que no se aprovechan: "el suelo de la cripta no es el original. Desde hace años tengo la sospecha de que cuando la cofradía del castillo construyó en el siglo XVIII un pabellón pegado a la fachada sur del castillo usó para el suelo parte de un friso escultórico que hoy contemplamos cercenado y que representa a Jesús sentado, bendiciendo, junto a los símbolos de los evangelistas, dos ángeles y santos. Esta hipótesis me la comentó el último guarda del castillo, José Antonio Santolaria, y siempre he creído en ella. La anterior directora general de Patrimonio, Marisancho Menjón, aprobó que se realizaran estudios petrológicos de las losas del suelo de la cripta, comparándolas con las del relieve, y se demostró que algunas son casi idénticas. Pero ahora habría que hacer la comprobación material, que se levanten las losas y se vea si lo que falta del relieve está reutilizado allí, colocado bocabajo, para recuperarlo".

Y es que se conservan dibujos realizados por Vincencio Juan de Lastanosa en el siglo XVII en los que se ve que para acceder a la cripta había tres o cuatro escalones que descendían a ella. Así que está claro que en algún momento, y con material cercano, se subió el nivel del suelo. 

Otra de las cosas que reivindica García Omedes es que se realicen excavaciones arqueológicas en el castillo. "Hay un espacio intramuros en la fachada sur, de varias hectáreas de superficie –apunta– en el que sería conveniente hacerlas. Es un terreno virgen desde el punto de vista arqueológico y nos aportaría valiosísima información histórica. Hay que tener en cuenta que a apenas 300 metros de la puerta del castillo apareció en su día un depósito de la Edad de Bronce, datado por carbono 14 entre el 3.400 y 1.500 antes de Cristo. Si se iniciara un programa sostenido de excavaciones arqueológicas habría muchas sorpresas".

El libro, que tiene mucho de homenaje, tanto a la propia fortaleza como a Luis de la Figuera, tiene además una intención final: "El castillo de Loarre debería ser designado Patrimonio de la Humanidad –concluye García Omedes–. Se lo merece desde cualquier punto de vista". 

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