Como han probado Severino Pallaruelo, José Miguel Navarro, Saú R. Irigaray o Ángel Gari, entre otros, Aragón es fértil en mitos populares, en criaturas extraordinarias, en fábulas que atraviesan el tiempo. Y los Pirineos están preñados de consejas y de personajes en los que conviven lo real y lo soñado. Como acaban de probar el profesor y enamorado de la montaña Francisco José Sánchez Ainaga y la ilustradora Beatriz Barbero Gil, que compagina su pasión por el arte y su vocación de dibujante con su trabajo de librera en El Armadillo Ilustrado. Ambos publican ‘Las hormigas blancas. Una leyenda del Pirineo’ (Prames), un relato que estaría vinculado al origen de las montañas de Formigal, a sus imaginarios dioses, a esos minúsculos seres que son las hormigas y a la capacidad de evocación de la nieve.

En una nota conjunta, nos dicen los autores con tanto entusiasmo como sincero candor: “Todavía somos de una generación, ya casi extinta, en la que nuestros tesoros quedaban grabados en tinta sobre blanco y no en una pantalla de plasma. De ahí la emoción que supone que otras personas pueden tener un libro entre las manos”. Se inspiran en una narración que “llega desde el Alto Aragón, tierna y delicada, aunque con el poso trágico que es inherente a toda leyenda”.

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Este cuento ilustrado, el segundo título de la colección Mandarinas de Prames, de gran formato, está contado en verso libre, que abunda en la atmósfera, el espacio, el universo onírico, de modo fluido, y cuenta con unas ilustraciones, realizadas con belleza, sensibilidad y simbolismo, y un buen gusto por el color. El conjunto entona, si puede decirse así, “un canto a la dignidad, al respeto y al deseo de mantener y transmitir la cultura aragonesa”, declaran Francisco y Beatriz.

Aún van más allá: invitan al lector a “volar por nuestro amado Pirineo, donde se confunde el azul del cielo con el agua de sus lagos, el blanco de la nieve y la roda, el lugar donde el aire mece las hojas en el bosque y el sol acaricia la piel”. Aluden a Labordeta, y afirman que “el polvo, el viento, la niebla y el sol nos han hecho como somos, personas duras del roquedal pero limpias de mente y alma”.

‘Las hormigas blancas’ se sitúa en el valle de Tena y cuenta la historia de los modestos dioses Anayet y Arafita, que eran “pobres y sin prado”, pero “felices y honrados”. Su mejor tesoro era “su bella y bondadosa hija”, Culibillas, querida y protegida por todos los elementos de la naturaleza. Era tan gentil que lo amaba todo, pero sentía debilidad por las hormigas, y serán ellas, “blancas como la nieve, fieles y luchadoras”, determinantes en la historia cuando entre en acción el “dios más fuerte y despiadado” Balaitús, que en cuanto se enamora perdidamente sin demasiado éxito. Y ahí surge el dramaturga y las claves de una pieza que habla de la hermosura indómita del paisaje y su majestuosidad, del amor a las pequeñas cosas, de la relación entre padres e hijos, de la complicidad entre los seres y de la libertad. Nadie nunca puede ni debe obligar a que se le quiera porque sí, por real decreto o por puro abuso de poder.

Quédense como los montañeros a ver las montañas. La imaginación, dicen, obra milagros: algunos ha visto paseando o volando a la niña Culibillas.

El cuento se presenta el viernes 24 en la librería El Armadillo Ilustrado a las 19.00.

LA FICHA

‘Las hormigas blancas. Una leyenda del Pirineo’. Texto: Francisco José Sánchez Ainaga. Ilustraciones: Beatriz Barbero Gil. Prames: Colección Mandarinas. Zaragoza, 2023.