Emilia Baylo: "En danza no hay término medio, lo que no está muy bien no vale nada"

La histórica profesora zaragozana de ballet, con 42 años dedicada a la enseñanza, se jubila este miércoles tras el festival de fin de curso de su escuela (Teatro Principal, 19.30).

Las personas que practican danza pueden mejorar la rehabilitación de los trastornos mentales.
Emilia Baylo, la semana pasada, dirigiendo un ensayo para el festival de este miércoles en el Principal.
Toni Galán

¿Cómo encara su jubilación?

Con cierta alegría y sentido del humor, porque si no me resultaría muy duro. Cada clase ha sido una alegría, porque en la danza todos los días son distintos. Por eso apenas he faltado a clase. Yo me jubilo, pero la escuela sigue, bajo la dirección de Carmen Aldana.

¡Pero si no se va a ir del todo! Dicen que va a aprovechar el tiempo libre para estudiar flamenco.

Quiero hacerlo, a poco que esté bien físicamente. El flamenco... ¡es un baile tan expresivo! No es tan fácil como todo el mundo cree, para bailarlo bien hay que tener un oído estupendo.

En sus últimos días trabajando en la escuela está recibiendo un vendaval de cariño. No es habitual en la docencia...

No sé qué es lo que me ha hecho diferente. Para mí, conseguir que mis alumnas me quieran a pesar de ser su maestra es un logro extraordinario. A veces me pregunto por qué he tenido tanta suerte en la vida. Para que luego digan que la gente es desagradecida. En estos momentos difíciles para mí, la respuesta que he tenido de todo el mundo ha sido ejemplar y se han ofrecido a echar una mano en todo. Creo que he llegado a este momento de la vida sin ninguna enemistad, y eso me alegra.

Cuando era bailarina, ¿ya tenía claro que acabaría dando clases?

Al contrario. Cuando bailas estás en una vorágine y no piensas en otra cosa. Son años estupendos, viajando sin parar.

Su carrera fue breve, de los 18 a los 24 años...

Porque me enamoré y me casé. Estuve unos años haciendo vida de maruja hasta que me ofrecieron empezar a dar clases en el Casino Mercantil. Y la enseñanza enseguida me atrapó.

¿Ha mentido alguna vez a sus alumnos?

Yo he dicho la verdad siempre. El mundo de la danza es muy complicado. Se empieza desde muy pequeñito, hay que hacer enormes esfuerzos y no puedes fastidiar la vida de un niño dándole esperanzas si íntimamente sabes que no va a llegar a nada.

Eso es lo más duro de su trabajo...

Un buen profesor de danza debe tener mucha vista y ser honesto. Luego, eso sí, hay que hacer saber tu opinión con cuidado y mucho cariño. Educadamente. Pero es importante que los padres tengan criterio. Para dedicarse profesionalmente a la danza hay que poseer oído musical, ciertas proporciones corporales, grandes dosis de perseverancia... Y paciencia. En la danza todo es muy lento: hacen falta diez años de estudio constante para que se note algo. Soy de la generación de Carmen Roche, Carmen de la Figuera, Víctor Ullate... Nosotros teníamos las cosas muy claras, nos dedicábamos plenamente a la danza. Hoy los niños se dispersan mucho con tantas actividades a las que les han apuntado. Llevan un despiste tremendo.

¿Se bailaba antes mejor?

La preparación ha cambiado mucho, se exige una mayor preparación física. Antes se bailaba con menos técnica pero con mucha expresividad. Ahora quizá la técnica se ha impuesto a la expresividad de antaño. Lo más bonito de la danza es que un mismo ejercicio puede ser muy distinto según la persona que lo realice.

¿De qué alumnos y alumnas está más orgullosa?

De todos, de los que han llegado alto y de los que no. De los que han logrado entrar en compañías prestigiosas, como Ruth Miró, Víctor Orive, Nieves Baquero, Iris Pomares o Natalia Arregui, entre otros muchos, no es que esté más orgullosa que de los demás, sino que me han dado seguridad en mi trabajo. Con ellos he visto que iba por buen camino. Por mi escuela han llegado a pasar tres generaciones de una misma familia, así que algo he debido hacer bien.

¿Cuánto cuesta saber si alguien vale o no?

Poco. A algunos se les ve ya en la primera clase que son distintos, que tienen algo. Me pasó con Miguel Ángel Berna, por ejemplo.

Usted ha visto morir proyectos como el Ballet de Zaragoza...

Fue una aventura fantástica. Empezó con mucho ímpetu y no pudo aguantar. Fue una lástima.

...Y nacer otros, como La Mov.

La Mov me encanta. Víctor Jiménez ha sido un gran bailarín y va a ser capaz de aguantar muchos años con la compañía para gran placer de muchos zaragozanos y mío en particular.

¿Hay cuento en la danza contemporánea?

Algo quizá sí. Pero no hay que olvidar que en la danza no existe el término medio: o lo que haces está muy bien o no vale nada.

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