gastronomía

El Español, el último buffet aragonés evoluciona sin perder su esencia

Su recetario clásico (15,95 euros) sigue triunfando en Bujaraloz entre camioneros, viajeros, trabajadores y vecinos de Los Monegros.

Teresa y Marcos Vaquer, en el comedor de El Español
Teresa y Marcos Vaquer, en el comedor de El Español
Alejandro Toquero

El Español, el último buffet aragonés, sobrevive en Bujaraloz junto a la N-II, que tras la liberalización de la autopista AP-2, apenas registra movimientos de vehículos. Es el más clásico de los restaurantes aragoneses de carretera y puede presumir de 65 años de vida desde que inició su andadura en 1958.

Este establecimiento es el buque insignia del Grupo Vaquer, del que forman parte los restaurantes La Flor de Lis y Tajo Bajo, además de la cafetería Santiago, todos ellos situados en el entorno de la plaza del Pilar.

Celia Flor de Lis dejó de dirigir el rumbo de El Español hace años, pero todas las mañanas acude a tomar un café. Solo tiene que cruzar la carretera para encontrarse con su hija María Teresa Vaquer, que lleva las riendas de la empresa. Durante la visita también hace acto de presencia su hermano Marcos. Ellos representan el espíritu de El Español. “Más que nuestro negocio, siempre lo hemos considerado nuestra casa, y eso es lo hemos transmitido a los trabajadores y a los clientes”, cuenta Celia.

“Más que nuestro negocio, siempre lo hemos considerado nuestra casa, y eso es lo hemos transmitido a los trabajadores y a los clientes”

Precisamente, esa sensación es la que se percibe cuando a las doce del mediodía abre el buffet y ya hay gente esperando para entrar a comer: clientela de diario, camioneros que paran habitualmente desde hace 40 años, viajeros de paso de Cataluña al País Vasco o a Madrid, y al revés, operarios que trabajan en la zona…

“El buffet nació por necesidad -recuerdan Marcos y Teresa-, enseguida nos dimos cuenta de que necesitábamos absorber a mucha gente en poco tiempo, y eso, con un servicio a la vieja usanza, no lo podíamos ofrecer”. Es lo que tiene el ritmo de trabajo de El Español. Un día se atiende “lo previsible” y, de repente, llegan tres autobuses de una excursión y tienen que dar de comer a 150 personas en poco más de media hora.

La clientela de El Español es muy variada
La clientela de El Español es muy variada
Alejandro Toquero

Luego está la flexibilidad del horario: de doce de mediodía a cinco y de siete de la tarde a medianoche. El buffet está abierto prácticamente todo el día. A esta amplitud horaria para comer y cenar se añade el detalle de que El Español no cierra. 24 horas de servicio. En la barra de la cafetería la propuesta de bocadillos, ensaladas y raciones es impresionante, así que siempre hay una alternativa para picar algo por muy a deshoras que acuda uno.

“El buffet nació por necesidad -recuerdan Marcos y Teresa-, enseguida nos dimos cuenta de que necesitábamos absorber a mucha gente en poco tiempo, y eso, con un servicio a la vieja usanza, no lo podíamos ofrecer”

El precio del buffet (15,95 euros. Bebida aparte) es otro de sus atractivos y, sobre todo, la calidad de la propuesta culinaria. Entre 50 y 60 recetas diarias. Este es el muestrario para elegir. En verano, muchas ensaladas, cremas frías y la popular ensaladilla rusa para iniciar la degustación. Y como platos, principales, clásicos de El Español que llevan prácticamente desde el primer día: migas, manitas de cerdo con salsa de almendras, caracoles, albóndigas con tomate, huevos rotos…

De más reciente incorporación son las alitas de pollo con salsa barbacoa o la pizza artesana. Otra propuesta que está entre las más demandadas es el pan con tomate y jamón. El mejor colofón llega junto a la fuente de chocolate, donde los más pequeños disfrutan embadurnando los bocaditos de crema y nata.

La popularidad y el éxito de El Español se refleja en anécdotas como la que rememora Marcos Vaquer. “Hace unos años participé en un taller en el Celler de Can Roca junto a restauradores de mucho nivel; hicimos las presentaciones y, al terminar, Joan Roca comentó que de todos los que estábamos allí solo había estado en El Español un día que se le averió el coche en la autopista y se quedó sorprendido de la cantidad de gente que había”.

Francisco Valls es catalán y recuerda que la primera vez que comió en El Español fue en 1966. Luego lo hizo muchas veces más cuando iba a cazar a Los Monegros, y desde que se jubiló y compró una masía cerca de Bujaraloz acude todos los días. “Me encanta la variedad de platos y que todo es casero”, reconoce.

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