gastronomía

Qué se comía en Expo Zaragoza 2008: de la carne de Uruguay al curry de la India

La entrada al recinto de la exposición internacional fue un pasaje gastronómico por todo el mundo, de la Polonia a México pasando por Alemania.

Un parrillero de carne del restaurante del pabellón de Uruguay de Expo Zaragoza 2008.
Un parrillero de carne del restaurante del pabellón de Uruguay de Expo Zaragoza 2008.
José Carlos León

Esta semana se cumplen quince años de la inauguración de Expo Zaragoza 2008. Tres lustros desde que la capital aragonesa viviera uno de los últimos veranos más intensos de su historia, al menos del siglo XXI. La llamaron "la mayor fiesta del agua en la tierra", con el río Ebro como eje vertebrador. La ciudad se convirtió durante tres meses en un cóctel de culturas y también de gastronomías.

En algunos pabellones, además de su naturaleza, historia y turismo, había restaurantes que mostraban las bondades de su cocina. La lista de países que alardeaban de sus sabores no era muy larga, pero sí se podía encontrar una variada oferta que invitaba a cambiar de continente en tan solo unos pasos.

Entre todos, uno de los atractivos gastronómicos que se recuerdan a pesar del tiempo que ha pasado fue la carne uruguaya, en el restaurante Uruguay Natural. Su éxito fue tal que pronto tuvieron que ampliar el personal. Se servían despieces de vaca uruguaya, con un sabor diferente al que se estaba acostumbrado en Aragón. Esto fue en parte a las salsas que acompañaban la carne, como el chimichurri, una salsa de criolla u otra de mostaza.

En el recuerdo popular también permanecen los sabores del pabellón de la India, donde el curry era el rey de sus platos. También se podía brindar con la cerveza Cobra, que se vendía a 3,5 euros. Por cierto, en el capítulo de las bebidas más curiosas estuvo una sidra de pera de Lituania.

Restaurante del pabellón de la India de Expo Zaragoza 2008.
Restaurante del pabellón de la India de Expo Zaragoza 2008.
Pedro Etura

También llevó fama el restaurante francés, de "alta cocina". Se recuerda el "festival del aperitivo", la tarrina de foie grass, la lubina con siete especias o el pato a la naranja con chocolate. A los cuchillos y al delantal se encontraban reputados chefs que habían pasado por las cocinas con estrellas Michelin. Todo ello se podía maridar con copas de vino, champán o Ricard con agua y hielo. ¿Los precios? Un menú de degustación completo podían ser 45 euros.

Restaurante del pabellón de Francia de Expo Zaragoza 2008.
Restaurante del pabellón de Francia de Expo Zaragoza 2008.
Pedro Etura

Sin salir de Europa, caló la carta de Polonia, que se maridó con cerveza ya que se echó en falta una representación de vinos del país. Por ejemplo, el menú Cracovia y de la Región de Malopolska, en el que ambos empezaban con sopas de tomate y remolacha. Los visitantes quedaron encandilados con la ensalada de la Galitzia, elaborada con huevos, champiñones y lechuga. Aquellos que fueran más de picar se podían decantar por las ‘pierogi’, una especie de empanadillas rellenas de carne picada, col fermentada y salchicha. Arenque, albóndigas, estofado con patatas… la lista era amplia.

Restaurante del pabellón de Polonia de Expo Zaragoza 2008.
Restaurante del pabellón de Polonia de Expo Zaragoza 2008.
Pedro Etura

Similar fue la oferta gastronómica en el solicitado pabellón de Alemania –todavía hay quien guarda el resquemor de no poder entrar-. A la hora de comer se ofrecía un menú de 21,50 euros que incluía un entrante, un plato principal y postre. Sopas frías de pepino; codillo de cerdo a la plancha con salsa, puré y lombarda; tabla de entrantes; estofado ácido del Rin; lombarda con compota de manzana… las opciones eran numerosas en este pabellón.

No podían faltar las salchichas, que se expendían en un puesto en la terraza a precios populares. Tampoco se echó de menos la cerveza. La había de trigo o negra (a 4,90 euros) y dentro del amplio abanico de vinos alemanes destacaron los elaborados en la región del Palatinado.

Terraza del pabellón de Alemania de Expo Zaragoza 2008.
Terraza del pabellón de Alemania de Expo Zaragoza 2008.
José Carlos León

¿Y qué tal se comía en el pabellón de Italia? Allí se servían macarrones a la Norma aderezados con queso caciricotta, risotto al pimiento dulce y queso, lasaña sobre espejo de tomates o carpacho de ternera Albesse. De postre, se podía comer un flan de chocolate a la piamontesa.

Cocineros del pabellón de Italia de Expo Zaragoza 2008.
Cocineros del pabellón de Italia de Expo Zaragoza 2008.
Pedro Etura

Como se ha podido comprobar, la sopa es un plato con bastante arraigo. Lo fue en el pabellón de Portugal, un país donde se toma tanto en invierno como en verano. El bacalao fue otra estrella, que se elaboraba de una forma u otra dependiendo del momento del día, ya que mientras que a medio día eran platos más ligeros, por la noche predominaban contundentes. En los fogones portugueses también brillaron el pulpo y el pato.

Restaurante del pabellón de Portugal de Expo Zaragoza 2008.
Restaurante del pabellón de Portugal de Expo Zaragoza 2008.
Pedro Etura

De la península ibérica, al otro lado del charco. Desde México llegaron los sabores de tacos, burritos, tortitas de maíz y trigo, empanadillas y tostadas mexicanas dieron un toque picante. Y para pasar la comida, unos cócteles, como el Zihuatanejo o Tulún. Y de ahí a Japón, donde degustar sushi, ensaladas y sopas.

Restaurante del pabellón de México de Expo Zaragoza 2008.
Restaurante del pabellón de México de Expo Zaragoza 2008.
Pedro Etura

Los aromas también fueron una parte importante de la exposición, muestra de ello eran los pabellones de los países árabes, donde el té, la canela, la flor de naranja y otras especias hacían una coreografía en la nariz. Hay quien también recuerda el olor a frituras que colonizaba la avenida 2008 al caer la tarde: pescaítos, boquerones, buñuelos de bacalao o rabas.

Restaurante del pabellón de España de Expo Zaragoza 2008.
Restaurante del pabellón de España de Expo Zaragoza 2008.
Noelia San José

España quedó representada con ensaladas, migas, gazpacho solomillo de buey, cabrito, rabo de novilla o perdiz roja escabechada. Esos fueron algunos de los platos que se pudieron probar en el moderno y minimalista restaurante del pabellón español.

Además, la zona de las comunidades autónomas era como una gran carta en la que se podían degustar recetas de cada rincón del país. De hecho, se contaban 16 cocinas, una por cada uno de los territorios excepto Aragón, que tenía la propia en su pabellón.

Pabellón de Aragón de Expo Zaragoza 2008.
Pabellón de Aragón de Expo Zaragoza 2008.
José Carlos León

En la cuarta planta de este edificio, que recordaba una cesta con frutas, se encontraba el restaurante gestionado por La Bastilla. En sus mesas se servían productos como Ternasco de Aragón, verduras de la huerta zaragozana –con la borraja como estrella-, Jamón de Teruel, melocotón de Calanda o las cerezas de Caspe. En cuanto a las recetas, se podía encontrar jarrete asado con ajos o el meloso de ternera con chilindrón y hongos. La ensalada aragonesa era otra opción, así como la menestra o el arroz de las Cinco Villas.

La mayoría de estos espacios gastronómicos cerraron con el fin de la muestra internacional, mientras que en otros, como el del Acuario de Zaragoza, continuó la vida. Durante los tres meses que duró destacaron las brochetas de higos secos y queso o la mousaka.

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