Cocina con corazón en el Centro Joaquín Roncal

El Centro Joaquín Roncal de Zaragoza ofrece sus instalaciones para que diferentes entidades de la ciudad aprendan recetas y que el rato junto a los fogones sea una escapatoria de su realidad.

Las usuarias de Gambaru preparan la carbonara de champiñones y ajos para la pasta vegetal, en la cocina del Joaquín Roncal.
Las usuarias de Gambaru preparan la carbonara de champiñones y ajos para la pasta vegetal, en la cocina del Joaquín Roncal.
José Miguel Marco

El edificio del número 5 de la calle de San Braulio de Zaragoza se concibió como economato de consumo, en los años 80 fue la sede del PSOE y ahora es el Centro Joaquín Roncal. Para la Fundación CAI es una "casa abierta" y, de hecho, en el último piso huele a hogar. Al cruzar una de las puertas se escucha una algarabía y el aroma a comida casera inunda toda la estancia. Es una cocina en el corazón de la ciudad que late al ritmo de muchas personas.

Está totalmente equipada, con campanas extractoras, frigoríficos, dos hileras de placas de vitrocerámica y horno, entre otros electrodomésticos. También cuenta con todo tipo de menaje que pasa de mano en mano de los usuarios de varias asociaciones.

Esta cocina, abierta para cursos y talleres, se ha convertido en el punto de encuentro de usuarios de Arapaz, Autismo Aragón, Adunare, Fundación Down, Sermas, Gusantina, Plena Inclusión y la Sociedad Cooperativa Umbela, además de un curso de cultura china. Los huecos en la agenda de esta cocina están muy solicitados.

En el fuego hay un sofrito de champiñones portobello y ajos verdes. Son para la carbonara de los espaguetis vegetales que preparan en paralelo las usuarias de Gambaru, otra de las asociaciones que la disfruta. En su caso trabajan con personas en riesgo de exclusión que viven en el albergue o han pasado una temporada allí y ahora residen en pisos cedidos. Podrán compartir receta, pero cada una le da su toque personal, ya sea por la sal o las especias, por lo que el resultado es totalmente diferente.

"Los olores de la cocina devuelven al hogar. Es el pasado, pero que busca relanzar al futuro. Volver a las costumbres que se han dejado en el camino", coinciden las educadoras y trabajadoras sociales que utilizan la cocina como un recurso para cambiar la situación de las personas. Cuando se les pregunta qué es lo que mejor les sale, dicen al unísono que arroz. "Soy de Valencia y hago estupendos todos los platos tradicionales, como la paella, la fideguá y el arroz negro", asegura Claudia, mientras espera a que hierva el agua para agregar la pasta. Para ella, es algo más que un rato en el que se ponen en torno a los fogones y recuerdan recetas, sino que entre todos han cocinado una gustosa relación a fuego lento. Risas, confidencias, confesiones... son muchos los ingredientes de la receta de esta amistad.

"Estoy conociendo todas las cocinas del mundo", ríe Marifé Torres, quien también ha vivido una situación complicada y ahora es guía de esta actividad. "Es una ayuda para despegar", agrega y lo ejemplifica como una mano que agarran con fuerza.

Cuando se anudan el delantal y encienden el fuego, se olvidan de la realidad que viven al otro lado de la puerta. Algunas cobran el ingreso mínimo vital, otras una prestación contributiva o, incluso, las hay que nada. En estos fuegos, aprenden a comer barato -el presupuesto es de 4 euros- y sano, ya que algunas de sus patologías previas, como colesterol o diabetes, se han intensificado en la calle. Tras cocinar y recordar alguna receta, se lo llevan en ‘tuppers’.

Esta es una de las historias que se cuece en la cocina del Centro Joaquín Roncal. En las mismas placas de vitrocerámica, otros aprenden de cero a guisar para poder vivir un futuro independizados o los hay que se sumergen en una nueva cultura culinaria. En estos fogones encuentran calor niños, jóvenes y adultos, sin importar su edad, lugar de nacimiento o pasado.

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