El sector ferretero resiste y Coferdroza eleva su facturación a 93 millones

Las ventas de la cooperativa aragonesa se han visto favorecidas por la pandemia, que convirtió en esenciales las ferreterías

Ferreterías
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Francisco Jiménez

Pese a que comercios de toda la vida como Ferretera Aragonesa, en la calle Méndez Núñez de Zaragoza, baja la persiana definitivamente a final de mes, el sector resiste y no solo ha recuperado la cifra de negocio de antes de la covid sino que la ha superado

«Pese a vivir instalados en la incertidumbre, los ferreteros hemos demostrado nadar bien en estas aguas y desde la reapertura de los establecimientos el tercer trimestre de 2020, el sector ha normalizado el crecimiento a doble dígito», reconoce Jaime Mendoza, gerente de la cooperativa aragonesa de ámbito nacional Coferdroza. «La pandemia nos convirtió en esenciales y el bricolaje y las mejoras en el hogar provocó un aumento en ventas», recuerda. La facturación se elevó en 2022 a 93 millones de los que 27 corresponden a Aragón. Y para este año la previsión es crecer un 10,5%.

Aunque la ferretería crece más en otras comunidades que en Aragón, Coferdroza ha ido superando año tras año el número de socios. En Aragón tiene 101 y en España 400. Las pequeñas ferreterías saben que sin asociarse no es fácil sobrevivir y optan por estar bajo el cobijo de cooperativas o grupos de compra. 

«Es un negocio complicado. Hay que saber del oficio», asegura Jorge Artieda, propietario de la Ferretería Artieda, referente en la margen izquierda de Zaragoza desde que se fundó en 1972. «Mi padre montó el negocio y he tomado el relevo después de que cumpliera el negocio 51 años en julio del pasado año», explica tras acabar de invertir unos 80.000 euros en renovar el establecimiento «por dentro y por fuera» y que reabre el próximo lunes tras un pequeño descanso en agosto.

Dar servicio es fundamental

«Me he criado en este oficio. Y no se trata solo de vender sino de dar servicio», señala Artieda, es decir, «además de vender la cerradura has de colocarla y lo mismo sucede con los ventiladores de los que realizan instalaciones de techo». Ese es el valor de las pequeñas ferreterías frente a grandes cadenas. «Subsistimos», recalca, «por los servicios» y por ser asociados de Coferdroza, cooperativa de la que les viene mucho producto porque tampoco hay tantos almacenistas y proveedores, añade.

Además, según Artieda, es preciso «tener de todo desde el producto tradicional hasta la última novedad», pero sobre todo «dar servicio» ya que al final «el público si quiere una buena atención sobre el producto acude a una ferretería tradicional porque en mucho centro comercial no dan ningún tipo de explicación al no tener el vendedor ni idea de lo que vende». 

Sobre el futuro del sector, este ferretero cree que estará complicado en diez años si no hay relevo. «Hoy la mayoría se tira a las carreras y no a los oficios», dice.

Desde Coferdroza constatan el cierre de veteranos establecimientos en Zaragoza como la Ferretería Gallego en las Fuentes, Pirineos en el Actur y Ferretera Aragonesa en el centro, así como la ferretería Arturo Ginés en Calatayud. Sin embargo, desde la cooperativa destacan que unas se dan de baja y otras de alta. Incluso, algunas encuentran relevo como la de Mariano Aguerri en Sádaba, que le ha dado el testigo a Alberto Artús. 

«A los 65 años, que ahora tengo 69, tenía 48 años cotizados y 195 días», asegura este veterano ferretero, que empezó a trabajar a los 14 años en el taller del pueblo. Algo que le permitió conocer las herramientas, la tornillería y toda clase de repuestos y aprovechar la oportunidad, cuando se presentó, de coger una de las ferreterías de Sádaba ya que entonces había dos.

«No me daba miedo y me ha ido bien», afirma Aguerri, durante 20 años «sin guardar vacaciones y entonces sin competencia de grandes superficies». Ahora sí se nota, pero el hecho de tener la ferretería más cercana a 20 kilómetros en Ejea sigue jugando a favor del negocio que ha traspasado a Alberto Artús, consciente como Aguerri de que el éxito está en hacer de todo desde cambiar la persiana que vendes a reponer un cristal roto o arreglar una lámpara. 

«Alberto tendrá que moverse y ofertar lo que vende en redes sociales además de en la ferretería. Tendrá que adaptarse pero sí a mi me ha  dado para vivir estos años, confío en que a él también», dice.

Artús reconoce que «en verano hay más gente en los pueblos y se va vendiendo». Haber hecho la FP de mecánico le ha servido. Ya le ha tocado, confiesa, ir a poner cristales y a cambiar grifos. Y señala que lo que le hizo decidirse a ser su propio jefe ha sido la precariedad laboral y los bajos salarios de los convenios. Llevaba diez años como mecánico en esas condiciones, afirma, cuando, como le gustaba el pueblo, optó por regresar, y con los ahorros y apoyo de la familia, quedarse con la ferretería

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