Nuevo cierre en el comercio

Adiós definitivo a la centenaria Ferretera Aragonesa de Méndez Núñez, en Zaragoza

Fundada en 1925, y tras casi un año en traspaso, este negocio de los que ya no quedan cerrará sus puertas definitivamente el próximo 30 de agosto.

José Binaburo, Miguel Ángel Ruber, Jesús Lamana y Francisco Aparicio, ante la Ferretera Aragonesa
José Binaburo, Miguel Ángel Ruber, Jesús Lamana y Francisco Aparicio
Camino Ivars

Ha sido un año muy largo para Miguel Ángel Ruber, Francisco Aparicio y José Binaburo, actuales propietarios -y los últimos- de uno de los negocios con más historia de la capital aragonesa que, en tan solo unos días, se sumará a la lista de cierres de negocios centenarios de Zaragoza. Hablamos de la Ferretera Aragonesa, fundada en 1925 y que el próximo 30 de agosto bajará la persiana definitivamente.

“Nos da mucha lástima. La mayoría de nosotros hemos pasado nuestra vida entre estas cuatro paredes, pero toca descansar y vivir un poco”, admite Miguel Ángel Ruber, copropietario. Desde hace unos días, y tras casi un año con el negocio en traspaso, aunque sin que se haya logrado llegar a un acuerdo; los tres gerentes y su trabajador, Jesús Lamana -que es uno más de la familia- se afanan en vender buena parte de sus más de 35.000 referencias. “Esto es un no parar de gente”, admiten.

Quien más y quien menos en la ciudad ha pasado en algún momento por este mítico establecimiento. En su interior encontramos elementos de ferretería, pintura, decoración, limpieza, cerrajería o herraje de muebles, pilares fundamentales sobre los que se ha asentado este negocio de toda la vida.

Francisco Aparicio, Miguel Ángel Ruber y José Binaburo, en la Ferretera Aragonesa
Francisco Aparicio, Miguel Ángel Ruber y José Binaburo
Camino Ivars

Una vecina del barrio va a por una escalera “no muy alta”, mientras que otro vecino solicita hacer la copia de un par de llaves. Un par de tiradores, uno de ellos de buzón, un serrucho eléctrico o un bombín con cerradura, todo esto en apenas 15 minutos. También hay quienes, dedicándose al oficio, aprovechan los descuentos de hasta el 25% “por cierre definitivo”.

“No creo que vendamos todo. Tenemos muchas cosas”, admite apenado Francisco Aparicio. A sus 65 años, entró como aprendiz en este establecimiento cuando tan solo tenía 14. “Claro que me da pena, pero qué vas a hacer. Lo más duro va a ser despedirse de la clientela de toda la vida”, admite. Y es que, en muchos casos, por sus manos han pasado familias completas, desde los abuelos hasta los nietos y hoy, sus hijos.

Miguel Ángel Ruber, Jesús Laman, José Binaburo y Francisco Aparicio, en el interior de la Ferretera Aragonesa
Miguel Ángel Ruber, Jesús Laman, José Binaburo y Francisco Aparicio, en el interior de la Ferretería Aragonesa
Camino Ivars

Hoy son muchos quienes aprovechan para echar la vista atrás, y recuerdan a su fundador, Eloy Aznar Val, natural de Fuendetodos, quien hace 98 años se trasladó a la capital aragonesa para, como hicieron por aquel entonces tantos otros; “buscarse la vida”. Lo que no sabía es que lograría convertir su pequeña ferretería ubicada por aquel entonces en el número 8 de la calle San Jorge en todo un referente y punto de encuentro de ebanistas, carpinteros, cerrajeros, constructores y otros gremios.

Toda una vida detrás de mostrador 

De allí se mudaron a Méndez Núñez, a un local un poco más grande acorde a sus necesidades pasaron los años y el negocio siguió avanzando. De Aznar pasó a sus hijos, Saturnino, Ambrosio y Eloy. Este último se jubiló a los 92 años y decidió ceder el testigo a los tres trabajadores que llevaban trabajando con ellos desde siempre. “Yo llegué en enero de 1971, tenía 15 años. Mi tío era el cartero del barrio. Conocía al dueño y le pidió un trabajo para mí”, rememora.

Lo que jamás imaginó es que acabaría convirtiéndose en el lugar en el que iba a pasar el resto de su vida. Y es que aquí nunca se ha venido -ni se hace hoy en día- a por un simple elemento de ferretería. “La gente siempre ha venido a nosotros a buscar soluciones. No sabían cómo, pero sí que aquí se resolvería”, asegura Ruber. Al fin y al cabo, era el resultado del trabajo de toda una vida. Algo que, reivindican, “con el auge de las grandes superficies se está perdiendo”. 

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