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El Real Zaragoza, colista de la liga si se obvian las cinco primeras jornadas

Con la suma de apenas 31 de los 99 puntos disputados, el equipo aragonés es junto al Andorra el peor del torneo entre las jornadas 6ª y la actual, la 38ª. Es la radiografía cristalina del desastre de campaña de este proyecto.

Liso, Lluís López y Moya, desolados en el partido último ante el Burgos (1-3).
Liso, Lluís López y Moya, desolados en el partido último ante el Burgos (1-3).
Oliver Duch | Francisco Jose Gimenez Vidal

Camino del 9º mes de la liga, a solo 24 días para la conclusión del torneo 23-24, aún es posible encontrar alguien dentro de la inmensa burbuja zaragocista que intente justificar lo injustificable, que trate de cubrir con un tupido velo el mayor de los desastres competitivos llevados a cabo por el Real Zaragoza en estos 11 años consecutivos en Segunda División. Pero la trayectoria del equipo en los últimos 8 meses es tan contundente que no admite ni un solo segundo de discusión o excusas. 

Si se obvian las cinco primeras jornadas, las de aquel psicotrópico inicio de liga del Real Zaragoza que pareció todo lo contrario de lo que realmente es a partir de la 6ª fecha del calendario, pues ganó todos los partidos y, con 15 puntos, ejerció de líder aplastante para sorpresa general de propios y extraños, el cuadro zaragozano es el colista de la competición, de la mano del FC Andorra

Desde la 6ª jornada hasta la 38ª, la última cumplida el pasado domingo con la derrota en La Romareda por 1-3 ante el Burgos, el Real Zaragoza solo ha sumado 31 de los 99 puntos dirimidos en esos 33 últimos partidos, los últimos en el tiempo. Un cataclismo con escasos precedentes. 

En ocho meses, solo se han celebrado 6 victorias. Es el equipo de Segunda con menos triunfos en este larguísimo tramo, que abarca ya más del 80 por ciento del campeonato liguero. En 27 de los 33 duelos disputados desde el 10 de septiembre, el Real Zaragoza no ha logrado vencer. Perdió en 14 y empató en 13. 

Y en la facturación de goles, solo ha marcado 28 tantos en esos 33 choques con números mortales de necesidad. Solo hay tres peores de cara a las porterías contrarias: el Amorebieta con 26 tantos y el Alcorcón y el Andorra, con 22.

Si la liga hubiera empezado en la jornada 6, con aquel 1-1 en La Romareda ante el Racing de Santander, el Real Zaragoza estaría en la última posición de la clasificación con 31 puntos, 'ex aequo' con el Andorra, 5 por debajo de la cota de la salvación. Es decir, sería una situación desesperada que... para alcanzar el lugar que hoy ostenta el equipo (14º, con 46 puntos), entremezclando todo con los marcadores de los demás en las referidas primeras 5 jornadas de la división, requeriría a estas alturas de mayo de ¡cinco triunfos consecutivos! Es decir, aquellos que sí se adicionaron en los balbuceos de la liga aún en verano. 

No parece estar el equipo para esos trotes, ni mucho menos. Más bien al contrario. Si esa fuese la obligación para salvar la vida, es posible que el pesimismo y la desesperación lo impregnasen todo. Razones de sobras hay para ello. Táctica, técnica y societariamente. 

El proyecto viene viciado desde septiembre. Y, tras desvirtuarse enseguida y desmoronarse hasta en dos ocasiones, con dos caídas libres que requirieron el cambio de entrenador (Fran Escribá fue relevado por Julio Velázquez en noviembre y, este, por Víctor Fernández en marzo), sin ejecutar un mercado de invierno adecuado a las perentorias necesidades que pedía a gritos la plantilla (especialmente en su carencia goleadora, que no tuvo ni una sola reparación) va a llegar a la conclusión de la carrera con unos números terroríficos. 

Cifras y dinámicas que, si no acaban con el Real Zaragoza descendido a Primera RFEF, será por una confluencia astral doble. Por un lado, la referida al ámbito de una liga no demasiado exigente durante el curso en la zona baja y de peligro. Y, sobre todo, por otro, gracias a las extraordinarias (por raras, visto el discurrir de los acontecimientos) cinco victorias consecutivas del inicio en agosto y los primeros días de septiembre del año pasado. 

Moralejas

Primera: en su momento, desde mitad de septiembre hasta finales de octubre, quedarse como referencia de cabecera con las cinco primeras jornadas, las de los triunfos encadenados ante el Villarreal B (2-0), Valladolid (1-0), Tenerife (0-1), Eldense (2-0) y Cartagena (1-3), enmascaró nocivamente las malas praxis del equipo de Escribá y alargó torpemente su relevo y la necesaria búsqueda de rectificaciones, si es que las había (entonces el futuro, obviamente, era desconocido). Aquel equipo del primer mes y medio era mentiroso.

Segunda: Por la misma regla, quedarse con lo sucedido en las últimas jornadas con Víctor Fernández, cuya única misión es evitar el fallecimiento del enfermo como sea, sin florituras ni exigencia alguna sobre un equipo que era cadáver cuando vino, es un ejercicio digno de sospecha, cuando menos. Es culpar al último que pasa por la acera del incendio, el colapso y el hundimiento del edificio de al lado por el mero hecho de estar ahí a instancias del constructor, el promotor y la financiera de la obra. 

Tercera: El momento de la posible solución fue en noviembre, cuando a Escribá ya no lo sujetaron ni fábulas, ni castillos en el aire, ni burladeros interesados. Ahí, la contratación de Velázquez y la errática maniobra de fichajes del mercado de enero acabaron por arrugar del todo a un equipo heterogéneo y sin aleación entres sus piezas. También hubo retardo en rectificar el yerro superlativo. 

Cuarta y última: Que la suerte acompañe al Real Zaragoza y, si la salvación se firma en los próximos 24 días, que esa misma suerte y las musas pillen trabajando a los responsables de la SAD allá donde estén. 

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