Jefe de la sección de Deportes de HERALDO DE ARAGÓN

Real Zaragoza: una afición impagable

Un momento del partido entre el Real Zaragoza y el Espanyol en La Romareda
Un momento del partido entre el Real Zaragoza y el Espanyol en La Romareda
José Miguel Marco | Jose Miguel Marco

Hay toda una generación de zaragocistas a los que los tiempos de gloria del club les suenan a ciencia ficción. Saben que su equipo es un grande por lo que les cuentan sus padres y abuelos, pero no porque sus ojos hayan podido ver las gestas del Real Zaragoza. Son niños y niñas, hasta adolescentes, que vinculan a su equipo más con el Alcorcón, el Amorebieta o el Leganés que con el Real Madrid, el Barcelona o el Arsenal.

Gracias al homenaje a los héroes del ‘Galacticazo’, estos chavales vieron el pasado domingo sobre el césped de La Romareda una Copa del Rey y una Supercopa, las últimas pruebas físicas de la grandeza del club. Pese a que hace más de una década que la Primera División no pisa La Romareda, el campo municipal presentó el aspecto de esos días de gloria, llena a reventar de mayores que añoran aquellos años, pero también de cientos o miles de zagales que aún no los han conocido.

El Real Zaragoza tiene una afición impagable. Su fidelidad está a prueba de todo. El regreso de Víctor Fernández y la visita de un Espanyol que evoca a tiempos mejores bastaron para encender la chispa y llevar la asistencia al campo hasta los 30.000 espectadores, una cifra que es la envidia de casi toda España, Primera División incluida. El Andorra, por ejemplo, llevó 2.000 a su partido del lunes en el que se jugaba la vida.

Lástima que el espectáculo que se ofrece desde el césped generalmente no esté a la altura de lo que se ve en la grada. En la undécima campaña en Segunda División, el récord de abonados resulta difícil de comprender. Duele imaginar cómo estaría el campo si el equipo merodeara a estas alturas de temporada la zona alta de la tabla, hace daño pensar cómo latiría la vieja Romareda en un partido de promoción de ascenso… Lo dicho, mejor no imaginarlo.

Quizá la grandeza de la afición sea, curiosamente, parte del problema. Su grandeza lleva implícita una carga de presión hacia los jugadores que, dependiendo sobre qué hombros recaiga, se lleva mejor o peor. Por poner un ejemplo: tres de los jugadores que vistieron el domingo la camiseta del Real Zaragoza ante estos 30.000, la pasada temporada vestían la del Andorra ante aquellos 2.000.

El del pasado domingo puede que fuera el último gran lleno de La Romareda en mucho tiempo. Las obras que empezarán en verano reducirán el aforo sensiblemente durante los próximos meses y años, hasta un día en el que el viejo estadio se habrá convertido en otro. Ojalá para entonces vuelvan los días de grandeza y esos niños y niñas por fin lo puedan comprobar con sus propios ojos.

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