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El centro del campo, el gran margen de mejora del Real Zaragoza

La disposición táctica de los medios, interiores y mediapuntas y la mezcla de las individualidades están aún sin madurar. Los masivos cambios ejecutados en la plantilla de Escribá en la zona creativa requieren de más precisión y soltura.

Fran Escribá, papeles en mano, en el entrenamiento de este martes en la Ciudad Deportiva.
Fran Escribá, papeles en mano, en el entrenamiento de este martes en la Ciudad Deportiva.
Francisco Jiménez

El Real Zaragoza ha empezado la liga como un tiro. Como un cañonazo de obús. Líder, invicto tras seis jornadas, con 16 puntos obtenidos de los 18 dirimidos. Y, dentro de la onda expansiva de ilusión que este rendimiento ha generado en su entorno, tan ávido de buenas noticias y sensaciones, el cuerpo técnico analiza con detenimiento las sensaciones, estadísticas y opiniones que derivan de su fútbol. Un desempeño solvente en los números –es indiscutible– pero con evidentes defectos de forma en varios parámetros clave de cara al desarrollo de un torneo que durará casi 10 meses.

Después de seis jornadas, en puertas de disputar la séptima en Ferrol el lunes (se cubrirá ahí el 15% de la liga, una sexta parte), lo acontecido ante el Villarreal B, Valladolid, Tenerife, Eldense, Cartagena y Racing de Santander, sus primeros rivales del curso, ofrece ya suficiente material evaluable para que Escribá y sus colaboradores traten de potenciar las virtudes manifestadas y, sobre todo, de reparar las máculas que el equipo evidencia en su día a día.

Porque, en fútbol, nada es perfecto. Ni en rachas como la que se da ahora en el Real Zaragoza cabe caer en la autocomplacencia. Y, tópico manido es, las reparaciones se llevan a cabo mucho mejor desde las victorias y los éxitos que en un ambiente de dudas, presión y acumulación de derrotas (de esto último, la década reciente ha constituido una cátedra en Zaragoza). Es el presente, por lo tanto, un excelente ambiente para arreglar lo que no funciona bien y, con nitidez, advierte de problemas en un futuro próximo de no mediar una restauración adecuada.

La lupa, en la línea creativa

El centro del campo es el foco de atención máxima de los técnicos. La zona de creación. La sala de máquinas del equipo. El lugar donde se piensa, en el que se diseñan jugadas, desde donde se emiten las hechuras y el estilo de un equipo. Ahí, en la línea media, radica el gran margen de mejora de este Real Zaragoza líder en solitario, mandón en los marcadores pero que ha dejado por el camino –corto aún en recorrido– muestras de deficiencias palpables que ejercen de indicios de dificultades inminentes si no se disuelven.

El fútbol del Real Zaragoza no es fluido. Por lo tanto, no es bonito de ver, aunque la estética tienda a quedar devaluada o aparcada en doble fila por la inmensa mayoría de los técnicos en el fútbol moderno si su método, aunque sea más adusto para el espectador, les acaba rentando en puntos y clasificaciones. En esta línea media hay vicios, errores, confusiones, insuficiencias o malas elecciones.

Los analistas del club ya poseen diagnósticos en cifras que sostienen estas impresiones empíricas del resto de la humanidad zaragocista, las que siempre han llegado al cerebro por mera observación y deducción de lo que se ve, de lo que se aprecia ‘in situ’ y se evalúa con la sabiduría futbolística de cada uno. El fútbol, por más que se empeñe el ‘big data’, entra por los ojos por natura y no necesita interpretaciones cibernéticas. Eso lo aleja de su sustancia original.

Y este Real Zaragoza líder tiene dificultades para la circulación de la pelota cuando se trata de combinar en profundidad, rebasando líneas desde campo propio para llegar con el balón controlado y con peligro al área rival. Le cuesta un mundo hilvanar una jugada potable por imprecisiones, falta de desmarques, escasez de velocidad de pensamiento y en la ejecución de los apoyos entre jugadores.

El equipo de Escribá abusa del pase corto, en zonas inertes, jugando al rondo de modo insustancial, echando a perder infinidad de segundos, minutos, en esas partes del campo donde nunca pasa nada. En cada partido, hasta hoy, se aprecian varias jugadas en las que, existiendo la posibilidad de acometer una incursión hacia delante, ya sea por las bandas o a través de algún pase filtrado por el centro, el futbolista que maneja el balón en ese momento preciso se gira hacia atrás o se ladea para volver a empezar el toque coral en la zona de los centrales propios.

Se echa en falta verticalidad. Apenas se producen encares, regates, desbordes individuales, bien por las alas o bien en el ámbito de la mediapunta. Los jugadores se muestran demasiado encosertados al sistema de pizarra, escasos de improvisación, imaginación y descaro. Parece que hay más fútbol oculto detrás de la mayoría de individualidades del que realmente están dando por ahora.

Afinar la fórmula y las piezas

Escribá, aún en septiembre, cuenta con el burladero de estar manejando una plantilla que ha sido modificada de forma masiva en esa línea medular durante este importante verano de 2023. Hasta cierto punto, es lógico que cueste afinar la fórmula y encajar correctamente a todas las piezas, las que permanecen del pasado y las que han venido nuevas, para llegar a obtener un rendimiento óptimo.

Aguado, con una trayectoria inicial de más a menos, aún ha de soltarse hacia un fútbol de mayor dinamismo, acostumbrado como está en sus tres años en Andorra a ser un pivote único, posicional, de trazo corto con el balón. Moya, con idéntica curva de rendimiento, descendente en vistosidad, necesita una velocidad más en la mente y las piernas y, sobre todo, acercarse más al área rival.

Grau, por ahora, lo que pide son más minutos, pues está siendo por el momento más residual. Francho, lesionado unas semanas, es el único que se ajusta casi fielmente a los mínimos que la media zaragocista pide a gritos en esta fase de la liga, pues ha aportado traslado de balón, rapidez, osadía y gol.

Maikel Mesa es el claro ejemplo de falta de encaje específico en el método. Pulula por el centro y la banda izquierda, se mueve cerca del punto central y llega al área, pero no mezcla en la mayor parte del tiempo. Dibuja un rendimiento a la baja. Le vino mejor el sistema de rombo (en el 4-4-2) de los dos primeros partidos, cuando estuvo más definida su posición como ‘tercer delantero’ en la mediapunta central, que los cuatro en línea del diseño posterior de Escribá, donde todos se mueven sin una partitura clara o, al menos, no la tienen aprendida, ni en tempo ni en ejecución armónica.

Las alas tampoco están dando soluciones consistentes. Solo Valera, un par de ratos, y Mollejo, como revulsivo puntual, han dejado algunas muestras válidas. Bermejo y Vallejo no. Escribá ha de pulir aún el cómo y los quiénes. La medular necesita sinfonía, acordes adecuados. Ahora suena rara.

Por esto los rivales (desde Tenerife, ya hace cuatro jornadas) cada vez tapan y anulan más fácilmente el inicio del juego zaragocista. Y, por esto, desde el primer día, los delanteros tienen poco suministro, sobre todo Bakis.

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